La extravagante vida de Dembélé
El comportamiento del francés empieza a cansar al Barça, que tuvo que cambiar de chófer al jugador y poner un cocinero de su país
Juan I. Irigoyen
Barcelona, El País
“Los que jugaron contra el Sevilla y Dembélé hacen regenerativo; el resto, a entrenar”, señalaron desde el cuerpo técnico del Barça en el primer día de entrenamiento de la semana. “¿Dembélé jugó?”, preguntó, en tono burlón, uno de los pesos pesados del grupo. “Bueno, los titulares más Ousmane”, resolvió uno de los técnicos. Nadie pudo contener la risa en el campo Tito Vilanova. El problema, para Dembélé, es que detrás de las gracias de sus compañeros se esconde una historia de hartazgo. Una historia corta. Sin embargo, suficientemente grotesca como para alterar hasta a un tipo comprensivo como Valverde, que lo dejó en el banquillo ante el Inter.
En la búsqueda para apagar a cualquier precio el incendio que había dejado el traumático adiós de Neymar, Dembélé llegó a Barcelona en agosto de 2017. Auspiciado por el exdirector deportivo, Robert Fernández, el francés se convirtió en el fichaje más caro en la historia azulgrana (105 millones, más 42 en variables) hasta que lo superó Coutinho (120, más 40). “Los vestuarios suelen mirar, de entrada, con cierto recelo cuando llegan esta clase de fichajes. No fue el caso de ellos”, cuenta un empleado del club. Coutinho tenía el visto bueno de Messi y Suárez —había sido compañero del 9 en el Liverpool—, mientras que Dembélé se supo ganar la simpatía de los pesos pesados.
La habilidad de Dembélé con espacios llamó la atención del 10. A principio de la temporada pasada, le preguntaba a Jon Aspiazu, segundo entrenador, cómo tenía que hacer para aprovechar la velocidad del extremo. También hacía gracia en el vestuario la personalidad del extremo, un poco inocente, bastante despistado. Sumado también a que se apenaban por la mala fortuna que el delantero sufría con las lesiones (se perdió 27 duelos). Pero las actitudes del francés comenzaron por exasperar a los directivos para terminar de colmar la paciencia de sus compañeros y del cuerpo técnico.
Comienzo ilusionante
De arranque, a Dembélé no le gustaba el chófer que le había asignado el club. Cansados de que se pasara por alto los consejos de alimentación, el Barça le puso un cocinero francés para que le prepara el desayuno, la comida y la cena. Situación resuelta. Llegaron otros problemas: impuntualidad en los entrenamientos, viajes relámpago sin el conocimiento de los responsables y falta de compromiso en las actividades comerciales del club. “No se entera de mucho, pero parece que tampoco se quiere enterar”, afirman desde el grupo azulgrana. Y cuando parecía que el fútbol tapaba las sandeces, Dembélé se apagó en el campo. Después de un comienzo de temporada al menos ilusionante (cinco goles en los primeros seis partidos), se esfumó.
El partido ante el Sevilla marcó el pulso. Dembélé se tomó todo su tiempo para saltar al campo, tras la lesión de Messi (el argentino chocó con Vázquez en el minuto 16, el francés lo reemplazó en el 22). “Hoy hemos jugado mucho tiempo con uno menos”, se quejó en público Rakitic, tras el partido ante el equipo de Machín. Actitud que se suma a su falta de solidaridad. En sus 11 partidos ha perdido 165 pelotas (una media de 0,22 por minuto jugado) y recuperado 25 (0,03). “Cualquier jugador puede perder un balón. La cuestión es lo que se hace después: la reacción que se tiene ante una pérdida”, opina Valverde. “Tiene mucho que aprender”, añade el técnico. El problema es que no parece que Dembélé tenga ganas de hacerlo.
Juan I. Irigoyen
Barcelona, El País
“Los que jugaron contra el Sevilla y Dembélé hacen regenerativo; el resto, a entrenar”, señalaron desde el cuerpo técnico del Barça en el primer día de entrenamiento de la semana. “¿Dembélé jugó?”, preguntó, en tono burlón, uno de los pesos pesados del grupo. “Bueno, los titulares más Ousmane”, resolvió uno de los técnicos. Nadie pudo contener la risa en el campo Tito Vilanova. El problema, para Dembélé, es que detrás de las gracias de sus compañeros se esconde una historia de hartazgo. Una historia corta. Sin embargo, suficientemente grotesca como para alterar hasta a un tipo comprensivo como Valverde, que lo dejó en el banquillo ante el Inter.
En la búsqueda para apagar a cualquier precio el incendio que había dejado el traumático adiós de Neymar, Dembélé llegó a Barcelona en agosto de 2017. Auspiciado por el exdirector deportivo, Robert Fernández, el francés se convirtió en el fichaje más caro en la historia azulgrana (105 millones, más 42 en variables) hasta que lo superó Coutinho (120, más 40). “Los vestuarios suelen mirar, de entrada, con cierto recelo cuando llegan esta clase de fichajes. No fue el caso de ellos”, cuenta un empleado del club. Coutinho tenía el visto bueno de Messi y Suárez —había sido compañero del 9 en el Liverpool—, mientras que Dembélé se supo ganar la simpatía de los pesos pesados.
La habilidad de Dembélé con espacios llamó la atención del 10. A principio de la temporada pasada, le preguntaba a Jon Aspiazu, segundo entrenador, cómo tenía que hacer para aprovechar la velocidad del extremo. También hacía gracia en el vestuario la personalidad del extremo, un poco inocente, bastante despistado. Sumado también a que se apenaban por la mala fortuna que el delantero sufría con las lesiones (se perdió 27 duelos). Pero las actitudes del francés comenzaron por exasperar a los directivos para terminar de colmar la paciencia de sus compañeros y del cuerpo técnico.
Comienzo ilusionante
De arranque, a Dembélé no le gustaba el chófer que le había asignado el club. Cansados de que se pasara por alto los consejos de alimentación, el Barça le puso un cocinero francés para que le prepara el desayuno, la comida y la cena. Situación resuelta. Llegaron otros problemas: impuntualidad en los entrenamientos, viajes relámpago sin el conocimiento de los responsables y falta de compromiso en las actividades comerciales del club. “No se entera de mucho, pero parece que tampoco se quiere enterar”, afirman desde el grupo azulgrana. Y cuando parecía que el fútbol tapaba las sandeces, Dembélé se apagó en el campo. Después de un comienzo de temporada al menos ilusionante (cinco goles en los primeros seis partidos), se esfumó.
El partido ante el Sevilla marcó el pulso. Dembélé se tomó todo su tiempo para saltar al campo, tras la lesión de Messi (el argentino chocó con Vázquez en el minuto 16, el francés lo reemplazó en el 22). “Hoy hemos jugado mucho tiempo con uno menos”, se quejó en público Rakitic, tras el partido ante el equipo de Machín. Actitud que se suma a su falta de solidaridad. En sus 11 partidos ha perdido 165 pelotas (una media de 0,22 por minuto jugado) y recuperado 25 (0,03). “Cualquier jugador puede perder un balón. La cuestión es lo que se hace después: la reacción que se tiene ante una pérdida”, opina Valverde. “Tiene mucho que aprender”, añade el técnico. El problema es que no parece que Dembélé tenga ganas de hacerlo.