ATLÉTICO 1- BETIS 0 / Simeone tiene un ángel: Correa

El argentino salió del banquillo para rescatar otra vez en el 74' a un Atleti que sufría ante el Betis. Kalinic, que fue titular, gustó y remató al poste.

Patricia Cazón
As
Uno lleva violín. Otro hace tangos con grilletes. Dos entrenadores depositan sus estilos sobre el tapete en el Metropolitano a la hora del café. Simeone, sin Costa, apuesta por Kalinic, hombre por hombre para afrentar esa defensa que tanto le cuesta, la de los tres centrales. Setién lo hace por lo de siempre, por la pelota. Tiene cuatro cuerdas para hacer música: Guardado, Canales, Lo Celso y Joaquín. En el 5', la primera, el mexicano, dejaba en una jugada solo a Loren ante Oblak. Había ido el balón de portería a portería sin barreras por la hierba. Envió fuera. Ahí quedaba el aviso. Trató de espantarlo en Atleti en los minutos que siguieron.


Su presión era como una marea alta, de esas que ahogan, para robar muy arriba. El Betis tenía la pelota como si fuera suya. Ponía los platos, los vasos y el mantel en la casa del Cholo. Hasta que a Setién se le rompió una de las cuerdas, Guardado, y con Carvalho no fue igual. Cambiaría el partido. Setién siguió tocando pero sin verticalidad. A Carvalho, lentísimo, sólo le faltaban intermitentes para avisar de hacia donde iría: el Betis miraría el área de Oblak sólo con prismáticos. Desde el inicio del partido así desde ahí veía el Atleti a Pau.

Las pizarras de los entrenadores crujían al toparse sobre la hierba, como dos placas tectónicas, una frente a otra, sin poder avanzar hacia ningún lugar. Sin ocasiones, sin áreas, sin más emoción que ver pasar los minutos en el marcador y esperar que pasara algo. Griezmann era muy poco, aún menos Lemar. El mapa de calor de Kalinic en ese momento más bien daba frío.

Le faltaba al partido, con mucha falta, mucho silbido del árbitro parando, eso que levanta del asiento, eso que deja afonía y puntos, los goles, las ocasiones. A la media hora aquel aviso de Loren a Oblak era pieza de museo, por raro, por extraño, por único. El Betis seguía teniendo el balón, pero cada vez que atacaba lo hacía como pidiendo perdón, ahogado en esa marea alta de la pizarra del Cholo. Las áreas seguían intuyéndose, sólo allá a lo lejos. El partido era difícil de ver y aún peor de tragar. El Atleti invitaba más a la siesta que a pensar en liderato. Los sistemas de tres centrales siguen siendo al Cholo como la digestión de un cocido de domingo, tan pesada.

De la caseta regresó el partido que se esperaba una hora antes: los dos equipos lanzados a portería contraria. El Atleti se desató tras un balón a la madera de Kalinic, mucho mejor, convertido por arte del Cholo de nada a avispa. Lemar robaba, Rodrigo cortaba y templaba. El violín del Betis se había quedado sin cuerda alguna. Ni robaba ni interrumpía ni aparecía ni tocaba. La única música que había en el Metropolitano eran esa que anunciaban los grilletes, clac, clac, cerrándose sus fauces metálicas cada vez más cerca de Pau. Las botas de Kalinic tenían hambre. Primero envió un zapatazo al poste desde fuera del área y después Pau le sacó con apuro un remate raso. Entre medias, Rodrigo también se toparía con su guante.

Al Betis ya no le duraba el balón. Y menos después de que Simeone diera un golpe de pizarra, Thomas por Kalinic, Thomas arriba, con Griezmann. Hacía ya un rato que había introducido a Correa, para que el talento asomara entre el centrocampismo y las pizarras. Siempre resquicios. Entre los dos hicieron el gol. Robo de Correa, carrera, toque de tacón sutil de Thomas y derechazo raso del argentino para golear a Pau. Intentaría empatarlo Mandi, intentaría ampliarlo Godín, lo buscaría Canales echándose su equipo en la pierna. Pero ya era tarde. El Atleti protegería su gol ante un Betis a la desesperada. Con música de tango, coros de grilletes y liderato momentaneo, al menos a esa hora, en la tarde de domingo, tras el cocido y el café.

(Luego Sevilla le adelantó, ahora está jugando el Barça que le empata, apretada la cabeza de LaLiga, tan ahí, tan diferente del último parón).

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