La retórica incendiaria se torna en violencia en Brasil

Un asesinato político perpetrado por un seguidor de Bolsonaro y varias agresiones más disparan las alertas

B. LIMA / J. OLIVEIRA / F. BETIM
Rio de Janeiro / São Paulo, El País
El odio que se incrustó en la disputa electoral brasileña produjo al menos una muerte pocas horas después de que 147 millones de brasileños se dirigieran a las urnas el pasado domingo. El maestro de capoeira Romoaldo Rosário da Costa, más conocido como Moa do Katendê, de 63 años, fue asesinado de 12 cuchilladas en la madrugada del lunes en un bar de Salvador. El autor del crimen, Paulo Sérgio Ferreira de Santana, de 36 años, le dijo a la policía que su motivación fue política.


Santana, que votó y defendió al candidato de extrema derecha Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), discutía con el dueño del bar, que votó a Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT), cuando Moa se unió a la conversación para defender al segundo. El asesino fue a su casa, cogió un cuchillo de limpiar pescado y volvió al bar para atacar al maestro. La comisaria Milena Calmon, responsable de la investigación, describió a Santana como un hombre “intolerante y agresivo”.

Durante la campaña de la primera vuelta de las presidenciales ya se habían producido varias agresiones atribuidas a un ambiente de odio en la política. El propio Bolsonaro fue víctima de una cuchillada el 6 de septiembre. El agresor, Adélio Bispo de Oliveira, también alegó motivos políticos. El candidato disputará la segunda vuelta tras obtener casi 50 millones de votos con un discurso de extrema derecha que parece influir en los actos de sus electores más radicales. El martes por la noche, un estudiante recién graduado, cuya identidad se ha preservado, fue agredido en la Universidad Federal de Paraná, en Curitiba, por llevar una gorra del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra. La víctima, que estaba con amigos en una plaza del campus, sufrió una paliza por parte de unos hinchas locales que, según testigos, gritaban: “Aquí somos de Bolsonaro”. “Eran unos 10 hombres. Llegaron a romperle botellas en la cabeza”, cuenta M. H. O., presidente del Directorio Central de Estudiantes, que presenció la agresión y la denunció.
Minorías

“Estamos recibiendo cada vez más denuncias de ataques a personas que manifiestan su apoyo a un candidato. Los ataques tienen que investigarse y hay que responsabilizar a los autores de forma rápida”, afirmó Juana Kweitel, directora ejecutiva de la ONG Conectas Derechos Humanos. “El gesto que hace Bolsonaro imitando el uso de armas va claramente en la dirección contraria. Durante la segunda vuelta, los dos candidatos deben pedir a sus electores que actúen de modo pacífico y tolerante y deben manifestarse de forma categórica sobre los ataques”, añade.

Bolsonaro ha declarado que el asesinato del maestro de capoeira y otras agresiones que se han producido son “excesos”, y ha lamentado los episodios de violencia. “Yo fui el que me llevé la cuchillada. Si un tipo que lleva una camisa mía comete un exceso, ¿qué tengo yo que ver?”, preguntó. Considera que el ambiente “tampoco está tan bélico” y que son casos aislados. “Lo lamento, le pido a la gente que no cometa más ese tipo de actos, pero no tengo control sobre millones y millones de personas que me apoyan. Ahora bien, la violencia viene del otro lado, la intolerancia viene del otro lado. Soy la prueba viva de eso”.

Para el doctor en Derecho Henrique Abel, la respuesta de Bolsonaro “muestra una falta de interés en orientar a sus seguidores”. “Prefiere ser evasivo. Existe, sí, una responsabilidad. No directa, pero lo consideran un símbolo y legitima prácticas y conductas ilícitas o abiertamente criminales, como el hecho de decir que fusilaría a todos los seguidores del PT del Estado de Acre”, argumenta, refiriéndose a las declaraciones del candidato en otro acto de campaña. Y sostiene: “El simple hecho de legitimar esas prácticas simbólicamente representa, a ojos de quien será gobernado por él, una interpretación de que están permitidas. Y de que no son malas”.

Los periodistas también están en el punto de mira. El pasado domingo, una periodista del Estado de Pernambuco, cuya identidad ha sido preservada, denunció a la policía que había sido atacada por dos hombres al salir de un colegio electoral en Recife. Tras haber visto su credencial, los individuos —uno de ellos con una camiseta de Bolsonaro—, la llamaron “pijita de izquierda”, la agredieron y amenazaron con violarla. El caso fue relatado por la Asociación Brasileña de Periodismo de Investigación, que ha registrado 137 agresiones a profesionales en 2018 “en un contexto político, partidario y electoral”.

El miedo se ha convertido en un sentimiento común entre muchos ciudadanos que pertenecen a la comunidad negra, LGTBI y otras minorías atacadas por Bolsonaro. El presidenciable está siendo procesado por incitación a la violación tras decirle a una diputada que no la violaría porque “no se lo merece”. Bolsonaro enaltece la dictadura militar y ya ha declarado que defiende la tortura. También ha hecho declaraciones racistas y homófobas.

“Un gobierno de Bolsonaro da miedo porque es muy extremista, pero todavía da más miedo ver que la gente se va a sentir en su derecho de practicar este discurso de odio y violencia”, resumió Júlia, lesbiana y de 30 años, tras votar en São Paulo el domingo.

Tres días antes, se hizo viral un vídeo en las redes sociales en el que un grupo de hombres entonaban un cántico homofóbico en el metro de São Paulo: “Maricones, os lo advertimos, Bolsonaro va a matar invertidos”.

Higor S., de 22 años, de Serra Talhada (en Pernambuco), cuenta que nunca había sufrido homofobia antes de las elecciones. “Todos sabemos que no es Bolsonaro el que va a empezar a matar gente, sino sus seguidores, que se sentirán en el derecho de hacerlo”, teme antes de añadir: “Espero equivocarme”.

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