Macron admite la responsabilidad de Francia en las torturas y desapariciones en Argelia
El presidente de la República, en un gesto insólito, reconoce el papel del Estado en la muerte del joven comunista Maurice Audin en 1957, y pide perdón a la viuda
Marc Bassets
París, El País
El presidente francés, Emmanuel Macron, abordó este jueves de frente, sin tabúes, uno de los episodios más tenebrosos de la historia reciente de Francia: las torturas y desapariciones masivas durante la guerra de Argelia. Macron reconoció, en nombre de la República, que el asesinato del joven matemático comunista Maurice Audin en 1957, hasta ahora nunca reconocido oficialmente, fue posible por un sistema instaurado legalmente y permitido por los gobiernos de la época.
Las heridas de Argelia, la colonia que se independizó en 1962 y dejó cerca de medio millón de muertos en ambos bandos, siguen marcando la sociedad francesa. Audin tenía 25 años y era profesor ayudante de matemáticas en la Universidad de Argel cuando, el 11 de junio de 1957, fue detenido sin orden judicial por los paracaidistas del general Jacques Massu. A principios de año, Massu había desembarcado con 8.000 paracaidistas tras una ola de atentados del Frente de Liberación Nacional en los meses anteriores.
En el caso de Audin, miembro del ilegalizado Partido Comunista Argelino y militante independentista, a los paracaidistas les amparaba el decreto que, de acuerdo con la ley de poderes especiales del Parlamento francés, permitía que el ejército asumiese tareas policiales. Estas incluían la detención e interrogación de sospechosos.
Diez días después de la detención de Audin, el 21 de junio, las autoridades notificaron a su esposa, Josette Audin, que se había evadido durante un traslado. Nunca más supo de él. Dos libros publicados a finales de los años 50, La pregunta, de Henri Alleg —torturado en el mismo tiempo y lugares que Audin— y El caso Audin, del historiador Pierre Vidal-Naquet, señalaron las incoherencias de la versión oficial.
Los recursos ante la justicia fueron infructuosos, pero los investigadores, con Vidal Naquet a la cabeza, ya habían concluido desde hace tiempo que Audin fue ejecutado por militares franceses. Faltaba el reconocimiento oficial. Macron dice, en una declaración escrita, que los testimonios sobre el caso despejan toda duda: Audin fue torturado. Da por cierta su muerte a manos de militares franceses. Y señala que su desaparición no fue un hecho anecdótico sino consecuencia de un sistema no legal pero sí amparado por el Estado.
“La tortura no dejo de ser un crimen a ojos de la ley, pero se desarrolló porque quedaba impune”, escribe el presidente. “Al fracasar en la prevención y el castigo de la tortura, los gobiernos sucesivos pusieron en peligro la supervivencia de hombres y mujeres capturados por las fuerzas del orden”.
Macron visitó a la viuda en su domicilio en las afueras de París y le entregó el documento. Cuando ella le dio las gracias, le respondió, según Le Parisien: "Me corresponde a mí pedirle perdón, así que no me tiene que decir nada. Restauramos un poco lo que habría tenido que hacerse antes".
El historiador francés Benjamin Stora, nacido en Argelia, comparó en Le Monde la declaración de Macron con otros discursos de calado sobre la historia. Stora cita al presidente Jacques Chirac, que en 1995 reconoció el papel de Francia en la persecución de judíos franceses durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial. La colaboración con el nazismo es uno de los traumas que define la Francia contemporánea. El otro es Argelia, “este conflicto que nunca terminaba, en [las] mentes y en [los] corazones”, en palabras de Stora.
Para Macron, que nació 15 años después del final de la guerra, esta ya es historia. En campaña electoral, cuando aún no era jefe de Estado, dijo durante un viaje a Argelia que la colonización fue un “crimen contra la humanidad”, frase que suscitó críticas entre la comunidad pied noir, los repatriados de origen europeo que tuvieron que marcharse a Francia tras la independencia.
En Francia se mezcla hoy, millones de personas ligadas a Argelia, y sus descendientes: pied noirs, inmigrantes económicos argelinos, argelinos que colaboraron con las fuerzas francesas y tuvieron que exiliarse, y excombatientes. Desde fenómenos como la fortaleza del partido de la extrema derecha a la tentación yihadista para jóvenes de los barrios más desfavorecidos no se explican sin este pasado. "¿Cuál es el interés, para el presidente, de reabrir heridas evocando el caso de Maurice Audin? Desea aprovecharse de la división de los franceses, en vez de unirlos en un proyecto", dijo Marine Le Pen, presidenta de Reagrupamiento Nacional (antiguo Frente Nacional, partido fundado por veteranos de Argelia como su padre, Jean-Marie Le Pen).
Macron recuerda en la declaración que la vía judicial se cerró “definitivamente en 1962, debido a los decretos de amnistía adoptados al final de la guerra de Argelia, que pusieron fin a toda posibilidad de denuncia”. Su objetivo es otro. “Que esta historia sea conocida”, escribe, “que se mire con valentía y lucidez”. Esto incluye la apertura de los archivos sobre los desaparecidos. La tarea es patriótica. “Se trata", según Macron, "del deber de verdad que incumbe a la República Francesa, que, en este terreno como en otros, debe mostrar la vía, porque solo por medio de la verdad es posible la reconciliación y no hay libertad, igualdad y fraternidad sin ejercicio de verdad”.
