Florence provoca el caos con inundaciones y cortes masivos de electricidad
La tormenta tropical causa ya 11 muertes y deja cerca de 850.000 hogares sin servicio eléctrico
Antonia Laborde
Charlotte, El País
El pánico antes de que Florence tocara tierra —cuando era un huracán de categoría cuatro sobre cinco— era que abofeteara sin piedad la costa este estadounidense. Pero la que ahora es solo una tormenta tropical se ha convertido en una amenaza mortal por haber prácticamente aparcado sobre Carolina del Norte y Carolina del Sur. El viento que choca en los rostros de los pocos transeúntes que circulan por las zonas afectadas sopla a 75 kilómetros por hora, aunque la lluvia que arrastra ya ha inundado ciudades enteras y ha bloqueando el suministro eléctrico a casi un millón de hogares.
"Florence descarga cantidades épicas de lluvia", dijo Roy Cooper, el gobernador de Carolina del Norte, quien confirmó la muerte de cinco personas relacionadas con la tormenta, mientras que "varias más" están bajo investigación. A ellas se suma el fallecimiento de una mujer que murió el viernes por la noche en Carolina del Sur cuando el coche que conducía chocó contra un árbol derribado. A primera hora de la tarde se ha conocido el fallecimiento de otras cinco personas, que ha dejado el balance de fallecidos en once.
Charlotte y Asheville son las dos ciudades de Carolina del Norte que mayor riesgo corren en el recorrido de la tormenta hacia el interior y antes de que oscile hacia el norte sobre las montañas Apalaches y el valle de Ohio. Se estima que llegará a las dos de la madrugada (hora local). Los vientos y lluvias que llegaron de avanzada dejaron sin luz a cerca de 11.000 hogares en Charlotte y volcaron algunos árboles. "Esta será la peor tormenta que ha visto la ciudad. Será peor que Hugo (el huracán de 1998 que dejó 34 muertos)”, advirtió Jack Raisanen, de la Cruz Roja Americana.
Los habitantes de Charlotte, una localidad que ha servido de refugio para cientos de evacuados de la costa, tienen la orden de permanecer en sus casas. Y la están cumpliendo a cabalidad. Muy pocos se dejan ver por las calles húmedas de la ciudad, azotadas por fuertes vientos que remecen los enormes árboles de las avenidas. “Compré comida y alcohol así que estoy preparada”, dice Jackie, de 30 años, mientras pasea a su perro bajo la lluvia. Aunque es su primera tormenta tropical importante, no tiene miedo. “Si pasa, pasa. Es lo mismo que piensa mi abuela. Ella vive en la Costa de Carolina del Sur y no evacuó”, comenta.
Avisos puerta a puerta para evacuar
Las catastróficas inundaciones obligaron a los trabajadores de emergencia a ir este viernes puerta por puerta instando a la gente a huir de las crecientes aguas. En New Bern, una ciudad costera atravesada por un río desbordado, los rescatistas se pasearon en botes hinchables recogiendo a las personas que no siguieron la orden. Más de 360 personas han sido llevadas a un refugio desde el jueves por la noche. Helder Costa, de 39 años, no pudo evacuar su casa porque su esposa es enfermera y el personal de salud tiene el deber de quedarse en las zonas de emergencia. “Es mi séptimo huracán. Si bien Charlie, en Florida, fue más potente, este me ha dado más miedo. El problema no es el viento, es el agua. Avanza tan lento que el río no deja de crecer”, comenta desde su residencia ubicada en una zona alta de la costa, lo que le permite estar fuera de peligro por el momento.
Desde su ventana, Costa ve cómo una pequeña edificación de concreto que había construido su vecino está destruida. Del otro lado de la casa ya no consigue ver el muelle que unía su patio con el río. Su esposa no pudo ir a trabajar el jueves porque estaban totalmente aislados, pero sí lo hizo el viernes. “Me ha dicho que algunas personas han muerto encerrados en sus áticos. Es información que todavía no han entregado”, afirma mientras aclara que no forman parte de las cifras oficiales.
