Canadá, el primer país del G-20 con marihuana legal: cuáles serán las reglas de la nueva era
A partir del 17 de octubre, el cannabis se podrá comprar, consumir y cultivar en todo el país. Pero habrá límites para la tenencia, restricciones para la publicidad y fuertes castigos por la venta a menores
Fernando Soriano
fsoriano@infobae.com
Después de 95 años de estigmatización y prejuicio contra los consumidores, Canadá pone fin a la prohibición de la planta de cannabis. Fue una de las consignas de campaña electoral del actual primer ministro Justin Trudeau y cumplió: desde el 17 de octubre, después de haber sido aprobada en el Parlamento, los ciudadanos del país norteamericano podrán consumir, cultivar y comprar libremente marihuana para cualquiera de sus usos. Comienza una nueva era que será observada en todo el mundo.
Canadá es el segundo país que toma esta decisión paradigmática -después de la regularización del cannabis que llevó a cabo Uruguay a partir de diciembre de 2013- y el primero del grupo de potencias conocido como G20. Queda atrás casi un siglo de vía libre para el negocio narco, al menos con esta planta.
"Obviamente, el enfoque actual -la prohibición- no ha funcionado para proteger a nuestros niños, para mantener el dinero fuera de los bolsillos del crimen organizado y es por eso que estamos trayendo un nuevo marco legalizado en torno a la marihuana", dijo Trudeau, nacido en Ottawa hace 46 años.
Canadá legalizó el uso medicinal de la planta en 2001. Y fue en serio. En Vancouver, considerada el epicentro de la cutura cannábica del país, hay más de 100 dispensarios de marihuana. Cualquier persona puede ir con una receta médica oficial y llevarse alguna de las decenas de variedades de flores o cremas o aceites que se producen y venden.
Es un Estado pionero. Con el paso de los años la sociedad estableció una relación con el cannabis mucho más desprejuiciada que en los países donde aún está prohibida. En 2015, los canadienses consumieron unos 4.800 millones de dólares estadounidenses en marihuana, una cifra muy similar al gasto en vino. Según un informe de la Agencia Federal de Estadísticas, 4,9 millones de personas consumieron 698 toneladas métricas de cannabis durante ese año.
Puede interpretarse que la búsqueda de Trudeau también tiene que ver con establecer parámetros más claros -y castigos más duros- para los usuarios adultos y comerciantes oficiales de cannabis. En sus 152 páginas, la nueva ley fija nuevas normas y amplía el marco de protección y derecho pero también el de vigilancia estatal.
A partir del 17 de octubre, cada ciudadano canadiense mayor de 18 años podrá comprar en locales públicos o privados -de acuerdo a la regulación de las provincias- habilitados como quien se lleva chocolates de un kiosco.
La legislación permite la tenencia de hasta 30 gramos por persona de marihuana "seca", es decir, ya cosechada y curada. Para los usuarios de algunas de las provincias o municipios que no tienen todavía regulado el mercado minorista se estableció la posibilidad de comprar online cogollos (flores), semillas o plantines a empresas que estén en otra región donde sí lo tengan. Pero fumar en lugares públicos va a tener las mismas restricciones que tiene el tabaco, vedado prácticamente en todos lados.
Además, Canadá legalizó el autocultivo. En menos de un mes, en cada hogar se podrán sembrar y cosechar hasta cuatro plantas por ciclo para uso personal. Es similar a lo que estableció Uruguay, solo que en el país sudamericano están permitidas hasta seis plantas y el Estado obliga a los cultivadores a formar parte de un registro (al 18 de septiembre tenía 6.727 inscriptos). Se trata de otra manera de atentar contra el negocio narco. Quien cosecha su planta no acude al dealer. Y quien no acude al dealer anula el riesgo de toparse con otra sustancia más danina. Lo que en Uruguay los especialistas llaman "efecto góndola".
Sin embargo, y aunque se trata de una ley federal, algunas provincias, como Quebec y Manitoba, manifestaron su resistencia a que se permita el autocultivo en sus territorios. "Las provincias pueden establecer sus propias leyes. Si las personas cuestionan esa ley, pueden impugnarla", ironizó la ministra de Justicia, Jody Wilson-Raybould.
La nueva ley de la marihuana canadiense también permite que los ciudadanos fabriquen productos derivados del cannabis como aceites, alimentos y bebidas. Y establece que los comestibles y concentrados empiecen a venderse en comercios a partir de 2019.
Además crea un marco legal estricto para controlar la producción, distribución, venta y posesión en todo Canadá. Tiene como propósito lograr tres objetivos: mantener el cannabis fuera de las manos de los jóvenes, las ganancias fuera de las manos de los narcos y proteger la salud pública y la seguridad al permitir a los adultos el acceso a un cannabis seguro y legal.
Además busca reducir la carga del sistema de justicia penal en relación con el cannabis, en un país donde -como en casi todos- más de la mitad de todos los delitos por drogas denunciados por la policía son por alguna cuestión relacionada con la marihana.
