La crisis económica acorrala a Mauricio Macri
Los mercados presionan para acelerar el ajuste fiscal en Argentina, pero temen a las consecuencias políticas
Federico Rivas Molina
Buenos Aires, El País
El derrumbe de la economía argentina sacude el tablero político a poco más de un año para las elecciones generales. Para reabrir el grifo del crédito, el Fondo Monetario Internacional y los inversores privados exigen a Mauricio Macri un plan económico que elimine el déficit fiscal. Pero lograr ese objetivo requiere duros recortes en el gasto público y un acuerdo con la oposición peronista, un escenario poco propicio para las aspiraciones de reelección del Presidente en 2019. El equipo económico, muy cuestionado, anunciará el lunes una batería de medidas destinada a reestablecer la confianza de los mercados, mientras los argentinos buscan cómo resguardarse de una crisis que se agrava cada vez más.
El peso se ha devaluado más de un 50% frente al dólar en lo que va de año y el Banco Central atacó el problema desde la ortodoxia: subió los tipos de interés e intervino en el mercado cambiario para sostener la moneda. Desde el jueves, la tasa de referencia argentina es del 60%, un récord mundial que triplica a la de Venezuela y es nueve veces más alta que la de Brasil, su principal socio comercial. La sangría de reservas internacionales para frenar la devaluación es también significativa: sólo el viernes subastó 250 millones para contener la depreciación del peso y logró recuperar un 5% de su valor tras el desplome del 14% del día anterior.
El diagnóstico de los expertos es casi unánime: Argentina enfrenta un problema de falta de confianza, más que de solidez económica. "Las provincias tienen superávit fiscal, los bancos están capitalizados y sanos, el Gobierno trabaja para llegar al déficit cero cuanto antes y el problema de liquidez está resuelto por el acuerdo con el FMI", que aportó un rescate de 50.000 millones de dólares, dice el presidente de HSBC Argentina, Gabriel Martino. "El FMI garantiza liquidez para el déficit fiscal y los niveles de deuda en relación al PIB están en niveles adecuados. No estamos ante una crisis de solvencia o de liquidez", confirma desde Nueva York Siobhan Morden, directora general del holding financiero Nomura.
Desde Wall Street plantean que el Gobierno no tiene otra alternativa que acelerar el ajuste y reducir el déficit. El compromiso del 1,3% para 2019 debe rebajarse aún más y acercarse al punto de equilibrio. "La estrategia del gradualismo fiscal se agotó. Se necesita un shock fiscal", asegura Alberto Ramos, director para América Latina de Goldman Sachs. Para Ramos, Macri no provocó los problemas económicos actuales, sino que los heredó del kirchnerismo, pero el cambio de la situación económica mundial, con la fuga de dólares desde los mercados emergentes, impide que los resuelva de forma paulatina, tal y como se había propuesto. "La aceleración del ajuste fiscal es muy difícil desde el punto de vista político y económico, pero es la menos costosa. No hacer nada es peor porque el mercado está muy nervioso", advierte Ramos. Entre las medidas esperadas para ser anunciadas hoy hay un torniquete al gasto público y subidas de impuestos.
Desplome de popularidad
Ajuste y déficit cero son dos conceptos que generan escalofríos a los argentinos. Remiten a grandes crisis económicas, como la que en 2001 hizo saltar por los aires a todo el sistema. En aquella crisis, la economía estaba encorsetada por un tipo de cambio fijo, la convertibilidad ideada por el ministro Domingo Cavallo en los años 90. Ahora, la dificultad para ajustar es política. Los límites fueron evidentes el pasado diciembre, cuando hubo movilizaciones multitudinarias y graves disturbios en rechazo a la rebaja de las pensiones. El Gobierno acababa de recibir un enorme espaldarazo en las urnas, Macri contaba con una imagen positiva del 60% y encontró aliados en la oposición, pero no pudo evitar la presión de la calle. Nueve meses después, la situación es más complicada: la popularidad del presidente se ha desplomado hasta el 35% y la oposición tiene en mente las elecciones de 2019.
En ningún país de América Latina es tan difícil como en Argentina sacar adelante reformas impopulares. "Hay que buscar un mayor ajuste, es el único sendero. El problema es que el éxito del programa económico depende de la continuidad política, de la reelección de Macri. Y ahora hay mayor riesgo del lado político por el ajuste", admite Morden. Lo cierto es que la continuidad de Macri ya no está garantizada. "El Presidente está hablando a los mercados, al FMI, no le está hablando a la gente", advierte Mercedes D'Alessandro, catedrática de la Universidad de General Sarmiento y fundadora de Economía Feminista. Las encuestas reflejan que la mayoría de la población cree que ahora está peor que en 2015, aunque la división del peronismo sigue beneficiando las aspiraciones políticas de Macri.
En este escenario, los peronistas parecen tener, una vez más, la llave de la gobernabilidad. Macri los necesita para sacar adelante el ajuste y mantener, al mismo tiempo, la paz social. El poder está en manos de los gobernadores de las provincias, que tienen bajo su control el Senado. Sus legisladores serán claves durante el debate del presupuesto de 2019, que decidirá quién pagará el ajuste fiscal. El problema es que muchos de esos líderes del interior tienen aspiraciones presidenciales y juegan entre un apoyo que evite el desastre y la distancia que los mantenga a salvo de las malas noticias. La política argentina sólo es apta para equilibristas.
