Yuval Harari: “La cuestión política más importante de nuestro tiempo es quién controla los datos de las personas”

El autor de “Sapiens” y “Homo Deus” publica un nuevo trabajo: “21 lecciones para el siglo XXI”, en el que aborda desde el “aquí y ahora” los dilemas globales de la humanidad.

Patricio Zunini
Infobae
El israelí Yuval Harari se ha convertido en uno de los intelectuales más influyentes de la actualidad. Con Sapiens, su primer libro, se volvió una celebridad que rompió el cerco de las ciencias sociales y recibió efusivas recomendaciones de Bill Gates y Barack Obama, entre otros. En aquel ensayo, que era un estupendo recorrido por la historia de la humanidad, Harari presentaba la teoría de que fue gracias a la creación de mitos que el hombre se convirtió en la especie dominante del planeta. Pero también se preguntaba cuánto habíamos evolucionado desde entonces.


Su siguiente trabajo fue Homo Deus: Harari (se) desafiaba a pensar el futuro del Hombre. Pero, con una idea brillante, evitaba plantear ciudades y adelantos tecnológicos propios de la ciencia ficción, sino que indagaba las consecuencias de un hecho fundamental: cómo será el mundo cuando la muerte haya sido vencida, cuando la bioingeniería nos permita ser prácticamente inmortales.

Homo Deus extrema la idea desarrollada en Sapiens de una manera bastante perturbadora: si lo que nos convirtió en reyes de la creación fue el relato que nos inventamos, hoy es justamente eso lo que nos limita. Al desprendernos de Dios, el Estado y el sistema económico daríamos un paso hacia el porvenir. ¿No se acerca demasiado al precipicio del relativismo social? Sí, por supuesto. Pero, dado que todo relato es una construcción humana, es, por lo tanto, relativo. Este no ya es el siglo de las verdades absolutas.

LA HUMANIDAD AQUÍ Y AHORA

"En 1938, a los humanos se les ofrecían tres relatos globales entre los que elegir, en 1968 solo dos y en 1998 parecía que se imponía un único relato; en 2018 hemos bajado a cero", escribe Yuval Harari en su nuevo libro, 21 lecciones para el siglo XXI (Debate). Harari retoma algunas de las ideas que postulaba en el análisis del pasado y la indagación del futuro para conjugarlas en presente: "En este libro quiero centrarme en el aquí y el ahora. Para ello voy a abordar los asuntos actuales y el futuro inmediato de las sociedades humanas. ¿Qué está ocurriendo ahora mismo? ¿Cuáles son los mayores retos y opciones de hoy en día? ¿A qué debemos prestar atención? ¿Qué tenemos que enseñar a nuestros hijos?"

En 21 lecciones, Harari observo las principales fuerzas que modelan las sociedades en el mundo, y que es probable que influyan en el futuro de nuestro planeta como un todo: desde el cambio climático hasta el futuro del empleo, desde los nacionalismos hasta las fake news, desde los atentados terroristas hasta la omnisciencia de los algoritmos informáticos y las redes sociales. "La realidad está compuesta de muchas hebras", escribe, y señala que su intención es la de abarcarla desde los "distintos aspectos de nuestro dilema global". Es justamente gracias a esa perspectiva que puede tener una mirada más profunda y distanciada de los problemas urgentes cotidianos.

Pero: si cada vez que un relato —un mito— local es llevado a una dimensión global entra en contradicción o se vuelve impracticable, ¿deberíamos entender que la globalización es una utopía inviable? Con motivo del lanzamiento de 21 lecciones para el siglo XX, Yuval Harari mantuvo por correo electrónico una entrevista exclusiva con Grandes Libros y sobre este tema se extendió largamente:

—La globalización no es una utopía sino una realidad. Ya hay una cultura global que une la mayor parte del mundo. Gente de todo el mundo comparte las mismas ideas básicas sobre política, economía y naturaleza. Todos viven en estados nación, todos usan el dólar para comerciar y todos toman los mismos medicamentos. Si sufres un ataque al corazón en Buenos Aires, Tel Aviv, Nueva Delhi o San Francisco, te llevarán a hospitales similares en donde los médicos que creen en teorías médicas idénticas te brindarán el mismo tratamiento. Claro, hay muchos conflictos y desacuerdos en el mundo, pero la mayoría de los conflictos en la historia se dieron entre personas que vivían en la misma civilización. Las personas con las que peleamos más a menudo son nuestros propios familiares. Consideremos el reciente mundial de fútbol: hace mil años, era absolutamente imposible llevar gente de Argentina, Japón, Egipto y Francia a jugar a Rusia. Incluso, si de alguna manera hubiéramos podido conseguirlo, nunca se habrían puesto de acuerdo sobre las reglas comunes. Sí: los diferentes equipos tratan de vencer a los demás, y algunos hooligans recurren a la violencia, pero, en general, es una muestra increíble de unidad y armonía humana.

