El triste epílogo de Peña Nieto

El presidente de México obvia en su último informe de Gobierno muchas de las críticas a su Administración, sin apenas apoyo popular tras un esperanzador impulso reformista inicial

Peña Nieto
México, El País
El presidente saliente de México, Enrique Peña Nieto, rindió cuentas este lunes por última vez a un país que hace tiempo que le dio la espalda. En buena medida, precisamente, porque la mayoría de sus compatriotas siente que vive en un México alejado del que dibuja su principal mandatario. El epílogo de Peña Nieto fue un reflejo de los contrastes de su mandato, ilusionante durante los primeros años y desmoralizador, cuando menos, en su tramo final. Un mensaje en el que no faltaron las críticas veladas a su sucesor, Andrés Manuel López Obrador.


En un año marcado por la arrolladora victoria del líder de Morena en las elecciones del pasado 1 de julio y los cinco meses de transición hasta la toma de posesión del próximo presidente de México, el último informe de Gobierno era la carta de despedida de Peña Nieto a su país. Una carta triste, en la medida en que el mandatario dejará el cargo con una popularidad bajísima -reflejada en el rechazo de las urnas-, no tiene muchos motivos de celebración.

El principal fue las reformas estructurales que emprendió a su llegada a Los Pinos, “el mayor logro y la mayor aportación al futuro” de México. Iniciativas que, en su opinión, permitieron iniciar la “transformación del país”. No es baladí que Peña Nieto utilizara en repetidas ocasiones a la palabra más usada por López Obrador –a quien felicitó por su triunfo- durante la campaña, en la que prometió que con su victoria México iniciará la cuarta transformación, después de la Independencia, la Reforma y la Revolución. No fue casual, porque la defensa de las reformas estuvo acompañada de dardos a su sucesor, quien ha prometido derogar una de las más ambiciosas, la educativa y ha criticado otras, como la energética. “Los cambios se llevaron con respeto, sin mayorías [como la que tendrá López Obrador en el Congreso]. Buscamos en todo momento convocar y convencer, nunca imponer, así surgió el Pacto por México”, destacó, en relación al Pacto por México, el acuerdo entre las entonces principales fuerzas políticas, que terminó por naufragar antes de la mitad del sexenio.

El último informe de Gobierno de Peña Nieto se convirtió en un acto largo, tedioso, con muchos mensajes pregrabados, pero sin uno contundente, ni sobre el último año ni sobre su legado al país. Calaron más los vídeos que, durante los días previos, el presidente saliente difundió y en los que avanzaba su opinión sobre algunos de los temas más controvertidos de su mandato. A Peña Nieto no le ha quedado otra que admitir errores de su mandato, pero el nivel de autocrítica ha sido mínimo. El reconocimiento de fallos, en todo caso, ha sido a es una escala demasiado general: cuando ha tenido que referirse a casos concretos, se ha reafirmado en todo lo que hizo.

Sobre los niveles de inseguridad que desangran a México, Peña Nieto, que continuó con una política similar a la de Felipe Calderón -quien sacó el ejército a las calles y emprendió lo que se conoce como la guerra contra el narcotráfico-, asumió que no ha podido garantizar la paz y la tranquilidad de los mexicanos en muchos lugares del país. En el México de hoy, 85 personas mueren asesinadas cada día. La tasa de homicidios está entre las más altas de América Latina: 25 asesinatos por cada 100.000 habitantes, según los últimos datos del Instituto Nacional Estadística y Geografía (Inegi). Peña Nieto defendió que en los primeros años de su mandato se combatió a los grupos criminales, lo que provocó una atomización de los mismos. Ello, junto a la carencia de unas policías locales fiables, ha sido su mayor argumento sobre el aumento de los homicidios. “Para realizar este anhelo [conseguir la paz] se necesita de un esfuerzo continuado”, enfatizó el todavía presidente mexicano.

Sin embargo, sobre la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, uno de los casos que mejor ilustra la tragedia violenta que ha marcado el sexenio, volvió a levantar polémica al defender la investigación oficial, criticada por organizaciones nacionales e internacionales y los padres de los desaparecidos. “Estoy en la convicción [de] que lamentablemente pasó, justamente, lo que la investigación arrojó”, señaló el mandatario.

Peña Nieto asumió, en materia de corrupción, que el conocido como caso de La Casa Blanca –el conflicto de intereses por la compra de una mansión por parte de su esposa, Ángelica Rivera, a una compañía a la que había otorgado contratos siendo gobernador del Estado de México- “impactó negativamente en la credibilidad” de su presidencia, pero obvió referirse a los casos de varios exgobernadores, como Javier y César Duarte, a quienes en su momento calificó como referentes de un “nuevo PRI”; o de la Estafa Maestra, un esquema de corrupción por el que se desviaron casi 200 millones de dólares desde instancias del Ejecutivo –algunas de ellas, dedicadas a combatir la pobreza- a empresas fantasma.

El presidente saliente de México celebró avances económicos e hizo énfasis en el acuerdo comercial con Estados Unidos, anunciado la semana pasada, a la espera de ver si Canadá se une y se logra la renegociación completa del actual Tratado de Libre Comercio (TLC). Un pacto marcado por la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca y la relación con el presidente de Estados Unidos. La invitación que Peña Nieto le hizo siendo candidato para que visitase México –también a Hillary Clinton, que no la aceptó-, supuso otro traspié. Dos años después, el presidente mexicano describió la cita como un “encuentro apresurado” que tuvo que organizar por las presiones que los mercados estaban poniendo en la economía mexicana ante la dura campaña de Trump. “Subestimé el gran resentimiento social que había para con el presidente Trump”, admitió.

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