Lopetegui en el abismo
Encajó dos goles muy temprano, tuvo una defensa de juguete, dio tres palos, le anularon dos goles y falló otros muchos. Situación límite para el técnico.
Luis Nieto
As
El Madrid volvió a beberse un amargo cóctel de pecados y fatalidades. Todos los primeros los cometió en campo propio. Todas las segundas se concentraron en el ajeno. Regaló dos goles y unas cuantas contras, estrelló tres palos, le anularon dos tantos, le dio un papel principal a Oier, empapó de sudor su infortunio y se fue del Bernabéu con una crisis más densa de la que ya arrastraba. La cercanía del duelo del Camp Nou parece ahora el único y precario asidero de Lopetegui a su empleo.
Las crisis están llenas de partidos así, con un Murphy implacable que extiende su ley a futbolistas fiables, a las líneas de cal, a postes y largueros, al gran hermano del VAR, al hilo del que pende Lopetegui, a la moral (poca) de la tropa. Todo lo que puede salir mal, sale mal. Conocía bien el principio el Levante, que se fue al campo del Madrid como una fuerza de ocupación, para provocar una desgracia escrita. Pero en ventaja le puso un lance mucho más primitivo: pelotazo de un central, Postigo, muletazo a la pelota de Varane confundido por el bote y resolución de oficio de Morales. Y de inmediato, una mano entre instintiva y mecánica del francés en la frontera del área, que el VAR vio más dentro que el resto del mundo. Penalti, gol de Roger, 0-2 y el Bernabéu en manifestación.
Se esperaba que la vuelta de Isco abriera las aguas a su paso y resultó que el Madrid saludó al partido con dos vueltas de campana. La respuesta a la crisis de ansiedad no fue uniforme. El Madrid, con Benzema y Bale en el banquillo por falta de puesta a punto (también Kroos, que por no ser un Casemiro tampoco fue titular), pegó mucho y recibió mucho a partir de entonces, reacción alérgica común a los desesperados.
Los palos, el VAR y Morales
Marcelo ya sólo fue un extremo, bien ayudado por Isco; a Lucas Vázquez, con la finca ocupada por Odriozola, el partido el empujó muchas veces al papel de nueve; Mariano sacó los tanques a la calle; Casemiro cabeceó hasta los drones ante la zaga que peor defiende el balón parado. El resultado fueron dos palos antes del descanso, uno de ellos seguido de gol en fuera de juego de Asensio, cazado por el VAR; dos paradas de balonmano de Oier a remates sin oposición de Lucas Vázquez, y la sensación de que un muro invisible impedía al Madrid meterse en el partido. Y al otro lado del campo, la misma actividad: una defensa de juguete sufriendo ante la velocidad de Morales, las incorporaciones de Jason y Toño y el buen pie de Bardhi. El buen ojo de un línea invalidó el 0-3 de Rochina.
El cambio de Bale, que mandó al lateral a Lucas, cambió poco y lo hizo a peor. Llegó menos el Madrid y lo mismo o más el Levante. Mejor le fue después con Ceballos. Ya le pasó a España ante Inglaterra. El nuevo arreón se encontró con Oier, que encadenó tres paradas, dos a Bale, quien en un gesto visceral insólito en él pidió ayuda a la grada. De la divina, visto lo anterior, no esperaba ya nada. Y con el equipo descamisado, a 18 minutos del final, metió Marcelo el derechazo que paraba el crono de la sequía en 481 minutos. Para entonces Benzema se había bajado a la obra. Un derechazo suyo topó por tercera vez en el palo. Y así, entre angustias, prisas, precipitaciones y otro gol bien anulado, este a Mariano, se le fue al Madrid su quinto partido consecutivo sin victoria. Rachas así difícilmente se saldan sin víctimas.
Luis Nieto
As
El Madrid volvió a beberse un amargo cóctel de pecados y fatalidades. Todos los primeros los cometió en campo propio. Todas las segundas se concentraron en el ajeno. Regaló dos goles y unas cuantas contras, estrelló tres palos, le anularon dos tantos, le dio un papel principal a Oier, empapó de sudor su infortunio y se fue del Bernabéu con una crisis más densa de la que ya arrastraba. La cercanía del duelo del Camp Nou parece ahora el único y precario asidero de Lopetegui a su empleo.
Las crisis están llenas de partidos así, con un Murphy implacable que extiende su ley a futbolistas fiables, a las líneas de cal, a postes y largueros, al gran hermano del VAR, al hilo del que pende Lopetegui, a la moral (poca) de la tropa. Todo lo que puede salir mal, sale mal. Conocía bien el principio el Levante, que se fue al campo del Madrid como una fuerza de ocupación, para provocar una desgracia escrita. Pero en ventaja le puso un lance mucho más primitivo: pelotazo de un central, Postigo, muletazo a la pelota de Varane confundido por el bote y resolución de oficio de Morales. Y de inmediato, una mano entre instintiva y mecánica del francés en la frontera del área, que el VAR vio más dentro que el resto del mundo. Penalti, gol de Roger, 0-2 y el Bernabéu en manifestación.
Se esperaba que la vuelta de Isco abriera las aguas a su paso y resultó que el Madrid saludó al partido con dos vueltas de campana. La respuesta a la crisis de ansiedad no fue uniforme. El Madrid, con Benzema y Bale en el banquillo por falta de puesta a punto (también Kroos, que por no ser un Casemiro tampoco fue titular), pegó mucho y recibió mucho a partir de entonces, reacción alérgica común a los desesperados.
Los palos, el VAR y Morales
Marcelo ya sólo fue un extremo, bien ayudado por Isco; a Lucas Vázquez, con la finca ocupada por Odriozola, el partido el empujó muchas veces al papel de nueve; Mariano sacó los tanques a la calle; Casemiro cabeceó hasta los drones ante la zaga que peor defiende el balón parado. El resultado fueron dos palos antes del descanso, uno de ellos seguido de gol en fuera de juego de Asensio, cazado por el VAR; dos paradas de balonmano de Oier a remates sin oposición de Lucas Vázquez, y la sensación de que un muro invisible impedía al Madrid meterse en el partido. Y al otro lado del campo, la misma actividad: una defensa de juguete sufriendo ante la velocidad de Morales, las incorporaciones de Jason y Toño y el buen pie de Bardhi. El buen ojo de un línea invalidó el 0-3 de Rochina.
El cambio de Bale, que mandó al lateral a Lucas, cambió poco y lo hizo a peor. Llegó menos el Madrid y lo mismo o más el Levante. Mejor le fue después con Ceballos. Ya le pasó a España ante Inglaterra. El nuevo arreón se encontró con Oier, que encadenó tres paradas, dos a Bale, quien en un gesto visceral insólito en él pidió ayuda a la grada. De la divina, visto lo anterior, no esperaba ya nada. Y con el equipo descamisado, a 18 minutos del final, metió Marcelo el derechazo que paraba el crono de la sequía en 481 minutos. Para entonces Benzema se había bajado a la obra. Un derechazo suyo topó por tercera vez en el palo. Y así, entre angustias, prisas, precipitaciones y otro gol bien anulado, este a Mariano, se le fue al Madrid su quinto partido consecutivo sin victoria. Rachas así difícilmente se saldan sin víctimas.