La impresentable expulsión de Cristiano
Alfredo Relaño
As
En las fotos de jugadas de área de antes de la guerra se podía ver a un señor de traje negro sentado en una sillita de enea junto al palo. Era el ‘juez de gol’, del que se asesoraba el árbitro en casos de ‘goles fantasma’, frecuentes en tiempos en que el estado de las redes era malo. Con el tiempo, los espectadores menos educados, que fueron a más, hicieron de esos jueces de gol objeto de su puntería con cualquier tipo de cosa, y hubo que quitarlos. Hace unos años Platini, que era contrario al VAR, los restableció en las competiciones europeas, en la idea de que doce ojos (cuento ya también el cuarto árbitro), ven más que ocho.
La primera impresión es que no servían para nada, porque les vimos comerse cada cosa... Pero visto lo de Cristiano Ronaldo, casi echo en falta aquella inhibición permanente. Un entrometido llamado Marco Fritz creyó ver no sé qué en un mínimo roce entre Cristiano y Murillo, y Brych tuvo que atenderle y expulsó a Cristiano. Viéndole cómo lloraba se le partía a uno el alma. Y se le parte más cuando se piensa que por menos de nada le van a caer entre uno y tres partidos, porque la UEFA no es nada proclive a hacer eso de lo que aquí se abusa (recuerden la retirada de la tarjeta a Roque Mesa), y en Cristiano a la injusticia se añadirá el escarnio.
No puede circular por el fútbol gente tan ligera de juicio como ese entrometido que situaron tras la raya, que comprometió a su compañero-jefe, Brych, amargó a Cristiano y nos ensombreció la mirada a todos. Por desgracia, esa especie de corporativismo de poder en el que se mezclan árbitros y burócratas en la UEFA me temo que le deje impune. No imagino una sanción para él, pero la merecería, y a ser posible larga, para que medite. Porque expulsar a alguien de cualquier sitio, un restaurante, un autobús o un campo de fútbol, es someterle a una humillación, y para eso hacen falta motivos serios, no la arbitrariedad de un diletante.
As
En las fotos de jugadas de área de antes de la guerra se podía ver a un señor de traje negro sentado en una sillita de enea junto al palo. Era el ‘juez de gol’, del que se asesoraba el árbitro en casos de ‘goles fantasma’, frecuentes en tiempos en que el estado de las redes era malo. Con el tiempo, los espectadores menos educados, que fueron a más, hicieron de esos jueces de gol objeto de su puntería con cualquier tipo de cosa, y hubo que quitarlos. Hace unos años Platini, que era contrario al VAR, los restableció en las competiciones europeas, en la idea de que doce ojos (cuento ya también el cuarto árbitro), ven más que ocho.
La primera impresión es que no servían para nada, porque les vimos comerse cada cosa... Pero visto lo de Cristiano Ronaldo, casi echo en falta aquella inhibición permanente. Un entrometido llamado Marco Fritz creyó ver no sé qué en un mínimo roce entre Cristiano y Murillo, y Brych tuvo que atenderle y expulsó a Cristiano. Viéndole cómo lloraba se le partía a uno el alma. Y se le parte más cuando se piensa que por menos de nada le van a caer entre uno y tres partidos, porque la UEFA no es nada proclive a hacer eso de lo que aquí se abusa (recuerden la retirada de la tarjeta a Roque Mesa), y en Cristiano a la injusticia se añadirá el escarnio.
No puede circular por el fútbol gente tan ligera de juicio como ese entrometido que situaron tras la raya, que comprometió a su compañero-jefe, Brych, amargó a Cristiano y nos ensombreció la mirada a todos. Por desgracia, esa especie de corporativismo de poder en el que se mezclan árbitros y burócratas en la UEFA me temo que le deje impune. No imagino una sanción para él, pero la merecería, y a ser posible larga, para que medite. Porque expulsar a alguien de cualquier sitio, un restaurante, un autobús o un campo de fútbol, es someterle a una humillación, y para eso hacen falta motivos serios, no la arbitrariedad de un diletante.