Mourinho, contra las cuerdas
El técnico del Manchester United, enzarzado en discusiones con la plantilla y la directiva, tampoco logra resultados en su tercer año en Old Trafford
Jordi Quixano
Barcelona, El País
Una cámara le siguió a su llegada al AON Training Complex horas después de que firmara como entrenador del United en 2016. Sonriente, educado y accesible, José Mourinho se detenía a saludar a cada trabajador y futbolista de Carrington al tiempo que mostraba un agudo y afable sentido del humor. Se le tenía por el salvador y, con dinero en las arcas, nadie dudaba de que el club al fin daría el giro definitivo a su suerte porque en la ciudad, desde hace unos años, los aficionados del City miran por encima del hombro a los del United. Pero desde que se marchara Sir Alex Ferguson, en Old Trafford apenas se da una a derechas. No funcionó el primer relevo con Moyes como tampoco cuajó Van Gaal con su hierático libreto, donde impedía a los jugadores correr porque entendía que eso ya lo hacía el balón. Por lo que se fichó a Mourinho, adorado en Inglaterra por más que se conociera su agitado paso por el Madrid y su idilio con el Chelsea.
Se necesitaba volver a ganar y eso era algo que, a priori, garantizaba el portugués. Así lo demostró en el primer curso con la Supercopa inglesa, la Europa League y la Copa de la Liga. Aunque no se dio continuidad y firmó un segundo año en blanco que desesperó a la afición, que atiende con impotencia a la superioridad del City y del Liverpool, sus dos grandes e históricos contrincantes. En poco ayudó la derrota del pasado martes en la Carabao Cup (Copa de la Liga) frente al Derby County. Resultados deficientes, choque de impresiones del técnico con la directiva sobre los fichajes y discusiones con sus jugadores salpicado con la crítica de los rotativos ingleses, ha dado un cóctel explosivo que sugiere un mal final para el entrenador, aunque desde el club se sisee que se aguantará hasta acabar el curso. Entre otras cosas porque Mourinho, que sigue teniendo el apoyo de Old Trafford pero no del resto de aficionados del United por el mundo, como demuestran las redes sociales, renovó en enero pasado hasta 2020 a cambio de 23 millones de euros netos por temporada, lo que dispara su finiquito.
Inversión millonaria
Y eso que lo ha tenido todo. Junto a Mourinho llegó un desembolso mastodóntico de dinero, con 185 millones en el primer curso —Pogba costó 105 y llegó junto a Mkhitaryan, Bailly e Ibrahimovic (libre)— y 165 en el segundo con las figuras de Lukaku, Matic, Alexis Sánchez y Lindelöf. Pero ya en la temporada anterior se resquebrajó el manual del mister, incapaz de imponer su fútbol, a 19 puntos del City de Guardiola —su kriptonita en LaLiga y la Premier— y con batacazos sonoros como en la Champions frente al Sevilla o en la Copa de la Liga contra el Bristol City, además de la hiriente final de la FA Cup ante el Chelsea. Tónica que se ha extendido en este curso, toda vez que el equipo suma cuatro triunfos por tres derrotas y un empate.
La sequía, sin embargo, no merma la mordacidad de Mourinho, que hace unas semanas justificó las deficiencias del juego por la falta de inversión del club. “Entregué una lista al club con cinco futbolistas que me interesaban hace meses y no ha venido ninguno”, resolvió sin nombrar al central que no llegó —entre los que estaban Godín, Alderweireld, Maguire y Boateng—, pero apuntando directamente al CEO del United Ed Woodward, que consideró que el gasto de 82,7 millones en este verano —59 por Fred, 22 por Dalot y 1,70 por Grant— era más que suficiente. “No somos tan buenos como para ganar la Premier”, contestó el técnico. El problema es que tampoco parecen serlo para batir a cualquiera.
Le falten ingredientes o no al equipo, lo que está claro es que no funciona como tampoco lo hace el discurso de Mourinho, que tras caer por 0-3 ante el Tottenham se plantó en el césped para chocar las manos con todos sus jugadores mientras desfilaban al vestuario. “Sin el entrenador no hay unión”, resolvió. Aunque en este caso no parece la solución sino el problema porque las ha tenido de todos los colores con el vestuario. A Shaw le minusvaloró ante la prensa al considerar que le faltaba nivel tras sufrir una consecución terrorífica de lesiones; a Schweinsteiger lo puso a entrenar con el filial hasta que se marchó a la liga estadounidense; a Martial le multó con dos semanas de salario tras abandonar la gira para asistir al parto de su hijo; y ahora se las tiene con Pogba.
La discusión entre ambos ha hecho que el centrocampista intensifique sus ganas de salir de Old Trafford, hasta el punto de que se ofreció al Barcelona en verano y ahora le sitúan cerca de la Juve, su anterior club. Se marchará, presumiblemente, antes que Mourinho, que sigue en sus trece como explicó tras caer frente al Tottenham. “Seguid intentando criticarme, pero tengo tres Premiers, más que los otros 19 entrenadores juntos. Yo tres, ellos dos. ¡Respeto! ¡Respeto! ¡Respeto!”, vociferó para luego salir de malos modos de la sala de prensa.