Federico Rivas Molina
Buenos Aires, El País
El derrumbe de la economía argentina sacude el tablero político a poco más de un año para las elecciones generales. Para reabrir el grifo del crédito, el Fondo Monetario Internacional y los inversores privados exigen a Mauricio Macri un plan económico que elimine el déficit fiscal. Pero lograr ese objetivo requiere duros recortes en el gasto público y un acuerdo con la oposición peronista, un escenario poco propicio para las aspiraciones de reelección del Presidente en 2019. El equipo económico, muy cuestionado, anunciará el lunes una batería de medidas destinada a reestablecer la confianza de los mercados, mientras los argentinos buscan cómo resguardarse de una crisis que se agrava cada vez más.
El peso se ha devaluado más de un 50% frente al dólar en lo que va de año y el Banco Central atacó el problema desde la ortodoxia: subió los tipos de interés e intervino en el mercado cambiario para sostener la moneda. Desde el jueves, la tasa de referencia argentina es del 60%, un récord mundial que triplica a la de Venezuela y es nueve veces más alta que la de Brasil, su principal socio comercial. La sangría de reservas internacionales para frenar la devaluación es también significativa: sólo el viernes subastó 250 millones para contener la depreciación del peso y logró recuperar un 5% de su valor tras el desplome del 14% del día anterior.
El diagnóstico de los expertos es casi unánime: Argentina enfrenta un problema de falta de confianza, más que de solidez económica. "Las provincias tienen superávit fiscal, los bancos están capitalizados y sanos, el Gobierno trabaja para llegar al déficit cero cuanto antes y el problema de liquidez está resuelto por el acuerdo con el FMI", que aportó un rescate de 50.000 millones de dólares, dice el presidente de HSBC Argentina, Gabriel Martino. "El FMI garantiza liquidez para el déficit fiscal y los niveles de deuda en relación al PIB están en niveles adecuados. No estamos ante una crisis de solvencia o de liquidez", confirma desde Nueva York Siobhan Morden, directora general del holding financiero Nomura.
Desde Wall Street plantean que el Gobierno no tiene otra alternativa que acelerar el ajuste y reducir el déficit. El compromiso del 1,3% para 2019 debe rebajarse aún más y acercarse al punto de equilibrio. "La estrategia del gradualismo fiscal se agotó. Se necesita un shock fiscal", asegura Alberto Ramos, director para América Latina de Goldman Sachs. Para Ramos, Macri no provocó los problemas económicos actuales, sino que los heredó del kirchnerismo, pero el cambio de la situación económica mundial, con la fuga de dólares desde los mercados emergentes, impide que los resuelva de forma paulatina, tal y como se había propuesto. "La aceleración del ajuste fiscal es muy difícil desde el punto de vista político y económico, pero es la menos costosa. No hacer nada es peor porque el mercado está muy nervioso", advierte Ramos. Entre las medidas esperadas para ser anunciadas hoy hay un torniquete al gasto público y subidas de impuestos.
Desplome de popularidad
Ajuste y déficit cero son dos conceptos que generan escalofríos a los argentinos. Remiten a grandes crisis económicas, como la que en 2001 hizo saltar por los aires a todo el sistema. En aquella crisis, la economía estaba encorsetada por un tipo de cambio fijo, la convertibilidad ideada por el ministro Domingo Cavallo en los años 90. Ahora, la dificultad para ajustar es política. Los límites fueron evidentes el pasado diciembre, cuando hubo movilizaciones multitudinarias y graves disturbios en rechazo a la rebaja de las pensiones. El Gobierno acababa de recibir un enorme espaldarazo en las urnas, Macri contaba con una imagen positiva del 60% y encontró aliados en la oposición, pero no pudo evitar la presión de la calle. Nueve meses después, la situación es más complicada: la popularidad del presidente se ha desplomado hasta el 35% y la oposición tiene en mente las elecciones de 2019.
En ningún país de América Latina es tan difícil como en Argentina sacar adelante reformas impopulares. "Hay que buscar un mayor ajuste, es el único sendero. El problema es que el éxito del programa económico depende de la continuidad política, de la reelección de Macri. Y ahora hay mayor riesgo del lado político por el ajuste", admite Morden. Lo cierto es que la continuidad de Macri ya no está garantizada. "El Presidente está hablando a los mercados, al FMI, no le está hablando a la gente", advierte Mercedes D'Alessandro, catedrática de la Universidad de General Sarmiento y fundadora de Economía Feminista. Las encuestas reflejan que la mayoría de la población cree que ahora está peor que en 2015, aunque la división del peronismo sigue beneficiando las aspiraciones políticas de Macri.
En este escenario, los peronistas parecen tener, una vez más, la llave de la gobernabilidad. Macri los necesita para sacar adelante el ajuste y mantener, al mismo tiempo, la paz social. El poder está en manos de los gobernadores de las provincias, que tienen bajo su control el Senado. Sus legisladores serán claves durante el debate del presupuesto de 2019, que decidirá quién pagará el ajuste fiscal. El problema es que muchos de esos líderes del interior tienen aspiraciones presidenciales y juegan entre un apoyo que evite el desastre y la distancia que los mantenga a salvo de las malas noticias. La política argentina sólo es apta para equilibristas.