ATLÉTICO 3 - BRUJAS 1 / Para brujo, Griezmann
Hizo dos de los tres goles de un Atlético que en la primera parte se vio sorprendido por el Brujas y un golazo de Danjuma (1-1). Lesiones de Giménez y Costa.
Patricia Cazón
As
La última vez Costa ya estaba pero no podía vestirse. La última vez había sido noviembre tras tropezar dos veces en esa piedra, Qarabarg. Once meses después sonaba la música de Champions en el Metropolitano, final este año de todo camino, con Costa ya ahí, y también Griezmann, sobre todo Griezmann, que se quedó. Simeone, en el banquillo, ya sin castigo, quiso sorprender de inicio con un plan para que la Cenicienta, otra vez, como aquella vez, no se convirtiera en bruja.
Salió el Atleti con tres centrales y dos carrileros largos, Saúl a la izquierda y Arias, que debutaba y si ya tiene el punto de cocción rojiblanco de inicio no se notó. El plan en realidad era un espejo, el del Brujas de Leko, dibujado siempre en tres centrales y una línea de cinco por delante, doble barrera defensiva y mucho aplomo. Salió buscando el zapato de cristal. En la primera parte bien pudo llamarse Qarabag.
Más hecho al molde, sorprendió a un Atlético incómodo en el traje. Desordenado y sin profundidad alguna, Saúl se acercó para saludar a Letica desde fuera del área y con una volea. Eso nunca falta en su bota, aunque ayer, aquí, poco más aportara, fuera de sitio. Con Koke perdido, sólo Lemar entre líneas parecía saber cómo llegar de verdad a la red de Letica. Encontró una vez el camino, le puso el gol Costa en la bota, con un balón en profundidad, pero Denswill se lo rebañó en el último momento. Y volvería otra vez, dos minutos después, para llevar la mano a Grizi. Le habían anulado ya un gol por fuera de juego (lo estaba), aquí espantaría unos minutos los fantasmas del Metropolitano: levantó Lemar la cabeza y le buscó en el palo contrario para que presumiera de control, delicadeza y zurda. Gol, y nueva celebración.
Pareció conformarse el Atleti ante un Brujas crecido y jugando en campo contrario. Quedaban seis minutos para el descanso, cojeaba ya Giménez, desde el 20’, cuando Danjuma le cercenaba la voz al Metropolitano de un zarpazo, con un golazo de los que ganan el Premio Puskas. Llegó sin esperarlo: un balón imparable a la escuadra de Oblak. Durante unos minutos sólo se escuchó cantar en belga.
En el descanso recuperó la grada la voz y, tras éste, el Atleti su dibujo, ese reconocido: Giménez se quedaba en la ducha lesionado, dentro Filipe, y el 4-4-2. Oblak dejó de salir en las fotos, todas las ocupaba Letica. Presionaba el Atlético, feroz, con Arias mejor, para borrarle al Brujas ese aroma a Qarabag, que nada enseña más que un error y con el año pasado ya fue suficiente. Guiaba una bota, esa de Costa, ayer buscando un compañero más que la red. Porque sí, estaba, y no dejaba de filtrar balones perfectos. Uno fue a Koke, que se durmió y se la dio a Griezmann en el último momento, que esta vez no atinó. En la siguiente Koke ya no estaba, ya lo hacían sólo esa pareja, Griezmann y Costa, presentándose juntos a la Champions.
Marcó el francés, había cedido el de Lagarto, que en el recorte y el pase atrás sintió mordisco en el isquio. Trató de controlar el partido el Cholo, con posesiones largas y Rodrigo, pero no tardó en lo de siempre: hacerse el Moonwalk de Michael Jackson, pasos atrás, atrás y atrás. Hubo intercambio de golpes y ocasiones. Pero si Correa una vez se toparía con Letica y otra vez enviaría un balón a la luna, el Brujas la vez que más cerca estuvo de Oblak fue para darle un coscorrón al saque de un córner.
Cerró el partido Koke y la celebración de su gol se mezcló con el silbido del árbitro, que soplaba al Brujas y a los fantasmas. La jugada había sido de Griezmann, cómo no, corrió y cedió atrás para la sentencia. Se quedó por las noches de Europa como ésta. Junto a Costa.