Si bien Charlie, en Florida, fue más potente, este me ha dado más miedo. El problema no es el viento, es el agua
Helder Costa, 39 años
El “épico” diluvio tiene preocupadas a las ciudades del interior de la costa. La ruta de la tormenta tropical está alimentando hasta reventar los ríos y arroyos en las Carolinas. En el condado de Harnett, a unos 150 kilómetros tierra adentro, ordenaron evacuar a los residentes de unas 1.100 viviendas porque el río Lower Little estaba subiendo a niveles récord. "No regresen a casa hasta que pase la tormenta y obtengan el visto bueno de las autoridades", advirtió Cooper a los residentes. El Servicio Meteorológico Nacional pronostica que el río alcanzará 10 metros el lunes por la mañana. Se considera inundación cuando alcanza los cinco metros y medio.
El director del Centro Nacional de Huracanes, Ken Graham, dijo que los indicadores de lluvia han registrado datos “absolutamente asombrosos” con hasta 75 centímetros de agua en algunas zonas. "Aún no hemos terminado", advirtió Graham. Algunas áreas afectadas podrían sumar 50 centímetros más debido al lento movimiento de la tormenta. La cifra de agua llovida rompió el récord de precipitaciones pluviales en una sola tormenta a nivel estatal.
Mientras los estragos continúan en Carolina del Norte, en la del Sur hay zonas que se encaminan a la normalidad. El gobernador Henry McMaster levantó las órdenes de evacuación en varios condados costeros del Estado, despejando el acceso a ciudades como Charleston, Berkeley y Dorchester. Muchos no se atreven a volver aún.
El presidente Donald Trump emitió una declaración de desastre para Carolina del Norte e informó de que pondrá dinero federal a disposición de los afectados en ocho condados. La ayuda puede incluir subvenciones para viviendas temporales y reparaciones del hogar, préstamos a bajo costo para cubrir pérdidas de propiedades no aseguradas y otros programas para que los dueños de negocios se recuperen. Se prevé que el presidente viaje a las zonas afectadas por la tormenta entre principios y mediados de la próxima semana, cuando esta no entorpezca “ningún esfuerzo de rescate o recuperación", informó la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders.
Antonia Laborde
Charlotte, El País
El pánico antes de que Florence tocara tierra —cuando era un huracán de categoría cuatro sobre cinco— era que abofeteara sin piedad la costa este estadounidense. Pero la que ahora es solo una tormenta tropical se ha convertido en una amenaza mortal por haber prácticamente aparcado sobre Carolina del Norte y Carolina del Sur. El viento que choca en los rostros de los pocos transeúntes que circulan por las zonas afectadas sopla a 75 kilómetros por hora, aunque la lluvia que arrastra ya ha inundado ciudades enteras y ha bloqueando el suministro eléctrico a casi un millón de hogares.
"Florence descarga cantidades épicas de lluvia", dijo Roy Cooper, el gobernador de Carolina del Norte, quien confirmó la muerte de cinco personas relacionadas con la tormenta, mientras que "varias más" están bajo investigación. A ellas se suma el fallecimiento de una mujer que murió el viernes por la noche en Carolina del Sur cuando el coche que conducía chocó contra un árbol derribado. A primera hora de la tarde se ha conocido el fallecimiento de otras cinco personas, que ha dejado el balance de fallecidos en once.
Charlotte y Asheville son las dos ciudades de Carolina del Norte que mayor riesgo corren en el recorrido de la tormenta hacia el interior y antes de que oscile hacia el norte sobre las montañas Apalaches y el valle de Ohio. Se estima que llegará a las dos de la madrugada (hora local). Los vientos y lluvias que llegaron de avanzada dejaron sin luz a cerca de 11.000 hogares en Charlotte y volcaron algunos árboles. "Esta será la peor tormenta que ha visto la ciudad. Será peor que Hugo (el huracán de 1998 que dejó 34 muertos)”, advirtió Jack Raisanen, de la Cruz Roja Americana.