Pero el United no funciona (está a ocho puntos del Liverpool, líder, y su diferencia de goles a es de cero mientras que la del City es de +16) y tampoco parece que este curso sea el año que vaticinó Mourinho —“necesito tres años”, dijo a su llegada—, que ya no muestra su sonrisa afable ni se para a conversar con todos en Carrington. Quizá porque, al contrario que los otros entrenadores (Guardiola, Luis Enrique, Zidane…), resulta que tres son demasiados años de desgaste. Y más, sin títulos grandes que celebrar.
Rifirrafe público con Pogba
Después del raquítico empate ante el Wolverhampton en el último duelo de la Premier, Pogba agarró el micro. “Los equipos tienen miedo cuando ven al United atacar y en casa debemos atacar, atacar y atacar. Ese fue nuestro error”, expuso con acidez y en consonancia con la heráldica filosofía del 4-4-2 y el juego al abordaje que se añora en Old Trafford y que choca con el ya extendido José, parks the bus [aparca el autobús] que se lee en la prensa, se escucha en las ondas y se mofan en los estadios.
“Yo no puedo decir cómo hacerlo porque soy un jugador, no el entrenador”, insistió Pogba en tono crítico. Pocas horas después, Mourinho le quitó la razón y el brazalete de capitán —era el segundo por detrás de Valencia—, también ante los medios de comunicación. “Una decisión que puedo tomar como entrenador y no tengo que explicarla a nadie”, soltó, irónico. Aunque, agregó: “No hay nada más en absoluto, no hay ningún problema”. Palabras vacías que le abofetearon ante el Derby County de Frank Lampard porque Pogba, que se quedó en la grada porque el técnico hizo muchas rotaciones al ser en teoría un rival inferior, colgó un vídeo en las redes sociales que ha levantado una buena polvareda. En él, se ve a Pogba junto a Shaw y Pereira sonrientes —“¿Por qué te ríes?”, bromea Pogba con Shaw tras el duelo— y complacidos. Un nuevo capítulo que se añadió al de ayer por la mañana, cuando el francés llegó al entrenamiento y saludo al técnico al tiempo que este le afeó su comportamiento porque se ve un cruce de declaraciones y gestos fingidos de asombro de Pogba, que es de los pocos que rinde; cuatro goles y dos asistencias en siete partidos.
Jordi Quixano
Barcelona, El País
Una cámara le siguió a su llegada al AON Training Complex horas después de que firmara como entrenador del United en 2016. Sonriente, educado y accesible, José Mourinho se detenía a saludar a cada trabajador y futbolista de Carrington al tiempo que mostraba un agudo y afable sentido del humor. Se le tenía por el salvador y, con dinero en las arcas, nadie dudaba de que el club al fin daría el giro definitivo a su suerte porque en la ciudad, desde hace unos años, los aficionados del City miran por encima del hombro a los del United. Pero desde que se marchara Sir Alex Ferguson, en Old Trafford apenas se da una a derechas. No funcionó el primer relevo con Moyes como tampoco cuajó Van Gaal con su hierático libreto, donde impedía a los jugadores correr porque entendía que eso ya lo hacía el balón. Por lo que se fichó a Mourinho, adorado en Inglaterra por más que se conociera su agitado paso por el Madrid y su idilio con el Chelsea.
Se necesitaba volver a ganar y eso era algo que, a priori, garantizaba el portugués. Así lo demostró en el primer curso con la Supercopa inglesa, la Europa League y la Copa de la Liga. Aunque no se dio continuidad y firmó un segundo año en blanco que desesperó a la afición, que atiende con impotencia a la superioridad del City y del Liverpool, sus dos grandes e históricos contrincantes. En poco ayudó la derrota del pasado martes en la Carabao Cup (Copa de la Liga) frente al Derby County. Resultados deficientes, choque de impresiones del técnico con la directiva sobre los fichajes y discusiones con sus jugadores salpicado con la crítica de los rotativos ingleses, ha dado un cóctel explosivo que sugiere un mal final para el entrenador, aunque desde el club se sisee que se aguantará hasta acabar el curso. Entre otras cosas porque Mourinho, que sigue teniendo el apoyo de Old Trafford pero no del resto de aficionados del United por el mundo, como demuestran las redes sociales, renovó en enero pasado hasta 2020 a cambio de 23 millones de euros netos por temporada, lo que dispara su finiquito.