Patricia Cazón
As
La última vez Costa ya estaba pero no podía vestirse. La última vez había sido noviembre tras tropezar dos veces en esa piedra, Qarabarg. Once meses después sonaba la música de Champions en el Metropolitano, final este año de todo camino, con Costa ya ahí, y también Griezmann, sobre todo Griezmann, que se quedó. Simeone, en el banquillo, ya sin castigo, quiso sorprender de inicio con un plan para que la Cenicienta, otra vez, como aquella vez, no se convirtiera en bruja.
Salió el Atleti con tres centrales y dos carrileros largos, Saúl a la izquierda y Arias, que debutaba y si ya tiene el punto de cocción rojiblanco de inicio no se notó. El plan en realidad era un espejo, el del Brujas de Leko, dibujado siempre en tres centrales y una línea de cinco por delante, doble barrera defensiva y mucho aplomo. Salió buscando el zapato de cristal. En la primera parte bien pudo llamarse Qarabag.
Más hecho al molde, sorprendió a un Atlético incómodo en el traje. Desordenado y sin profundidad alguna, Saúl se acercó para saludar a Letica desde fuera del área y con una volea. Eso nunca falta en su bota, aunque ayer, aquí, poco más aportara, fuera de sitio. Con Koke perdido, sólo Lemar entre líneas parecía saber cómo llegar de verdad a la red de Letica. Encontró una vez el camino, le puso el gol Costa en la bota, con un balón en profundidad, pero Denswill se lo rebañó en el último momento. Y volvería otra vez, dos minutos después, para llevar la mano a Grizi. Le habían anulado ya un gol por fuera de juego (lo estaba), aquí espantaría unos minutos los fantasmas del Metropolitano: levantó Lemar la cabeza y le buscó en el palo contrario para que presumiera de control, delicadeza y zurda. Gol, y nueva celebración.
Pareció conformarse el Atleti ante un Brujas crecido y jugando en campo contrario. Quedaban seis minutos para el descanso, cojeaba ya Giménez, desde el 20’, cuando Danjuma le cercenaba la voz al Metropolitano de un zarpazo, con un golazo de los que ganan el Premio Puskas. Llegó sin esperarlo: un balón imparable a la escuadra de Oblak. Durante unos minutos sólo se escuchó cantar en belga.
En el descanso recuperó la grada la voz y, tras éste, el Atleti su dibujo, ese reconocido: Giménez se quedaba en la ducha lesionado, dentro Filipe, y el 4-4-2. Oblak dejó de salir en las fotos, todas las ocupaba Letica. Presionaba el Atlético, feroz, con Arias mejor, para borrarle al Brujas ese aroma a Qarabag, que nada enseña más que un error y con el año pasado ya fue suficiente. Guiaba una bota, esa de Costa, ayer buscando un compañero más que la red. Porque sí, estaba, y no dejaba de filtrar balones perfectos. Uno fue a Koke, que se durmió y se la dio a Griezmann en el último momento, que esta vez no atinó. En la siguiente Koke ya no estaba, ya lo hacían sólo esa pareja, Griezmann y Costa, presentándose juntos a la Champions.
Marcó el francés, había cedido el de Lagarto, que en el recorte y el pase atrás sintió mordisco en el isquio. Trató de controlar el partido el Cholo, con posesiones largas y Rodrigo, pero no tardó en lo de siempre: hacerse el Moonwalk de Michael Jackson, pasos atrás, atrás y atrás. Hubo intercambio de golpes y ocasiones. Pero si Correa una vez se toparía con Letica y otra vez enviaría un balón a la luna, el Brujas la vez que más cerca estuvo de Oblak fue para darle un coscorrón al saque de un córner.
Cerró el partido Koke y la celebración de su gol se mezcló con el silbido del árbitro, que soplaba al Brujas y a los fantasmas. La jugada había sido de Griezmann, cómo no, corrió y cedió atrás para la sentencia. Se quedó por las noches de Europa como ésta. Junto a Costa.