Sólo en 2016 se abrieron aproximadamente 23.000 denuncias por tenencia, cultivo o comercialización en pequeñas cantidades. Al permitir la producción y posesión de cannabis legal para adultos, la ley ayudará a mantener a los canadienses que consumen cannabis fuera del sistema de justicia penal. Y esto también reducirá la carga en los tribunales.
Al regular la producción, la venta, el consumo y el autocultivo Canadá levanta un muro que deja del otro lado al negocio del narcotráfico. Pero instala, simultáneamente, penas muy duras para quienes violen las normas, especialmente si en el medio hay menores.
Nadie puede vender ni proporcionar cannabis a un menor de 18 años. La ley crea dos nuevos delitos, con penas máximas de 14 años de prisión, a quien agarren vendiendo cannabis a los jóvenes.
Además, a diferencia de lo que ocurre actualmente con los productos medicinales, la nueva norma restringe fuertemente la publicidad (igual que con el tabaco), lo que se supone que ayuda a desalentar el consumo. Prohíbe que los paquetes busquen atraer a los jóvenes, que se venda el cannabis en máquinas expendedoras de autoservicio (salvo donde no tengan acceso menores de edad). Y las sanciones por violar estos requisitos implican multas de hasta $ 5 millones de dólares canadienses (3,8 millones estadounidenses) o tres años de cárcel.
Para eso, el Gobierno invertirá durante los próximos cinco años $ 46 millones en campañas educativas que enseñen sobre los riesgos del consumo, especialmente en jóvenes, ya que diversos estudios marcan que el cerebro está en desarrollo hasta los 25 años de edad.
El 75% de los impuestos recaudados por la producción y el consumo irá a las provincias canadienses y el resto al gobierno federal. El negocio de la marihuana legal es una bomba cuyas secuelas positivas en el mercado Canadá ya las conoce gracias a su instancia de legalidad en el uso medicinal.
Muchas de las empresas productoras ya cotizan en Wall Street. El valor de Tilray, una de las compañías que fabrica aceites (y que hasta hace unos meses, al menos, estaba interesada en ingresar al mercado argentino) tiene un valor bursátil de 20 mil millones de dólares. Coca-Cola, según publicó la agencia Bloomberg días atrás, mantuvo negociaciones con la compañía Aurora Cannabis ya que está interesada en producir una bebida sin alcohol basada en el CBD, uno de los componentes químicos de la planta, que ayuda en determinadas enfermedades y no genera psicoactividad.
Las empresas del sector de la marihuana están en plena expansión y las ofertas de empleo se multiplican, al punto de que ya existen compañías de búsqueda de trabajo específicamente relacionadas a este mercado. Una de ellas es Cannabis at Work, que recluta candidados por todo el país para distintos puestos, desde la siembra hasta la producción, el marketing o las ventas.
"La estigmatización que rodea la producción y la venta de marihuana ha impedido a muchas personas postular para trabajar en esta industria, pero las precepciones han cambiado y las personas son ahora más entusiastas frente a todas la posibilidades que se ofrecen", explicó Alison McMahon, directora de Cannabis at Work. Para un director de producción puede esperarse a un sueldo de 100.000 dólares anuales, mientras que un cultivador podría ganar alrededor de 50.000.
Canadá se convertirá el 17 de octubre en un país vanguardista en su política de drogas. Es parte de la parábola de su historia. Fue uno de los primeros estados en prohibir la planta, en 1923, 14 años antes que Estados Unidos, que desde 1937 se puso al frente de la campaña de demonización de la sustancia, motivado por razones económicas, raciales e industriales.
En 1923, el entonces gobierno liberal del primer ministro canadiense William Lyon Mackenzie King introdujo una ley para prohibir el uso indebido de opio y otras drogas. El ministro de salud federal en ese momento, Henri Beland, dijo que el proyecto de ley era una consolidación de otra legislación que se había aprobado en los años anteriores, con algunos cambios.
Casi un siglo más tarde, el país del extremo norte del continente revoluciona el paradigma actual y vuelve a las fuentes, al naturalizar el consumo de una planta que desde hace 10 mil años acompaña al hombre. "La legislación es transformadora. Marca un cambio total en la forma en que nuestro país aborda el cannabis, dejando atrás un modelo de prohibición fallido", comentó Wilson-Raybould.
Fernando Soriano
fsoriano@infobae.com
Después de 95 años de estigmatización y prejuicio contra los consumidores, Canadá pone fin a la prohibición de la planta de cannabis. Fue una de las consignas de campaña electoral del actual primer ministro Justin Trudeau y cumplió: desde el 17 de octubre, después de haber sido aprobada en el Parlamento, los ciudadanos del país norteamericano podrán consumir, cultivar y comprar libremente marihuana para cualquiera de sus usos. Comienza una nueva era que será observada en todo el mundo.
Canadá es el segundo país que toma esta decisión paradigmática -después de la regularización del cannabis que llevó a cabo Uruguay a partir de diciembre de 2013- y el primero del grupo de potencias conocido como G20. Queda atrás casi un siglo de vía libre para el negocio narco, al menos con esta planta.