Inversión millonaria
Y eso que lo ha tenido todo. Junto a Mourinho llegó un desembolso mastodóntico de dinero, con 185 millones en el primer curso —Pogba costó 105 y llegó junto a Mkhitaryan, Bailly e Ibrahimovic (libre)— y 165 en el segundo con las figuras de Lukaku, Matic, Alexis Sánchez y Lindelöf. Pero ya en la temporada anterior se resquebrajó el manual del mister, incapaz de imponer su fútbol, a 19 puntos del City de Guardiola —su kriptonita en LaLiga y la Premier— y con batacazos sonoros como en la Champions frente al Sevilla o en la Copa de la Liga contra el Bristol City, además de la hiriente final de la FA Cup ante el Chelsea. Tónica que se ha extendido en este curso, toda vez que el equipo suma cuatro triunfos por tres derrotas y un empate.
La sequía, sin embargo, no merma la mordacidad de Mourinho, que hace unas semanas justificó las deficiencias del juego por la falta de inversión del club. “Entregué una lista al club con cinco futbolistas que me interesaban hace meses y no ha venido ninguno”, resolvió sin nombrar al central que no llegó —entre los que estaban Godín, Alderweireld, Maguire y Boateng—, pero apuntando directamente al CEO del United Ed Woodward, que consideró que el gasto de 82,7 millones en este verano —59 por Fred, 22 por Dalot y 1,70 por Grant— era más que suficiente. “No somos tan buenos como para ganar la Premier”, contestó el técnico. El problema es que tampoco parecen serlo para batir a cualquiera.
Le falten ingredientes o no al equipo, lo que está claro es que no funciona como tampoco lo hace el discurso de Mourinho, que tras caer por 0-3 ante el Tottenham se plantó en el césped para chocar las manos con todos sus jugadores mientras desfilaban al vestuario. “Sin el entrenador no hay unión”, resolvió. Aunque en este caso no parece la solución sino el problema porque las ha tenido de todos los colores con el vestuario. A Shaw le minusvaloró ante la prensa al considerar que le faltaba nivel tras sufrir una consecución terrorífica de lesiones; a Schweinsteiger lo puso a entrenar con el filial hasta que se marchó a la liga estadounidense; a Martial le multó con dos semanas de salario tras abandonar la gira para asistir al parto de su hijo; y ahora se las tiene con Pogba.
La discusión entre ambos ha hecho que el centrocampista intensifique sus ganas de salir de Old Trafford, hasta el punto de que se ofreció al Barcelona en verano y ahora le sitúan cerca de la Juve, su anterior club. Se marchará, presumiblemente, antes que Mourinho, que sigue en sus trece como explicó tras caer frente al Tottenham. “Seguid intentando criticarme, pero tengo tres Premiers, más que los otros 19 entrenadores juntos. Yo tres, ellos dos. ¡Respeto! ¡Respeto! ¡Respeto!”, vociferó para luego salir de malos modos de la sala de prensa.
Pero el United no funciona (está a ocho puntos del Liverpool, líder, y su diferencia de goles a es de cero mientras que la del City es de +16) y tampoco parece que este curso sea el año que vaticinó Mourinho —“necesito tres años”, dijo a su llegada—, que ya no muestra su sonrisa afable ni se para a conversar con todos en Carrington. Quizá porque, al contrario que los otros entrenadores (Guardiola, Luis Enrique, Zidane…), resulta que tres son demasiados años de desgaste. Y más, sin títulos grandes que celebrar.
Rifirrafe público con Pogba
Después del raquítico empate ante el Wolverhampton en el último duelo de la Premier, Pogba agarró el micro. “Los equipos tienen miedo cuando ven al United atacar y en casa debemos atacar, atacar y atacar. Ese fue nuestro error”, expuso con acidez y en consonancia con la heráldica filosofía del 4-4-2 y el juego al abordaje que se añora en Old Trafford y que choca con el ya extendido José, parks the bus [aparca el autobús] que se lee en la prensa, se escucha en las ondas y se mofan en los estadios.
“Yo no puedo decir cómo hacerlo porque soy un jugador, no el entrenador”, insistió Pogba en tono crítico. Pocas horas después, Mourinho le quitó la razón y el brazalete de capitán —era el segundo por detrás de Valencia—, también ante los medios de comunicación. “Una decisión que puedo tomar como entrenador y no tengo que explicarla a nadie”, soltó, irónico. Aunque, agregó: “No hay nada más en absoluto, no hay ningún problema”. Palabras vacías que le abofetearon ante el Derby County de Frank Lampard porque Pogba, que se quedó en la grada porque el técnico hizo muchas rotaciones al ser en teoría un rival inferior, colgó un vídeo en las redes sociales que ha levantado una buena polvareda. En él, se ve a Pogba junto a Shaw y Pereira sonrientes —“¿Por qué te ríes?”, bromea Pogba con Shaw tras el duelo— y complacidos. Un nuevo capítulo que se añadió al de ayer por la mañana, cuando el francés llegó al entrenamiento y saludo al técnico al tiempo que este le afeó su comportamiento porque se ve un cruce de declaraciones y gestos fingidos de asombro de Pogba, que es de los pocos que rinde; cuatro goles y dos asistencias en siete partidos.