ALAVÉS-REAL MADRID / Un Madrid en caída libre
Cuarto partido sin gol del Real Madrid, que cayó en el descuento. Lopetegui quitó a Benzema en el descanso. Bale volvió a romperse. Ni Mariano ni Vinicius ayudaron.
Luis Nieto
As
La propaganda post Cristiano colgaba de dos hilos: que Benzema dejara de serlo nueve años después y que Bale sanara milagrosamente. Lo dicho, dos hilos de tela de araña. Aquello coló una quincena de agosto. Ahora vuelve el curso natural de las cosas, con el resultado conocido: el Madrid lleva cuatro partidos y más de seis horas sin marcar, está en caída libre, Lopetegui se tambalea y la hinchada se teme lo peor.
Avisado por la estadística, el Madrid salió en Mendizorroza quemando rueda. La reiterada incomparecencia ante la portería rival y la vuelta de Bale se cobraron la titularidad de Marco Asensio, jugador llamado a la gloria pero al que le cuesta proclamarlo en todos los partidos y en todos los campos. Su relevo por Ceballos, un centrocampista ancho y a la vez largo por su capacidad para romper la línea enemiga, acentuó esa cuidada elaboración del juego a la que aspira a Lopetegui. De momento es obra inconclusa. La penumbra en los últimos 20 metros persiste.
Antes del primer cuarto de hora dejó el Madrid cuatro mensajes en la portería de Pacheco; el más peligroso, un cabezazo de Benzema salvado por Laguardia bajo los palos. El Alavés, un equipo con bajo consumo de pelota, aceptó complacido el dominio del Madrid desde la alineación, con un trivote y sin Sobrino. Está acostumbrado a sacar partido de muy poca cosa. Así que renunció a una presión que termina quitando el aliento, achicó el campo y esperó a que la ansiedad fuese devorando al Madrid. Acabó sucediendo.
Del apagón al drama
El paso de los minutos volvió borroso a Kroos, autor del despegue inicial, y el Madrid quedó reducido a la iniciativa de Odriozola, un lateral de larguísimo recorrido que puso dos centros excelentes y que repite una y otra vez, sobrado de energía y de apetito. Atrás, como Marcelo, necesita remiendos. Dos veces perdió de vista a Jony y en las dos estuvo el Alavés a punto de marcar. Anduvo cerca Calleri, que en los primeros minutos pactó con Sergio Ramos arreglar aquello a sopapos. El aviso arbitral les administró un calmante.
Así que con un tiempo por delante Lopetegui se echó al monte: Benzema, la rueda de molino con la que comulga el madridismo desde hace nueve años, le dio el testigo a Mariano. Lopetegui aclaró que el francés estaba lesionado. No mejoró el Madrid, pero sí presintió el Alavés una mayor amenaza con el recién llegado. Dos veces estuvo cerca del gol Mariano y una Duarte, en tiro rechazado por Courtois, antes de que llegara al partido Asensio. Lopetegui le entregó la banda izquierda, pero pareció poco inclinado a desbordar, la única llave para entrar en el búnker del Alavés. También hubo algún descuido atrás. Jony estuvo a centímetros del 1-0 en una contra. El partido tuvo un final conocido. Se rompió Bale, por 21ª vez; llegó Vinicius, que a día de hoy es un ensayo clínico, y en la jugada final marcó Manu García. Firmó el triunfo que se le negaba aquí en la Liga al Alavés desde hace 87 años. En el Madrid no asoman ni el gol ni la esperanza.
Luis Nieto
As
La propaganda post Cristiano colgaba de dos hilos: que Benzema dejara de serlo nueve años después y que Bale sanara milagrosamente. Lo dicho, dos hilos de tela de araña. Aquello coló una quincena de agosto. Ahora vuelve el curso natural de las cosas, con el resultado conocido: el Madrid lleva cuatro partidos y más de seis horas sin marcar, está en caída libre, Lopetegui se tambalea y la hinchada se teme lo peor.
Avisado por la estadística, el Madrid salió en Mendizorroza quemando rueda. La reiterada incomparecencia ante la portería rival y la vuelta de Bale se cobraron la titularidad de Marco Asensio, jugador llamado a la gloria pero al que le cuesta proclamarlo en todos los partidos y en todos los campos. Su relevo por Ceballos, un centrocampista ancho y a la vez largo por su capacidad para romper la línea enemiga, acentuó esa cuidada elaboración del juego a la que aspira a Lopetegui. De momento es obra inconclusa. La penumbra en los últimos 20 metros persiste.
Antes del primer cuarto de hora dejó el Madrid cuatro mensajes en la portería de Pacheco; el más peligroso, un cabezazo de Benzema salvado por Laguardia bajo los palos. El Alavés, un equipo con bajo consumo de pelota, aceptó complacido el dominio del Madrid desde la alineación, con un trivote y sin Sobrino. Está acostumbrado a sacar partido de muy poca cosa. Así que renunció a una presión que termina quitando el aliento, achicó el campo y esperó a que la ansiedad fuese devorando al Madrid. Acabó sucediendo.
Del apagón al drama
El paso de los minutos volvió borroso a Kroos, autor del despegue inicial, y el Madrid quedó reducido a la iniciativa de Odriozola, un lateral de larguísimo recorrido que puso dos centros excelentes y que repite una y otra vez, sobrado de energía y de apetito. Atrás, como Marcelo, necesita remiendos. Dos veces perdió de vista a Jony y en las dos estuvo el Alavés a punto de marcar. Anduvo cerca Calleri, que en los primeros minutos pactó con Sergio Ramos arreglar aquello a sopapos. El aviso arbitral les administró un calmante.
Así que con un tiempo por delante Lopetegui se echó al monte: Benzema, la rueda de molino con la que comulga el madridismo desde hace nueve años, le dio el testigo a Mariano. Lopetegui aclaró que el francés estaba lesionado. No mejoró el Madrid, pero sí presintió el Alavés una mayor amenaza con el recién llegado. Dos veces estuvo cerca del gol Mariano y una Duarte, en tiro rechazado por Courtois, antes de que llegara al partido Asensio. Lopetegui le entregó la banda izquierda, pero pareció poco inclinado a desbordar, la única llave para entrar en el búnker del Alavés. También hubo algún descuido atrás. Jony estuvo a centímetros del 1-0 en una contra. El partido tuvo un final conocido. Se rompió Bale, por 21ª vez; llegó Vinicius, que a día de hoy es un ensayo clínico, y en la jugada final marcó Manu García. Firmó el triunfo que se le negaba aquí en la Liga al Alavés desde hace 87 años. En el Madrid no asoman ni el gol ni la esperanza.