—A lo largo de la historia, cada narrativa (religiosa, política o científica) conlleva el peligro de definir a un "nosotros" frente a un "ellos". ¿De qué manera en la actualidad se puede limitar ese riesgo?

—Es difícil unir personas sin un enemigo, sin un "ellos". Pero ahora tenemos tres enemigos que amenazan a todos los humanos, y eso debería hacernos trabajar juntos. Estos enemigos son la guerra nuclear, el cambio climático y la disrupción tecnológica. Todos estos son enemigos globales, que no pueden ser derrotados por ninguna nación en particular. El gobierno de Argentina no puede proteger al país contra la guerra nuclear o contra el calentamiento global, a menos que coopere con los gobiernos de Brasil, China, Estados Unidos y muchos otros países. Del mismo modo, si le teme al potencial disruptivo de la inteligencia artificial y la bioingeniería, no puede esperar que el gobierno de Argentina regule estas tecnologías por sí solo. Supongamos que Argentina prohíbe la producción de sistemas autónomos de armas y la ingeniería genética de bebés humanos. ¿De qué sirve eso si Estados Unidos produce robots asesinos y los ingenieros de China desarrollan superhombres genéticamente mejorados? Muy pronto, incluso la Argentina tendría la tentación de romper su propia prohibición por temor a quedarse atrás. Dado el inmenso potencial de tales tecnologías disruptivas, solo pueden ser reguladas a través de la cooperación global.

—En su primer libro, Sapiens, usted explicaba cómo fue que grandes grupos de personas pudieron cohesionarse en torno a relatos que dieron origen a pueblos y naciones. ¿Podría suceder eso mismo hoy, pero a partir de las grandes corporaciones?

—Sí, las corporaciones también son solo "historias" creadas y mantenidas por los poderosos magos que llamamos "abogados". Una corporación existe solo mientras abogados, jueces, banqueros, políticos y votantes comunes crean en su historia. Apple es la primera corporación que vale un billón de dólares. Eso es más que el valor neto combinado de los millones de personas más pobres de la tierra. Pero si los políticos y los votantes decidieran cambiar la ley corporativa, Apple simplemente desaparecería.

—¿De qué manera el affair de Cambridge Analytica cambia nuestra percepción del Big Data y de la tecnología que rastrea nuestros actos y decisiones?

—Es una llamada de atención oportuna que nos alerta sobre peligros futuros. Nos alerta sobre el hecho de que los humanos son ahora "animales pirateables". Con suficientes datos y poder de cómputo, se puede hackear personas y comprenderlas mejor de lo que se entienden a sí mismas. Luego, se pueden predecir sus elecciones, manipular sus deseos y venderles todo lo que desee, ya sea un producto o un político. Esto significa que los datos se están convirtiendo en el activo más importante del mundo, y que la cuestión política más importante de nuestro tiempo es quién controla los datos.

—En el camino de Homo Sapiens a Homo Deus, ¿en qué etapa está nuestra especie "aquí y ahora"? ¿Por qué?

—Con toda probabilidad, somos una de las últimas generaciones de Homo Sapiens. Dentro de un siglo o dos, el mundo estará dominado por entidades que serán más diferentes de nosotros que lo que nosotros somos diferentes de los neandertales o los chimpancés. Hoy todavía compartimos con los neandertales y los chimpancés la mayoría de nuestras estructuras corporales, habilidades físicas y facultades mentales. No solo nuestras manos, ojos y cerebro son claramente homínidos, sino que también lo son nuestra lujuria, nuestro amor, nuestra ira y nuestros vínculos sociales. Dentro de 200 años, la combinación de la biotecnología y la inteligencia artificial podría dar como resultado rasgos corporales, físicos y mentales que se liberan por completo del molde homínido. Por ejemplo, las interfaces cerebro-computadora podrían dar como resultado cuerpos distribuidos, seres cuyos órganos se extienden ampliamente en el espacio. Algunos creen que la conciencia puede separarse de cualquier estructura orgánica y que pueden navegar libremente por el ciberespacio.

Entradas populares