El Valencia no da talla de Champions
El conjunto che no supo aprovechar la ventaja inicial con el tanto de Batshuayi. Parejo cometió un penalti en la segunda mitad y los suizos empataron.
Conrado Valle
As
El Valencia no estuvo en Berna a la altura de la Champions y, seguramente, acabará pagándolo. El empate, otro más (y éste encima gracias a Neto), merma sus opciones de clasificarse. Los de Marcelino, esa fue su realidad, no dieron síntoma alguno en Suiza de ser un verdadero aspirante a estar en los octavos de final. Tenía que ganar y mereció perder. El Valencia tiene que reflexionar qué le pasa y a qué juega, porque 9 empates en 12 partidos ya no es una estadística sino una enfermedad.
Fue un Valencia artificial, como el césped. Se pensaba que en Berma la superficie iba a ser el peor enemigo de los blanquinegros y sin embargo fueron ellos mismos. El Valencia ni tan siquiera tuvo personalidad para mantener la ventaja que le dio el gol de Batshuayi. Buena definición del ariete belga y perfecta asistencia de Carlos Soler. Pero, más allá de esa acción, al Valencia le faltó fluidez, llegada, intensidad. Solo Neto y Gabriel Paulista, que bastante tenía con parar como buenamente podía al gigante Hoarau, estuvieron a la altura de lo que había en juego, al menos entre aquellos blanquinegros con teórica jerarquía Champions.
El Young Boys, un equipo que en España deambularía en el mejor de sus casos por la zona media de la tabla, le dio una lección de pundonor, de orgullo, de querer. Pero, sin restarle mérito a los suizos, mucha culpa de sus logros fue de los blanquinegros, que salieron a jugar la segunda parte como quien pasea una noche de verano. Esa imagen del Valencia se resume en el esperpéntico penalti cometido por Dani Parejo.
El capitán se lanzó al suelo de manera poco responsable. Penalti tonto y gol de Hoarau. Esa acción hacía justicia a lo que uno y otro equipo estaban ofreciendo. La salida de Gameiro y Coquelin sirvió al menos para que el Valencia volviera a Berna. Pero si los suizos no sumaron su primera victoria en Champions fue porque se toparon varias veces con Neto y en otra con el palo. Triste realidad.
Conrado Valle
As
El Valencia no estuvo en Berna a la altura de la Champions y, seguramente, acabará pagándolo. El empate, otro más (y éste encima gracias a Neto), merma sus opciones de clasificarse. Los de Marcelino, esa fue su realidad, no dieron síntoma alguno en Suiza de ser un verdadero aspirante a estar en los octavos de final. Tenía que ganar y mereció perder. El Valencia tiene que reflexionar qué le pasa y a qué juega, porque 9 empates en 12 partidos ya no es una estadística sino una enfermedad.
Fue un Valencia artificial, como el césped. Se pensaba que en Berma la superficie iba a ser el peor enemigo de los blanquinegros y sin embargo fueron ellos mismos. El Valencia ni tan siquiera tuvo personalidad para mantener la ventaja que le dio el gol de Batshuayi. Buena definición del ariete belga y perfecta asistencia de Carlos Soler. Pero, más allá de esa acción, al Valencia le faltó fluidez, llegada, intensidad. Solo Neto y Gabriel Paulista, que bastante tenía con parar como buenamente podía al gigante Hoarau, estuvieron a la altura de lo que había en juego, al menos entre aquellos blanquinegros con teórica jerarquía Champions.
El Young Boys, un equipo que en España deambularía en el mejor de sus casos por la zona media de la tabla, le dio una lección de pundonor, de orgullo, de querer. Pero, sin restarle mérito a los suizos, mucha culpa de sus logros fue de los blanquinegros, que salieron a jugar la segunda parte como quien pasea una noche de verano. Esa imagen del Valencia se resume en el esperpéntico penalti cometido por Dani Parejo.
El capitán se lanzó al suelo de manera poco responsable. Penalti tonto y gol de Hoarau. Esa acción hacía justicia a lo que uno y otro equipo estaban ofreciendo. La salida de Gameiro y Coquelin sirvió al menos para que el Valencia volviera a Berna. Pero si los suizos no sumaron su primera victoria en Champions fue porque se toparon varias veces con Neto y en otra con el palo. Triste realidad.