Los habitantes de Charlotte, una localidad que ha servido de refugio para cientos de evacuados de la costa, tienen la orden de permanecer en sus casas. Y la están cumpliendo a cabalidad. Muy pocos se dejan ver por las calles húmedas de la ciudad, azotadas por fuertes vientos que remecen los enormes árboles de las avenidas. “Compré comida y alcohol así que estoy preparada”, dice Jackie, de 30 años, mientras pasea a su perro bajo la lluvia. Aunque es su primera tormenta tropical importante, no tiene miedo. “Si pasa, pasa. Es lo mismo que piensa mi abuela. Ella vive en la Costa de Carolina del Sur y no evacuó”, comenta.
Avisos puerta a puerta para evacuar
Las catastróficas inundaciones obligaron a los trabajadores de emergencia a ir este viernes puerta por puerta instando a la gente a huir de las crecientes aguas. En New Bern, una ciudad costera atravesada por un río desbordado, los rescatistas se pasearon en botes hinchables recogiendo a las personas que no siguieron la orden. Más de 360 personas han sido llevadas a un refugio desde el jueves por la noche. Helder Costa, de 39 años, no pudo evacuar su casa porque su esposa es enfermera y el personal de salud tiene el deber de quedarse en las zonas de emergencia. “Es mi séptimo huracán. Si bien Charlie, en Florida, fue más potente, este me ha dado más miedo. El problema no es el viento, es el agua. Avanza tan lento que el río no deja de crecer”, comenta desde su residencia ubicada en una zona alta de la costa, lo que le permite estar fuera de peligro por el momento.
Desde su ventana, Costa ve cómo una pequeña edificación de concreto que había construido su vecino está destruida. Del otro lado de la casa ya no consigue ver el muelle que unía su patio con el río. Su esposa no pudo ir a trabajar el jueves porque estaban totalmente aislados, pero sí lo hizo el viernes. “Me ha dicho que algunas personas han muerto encerrados en sus áticos. Es información que todavía no han entregado”, afirma mientras aclara que no forman parte de las cifras oficiales.
Si bien Charlie, en Florida, fue más potente, este me ha dado más miedo. El problema no es el viento, es el agua
Helder Costa, 39 años
El “épico” diluvio tiene preocupadas a las ciudades del interior de la costa. La ruta de la tormenta tropical está alimentando hasta reventar los ríos y arroyos en las Carolinas. En el condado de Harnett, a unos 150 kilómetros tierra adentro, ordenaron evacuar a los residentes de unas 1.100 viviendas porque el río Lower Little estaba subiendo a niveles récord. "No regresen a casa hasta que pase la tormenta y obtengan el visto bueno de las autoridades", advirtió Cooper a los residentes. El Servicio Meteorológico Nacional pronostica que el río alcanzará 10 metros el lunes por la mañana. Se considera inundación cuando alcanza los cinco metros y medio.
El director del Centro Nacional de Huracanes, Ken Graham, dijo que los indicadores de lluvia han registrado datos “absolutamente asombrosos” con hasta 75 centímetros de agua en algunas zonas. "Aún no hemos terminado", advirtió Graham. Algunas áreas afectadas podrían sumar 50 centímetros más debido al lento movimiento de la tormenta. La cifra de agua llovida rompió el récord de precipitaciones pluviales en una sola tormenta a nivel estatal.
Mientras los estragos continúan en Carolina del Norte, en la del Sur hay zonas que se encaminan a la normalidad. El gobernador Henry McMaster levantó las órdenes de evacuación en varios condados costeros del Estado, despejando el acceso a ciudades como Charleston, Berkeley y Dorchester. Muchos no se atreven a volver aún.
El presidente Donald Trump emitió una declaración de desastre para Carolina del Norte e informó de que pondrá dinero federal a disposición de los afectados en ocho condados. La ayuda puede incluir subvenciones para viviendas temporales y reparaciones del hogar, préstamos a bajo costo para cubrir pérdidas de propiedades no aseguradas y otros programas para que los dueños de negocios se recuperen. Se prevé que el presidente viaje a las zonas afectadas por la tormenta entre principios y mediados de la próxima semana, cuando esta no entorpezca “ningún esfuerzo de rescate o recuperación", informó la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders.