El ultra brasileño Bolsonaro recibe una puñalada en un acto electoral

El candidato se encuentra estable en el hospital tras sufrir la agresión en el Estado de Minas Gerais

Tom C. Avendaño
São Paulo, El País
El ultraderechista Jair Bolsonaro, el candidato a la presidencia de Brasil que más intención de voto recibe en las encuestas y a la vez el que más rechazo genera en el electorado, ha sido atacado en un acto de campaña en el Estado de Minas Gerais. Según se ve en un vídeo filtrado por las redes sociales, un hombre armado con un cuchillo le ha apuñalado en el abdomen. Bolsonaro ha sido trasladado al hospital, donde según los medios brasileños se encuentra grave, pero estable, y tendrá que guardar reposo una semana como mínimo. La policía brasileña asegura que ha detenido al agresor.


Jair Bolsonaro tendrá que permanecer ingresado en el hospital como mínimo una semana después de haber sido apuñalado en un acto electoral en las calles de Juiz de Fora, en lo profundo de Minas Gerais, un Estado del sudeste brasileño. Según los médicos del hospital Santa Casa de Juz de Fora, el ultraderechista llegó "muy grave" a la UCI: inconsciente, con el pulso bajo y habiendo perdido mucha sangre por una hemorragia interna. Tras dos horas de cirugía, la situación parece haberse revertido y Bolsonaro está estable y en observación.

Todavía quedan dudas por resolver. Se sabe que el agresor fue detenido, pero no sus objetivos exactos. Y que el candidato ha suspendido temporalmente su campaña pero no de qué forma afectará este grave incidente a los comicios y si, cuando retoma la actividad, se verá beneficiado de cara a las elecciones.

Sería el único. Ni en el peor momento de esta caótica campaña, ni en los otros sufridos por la primera potencia latinoamericana en su reciente democracia, se había visto nada semejante. Nunca un candidato había sido agredido y menos con un arma. Todos los pesos pesados de la política brasileña se han apresurado a condenar el ataque y subrayar el daño que ha sufrido hoy el proceso democrático. Desde el presidente Michel Temer hasta muchos de sus rivales en la campaña, como Lula da Silva, Ciro Gomes o Geraldo Alckmin. El Tribunal Electoral y la Orden de Abogados de Brasil también emitieron sus comunicados: “La democracia no aguanta este tipo de situaciones”.

La escena se ha visto en docenas de vídeos que acabaron en las redes: Bolsonaro va aupado a los hombros de sus seguidores sobre la multitud por la calle. La imagen de un día más su campaña por la presidencia de Brasil. Hoy lleva una camiseta amarilla, promocionando su agrupación, el Partido Social Liberal. Saluda triunfalmente a la multitud de una acera levantando un brazo y abre la boca, sonriente. Se gira para saludar a la otra acera, hace amago de levantar la otra mano y entonces ocurre. En una fracción de segundo se encoge sobre sí mismo, con las manos en el abdomen y la sonrisa ahora convertida en gesto de dolor, y se desploma sobre sus portadores. Es el momento, capturado en varios vídeos, en el que el candidato a la presidencia brasileña al que más votos y a la vez más rechazo otorgan las encuestas, recibe una puñalada en el abdomen. Un hombre, Adélio Bispo de Oliveiro, de 40 años, se le había acercado cuchillo en mano y perforado los intestinos y una arteria.

Bispo de Oliveiro, exmilitante del Partido Socialista entre 2007 y 2014, es un hombre retratado por su perfil de Facebook como defensor del presidente venezolano Nicolás Maduro y crítico frecuente de Bolsonaro. En referencia a su costumbre de defender la dictadura militar brasileña (1964 – 1895) y de decir que tendrían que haber matado más, Adélio escribió: “Da asco oír que la dictadura debería haber matado a unos 30.000 comunistas”. Otro de sus objetivos frecuentes: la “derecha masónica”.

El ataque viene precisamente tras uno de los días más desagradables dentro de una campaña que Bolsonaro ya venía inyectando de odio y llamadas a la violencia. El ultraderechista, famoso por su nostalgia por la dictadura, por su filosofía de que “el único bandido bueno es un bandido muerto”, por su plan de legalizar las armas en uno de los países más violentos del mundo, había subido el tono de sus discursos en su primera parada por Brasilia. Repitió una vez su amenaza de “fusilar” a los miembros del Partido de los Trabajadores (el de Lula da Silva): “Vamos a darle una patada en el culo al comunismo”, dijo. Se había reído de un periodista gay que le hizo una pregunta: “Tú tienes pinta de que te pintabas las uñas de pequeño”. Y por último, había cuestionado la legitimidad del proceso electoral brasileño. “Gane quien gane las elecciones va a estar bajo sospecha, sin duda”, había dicho.

Luego remató el día con una estupenda noticia: había vuelto a subir en las encuestas, de un 20% hace unas semanas a un 22%. Seguía siendo el favorito a la presidencia (solo por detrás de Lula da Silva, quien cumple pena en prisión y fue vetado como candidato el viernes pasado). Y también alguien a que el 44% del electorado se negaba a votar. El mayor rechazo de ningún otro candidato. A menos hasta que una tragedia impredecible cambie ese panorama.

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