Marc Bassets
París, El País
El presidente francés, Emmanuel Macron, abordó este jueves de frente, sin tabúes, uno de los episodios más tenebrosos de la historia reciente de Francia: las torturas y desapariciones masivas durante la guerra de Argelia. Macron reconoció, en nombre de la República, que el asesinato del joven matemático comunista Maurice Audin en 1957, hasta ahora nunca reconocido oficialmente, fue posible por un sistema instaurado legalmente y permitido por los gobiernos de la época.
Las heridas de Argelia, la colonia que se independizó en 1962 y dejó cerca de medio millón de muertos en ambos bandos, siguen marcando la sociedad francesa. Audin tenía 25 años y era profesor ayudante de matemáticas en la Universidad de Argel cuando, el 11 de junio de 1957, fue detenido sin orden judicial por los paracaidistas del general Jacques Massu. A principios de año, Massu había desembarcado con 8.000 paracaidistas tras una ola de atentados del Frente de Liberación Nacional en los meses anteriores.
En el caso de Audin, miembro del ilegalizado Partido Comunista Argelino y militante independentista, a los paracaidistas les amparaba el decreto que, de acuerdo con la ley de poderes especiales del Parlamento francés, permitía que el ejército asumiese tareas policiales. Estas incluían la detención e interrogación de sospechosos.
Diez días después de la detención de Audin, el 21 de junio, las autoridades notificaron a su esposa, Josette Audin, que se había evadido durante un traslado. Nunca más supo de él. Dos libros publicados a finales de los años 50, La pregunta, de Henri Alleg —torturado en el mismo tiempo y lugares que Audin— y El caso Audin, del historiador Pierre Vidal-Naquet, señalaron las incoherencias de la versión oficial.
Los recursos ante la justicia fueron infructuosos, pero los investigadores, con Vidal Naquet a la cabeza, ya habían concluido desde hace tiempo que Audin fue ejecutado por militares franceses. Faltaba el reconocimiento oficial. Macron dice, en una declaración escrita, que los testimonios sobre el caso despejan toda duda: Audin fue torturado. Da por cierta su muerte a manos de militares franceses. Y señala que su desaparición no fue un hecho anecdótico sino consecuencia de un sistema no legal pero sí amparado por el Estado.
“La tortura no dejo de ser un crimen a ojos de la ley, pero se desarrolló porque quedaba impune”, escribe el presidente. “Al fracasar en la prevención y el castigo de la tortura, los gobiernos sucesivos pusieron en peligro la supervivencia de hombres y mujeres capturados por las fuerzas del orden”.
Macron visitó a la viuda en su domicilio en las afueras de París y le entregó el documento. Cuando ella le dio las gracias, le respondió, según Le Parisien: "Me corresponde a mí pedirle perdón, así que no me tiene que decir nada. Restauramos un poco lo que habría tenido que hacerse antes".
El historiador francés Benjamin Stora, nacido en Argelia, comparó en Le Monde la declaración de Macron con otros discursos de calado sobre la historia. Stora cita al presidente Jacques Chirac, que en 1995 reconoció el papel de Francia en la persecución de judíos franceses durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial. La colaboración con el nazismo es uno de los traumas que define la Francia contemporánea. El otro es Argelia, “este conflicto que nunca terminaba, en [las] mentes y en [los] corazones”, en palabras de Stora.
Para Macron, que nació 15 años después del final de la guerra, esta ya es historia. En campaña electoral, cuando aún no era jefe de Estado, dijo durante un viaje a Argelia que la colonización fue un “crimen contra la humanidad”, frase que suscitó críticas entre la comunidad pied noir, los repatriados de origen europeo que tuvieron que marcharse a Francia tras la independencia.
En Francia se mezcla hoy, millones de personas ligadas a Argelia, y sus descendientes: pied noirs, inmigrantes económicos argelinos, argelinos que colaboraron con las fuerzas francesas y tuvieron que exiliarse, y excombatientes. Desde fenómenos como la fortaleza del partido de la extrema derecha a la tentación yihadista para jóvenes de los barrios más desfavorecidos no se explican sin este pasado. "¿Cuál es el interés, para el presidente, de reabrir heridas evocando el caso de Maurice Audin? Desea aprovecharse de la división de los franceses, en vez de unirlos en un proyecto", dijo Marine Le Pen, presidenta de Reagrupamiento Nacional (antiguo Frente Nacional, partido fundado por veteranos de Argelia como su padre, Jean-Marie Le Pen).
Macron recuerda en la declaración que la vía judicial se cerró “definitivamente en 1962, debido a los decretos de amnistía adoptados al final de la guerra de Argelia, que pusieron fin a toda posibilidad de denuncia”. Su objetivo es otro. “Que esta historia sea conocida”, escribe, “que se mire con valentía y lucidez”. Esto incluye la apertura de los archivos sobre los desaparecidos. La tarea es patriótica. “Se trata", según Macron, "del deber de verdad que incumbe a la República Francesa, que, en este terreno como en otros, debe mostrar la vía, porque solo por medio de la verdad es posible la reconciliación y no hay libertad, igualdad y fraternidad sin ejercicio de verdad”.