"Obviamente, el enfoque actual -la prohibición- no ha funcionado para proteger a nuestros niños, para mantener el dinero fuera de los bolsillos del crimen organizado y es por eso que estamos trayendo un nuevo marco legalizado en torno a la marihuana", dijo Trudeau, nacido en Ottawa hace 46 años.
Canadá legalizó el uso medicinal de la planta en 2001. Y fue en serio. En Vancouver, considerada el epicentro de la cutura cannábica del país, hay más de 100 dispensarios de marihuana. Cualquier persona puede ir con una receta médica oficial y llevarse alguna de las decenas de variedades de flores o cremas o aceites que se producen y venden.
Es un Estado pionero. Con el paso de los años la sociedad estableció una relación con el cannabis mucho más desprejuiciada que en los países donde aún está prohibida. En 2015, los canadienses consumieron unos 4.800 millones de dólares estadounidenses en marihuana, una cifra muy similar al gasto en vino. Según un informe de la Agencia Federal de Estadísticas, 4,9 millones de personas consumieron 698 toneladas métricas de cannabis durante ese año.
Puede interpretarse que la búsqueda de Trudeau también tiene que ver con establecer parámetros más claros -y castigos más duros- para los usuarios adultos y comerciantes oficiales de cannabis. En sus 152 páginas, la nueva ley fija nuevas normas y amplía el marco de protección y derecho pero también el de vigilancia estatal.
A partir del 17 de octubre, cada ciudadano canadiense mayor de 18 años podrá comprar en locales públicos o privados -de acuerdo a la regulación de las provincias- habilitados como quien se lleva chocolates de un kiosco.
La legislación permite la tenencia de hasta 30 gramos por persona de marihuana "seca", es decir, ya cosechada y curada. Para los usuarios de algunas de las provincias o municipios que no tienen todavía regulado el mercado minorista se estableció la posibilidad de comprar online cogollos (flores), semillas o plantines a empresas que estén en otra región donde sí lo tengan. Pero fumar en lugares públicos va a tener las mismas restricciones que tiene el tabaco, vedado prácticamente en todos lados.
Además, Canadá legalizó el autocultivo. En menos de un mes, en cada hogar se podrán sembrar y cosechar hasta cuatro plantas por ciclo para uso personal. Es similar a lo que estableció Uruguay, solo que en el país sudamericano están permitidas hasta seis plantas y el Estado obliga a los cultivadores a formar parte de un registro (al 18 de septiembre tenía 6.727 inscriptos). Se trata de otra manera de atentar contra el negocio narco. Quien cosecha su planta no acude al dealer. Y quien no acude al dealer anula el riesgo de toparse con otra sustancia más danina. Lo que en Uruguay los especialistas llaman "efecto góndola".
Sin embargo, y aunque se trata de una ley federal, algunas provincias, como Quebec y Manitoba, manifestaron su resistencia a que se permita el autocultivo en sus territorios. "Las provincias pueden establecer sus propias leyes. Si las personas cuestionan esa ley, pueden impugnarla", ironizó la ministra de Justicia, Jody Wilson-Raybould.
La nueva ley de la marihuana canadiense también permite que los ciudadanos fabriquen productos derivados del cannabis como aceites, alimentos y bebidas. Y establece que los comestibles y concentrados empiecen a venderse en comercios a partir de 2019.
Además crea un marco legal estricto para controlar la producción, distribución, venta y posesión en todo Canadá. Tiene como propósito lograr tres objetivos: mantener el cannabis fuera de las manos de los jóvenes, las ganancias fuera de las manos de los narcos y proteger la salud pública y la seguridad al permitir a los adultos el acceso a un cannabis seguro y legal.
Además busca reducir la carga del sistema de justicia penal en relación con el cannabis, en un país donde -como en casi todos- más de la mitad de todos los delitos por drogas denunciados por la policía son por alguna cuestión relacionada con la marihana.
Sólo en 2016 se abrieron aproximadamente 23.000 denuncias por tenencia, cultivo o comercialización en pequeñas cantidades. Al permitir la producción y posesión de cannabis legal para adultos, la ley ayudará a mantener a los canadienses que consumen cannabis fuera del sistema de justicia penal. Y esto también reducirá la carga en los tribunales.
Al regular la producción, la venta, el consumo y el autocultivo Canadá levanta un muro que deja del otro lado al negocio del narcotráfico. Pero instala, simultáneamente, penas muy duras para quienes violen las normas, especialmente si en el medio hay menores.
Nadie puede vender ni proporcionar cannabis a un menor de 18 años. La ley crea dos nuevos delitos, con penas máximas de 14 años de prisión, a quien agarren vendiendo cannabis a los jóvenes.
Además, a diferencia de lo que ocurre actualmente con los productos medicinales, la nueva norma restringe fuertemente la publicidad (igual que con el tabaco), lo que se supone que ayuda a desalentar el consumo. Prohíbe que los paquetes busquen atraer a los jóvenes, que se venda el cannabis en máquinas expendedoras de autoservicio (salvo donde no tengan acceso menores de edad). Y las sanciones por violar estos requisitos implican multas de hasta $ 5 millones de dólares canadienses (3,8 millones estadounidenses) o tres años de cárcel.
Para eso, el Gobierno invertirá durante los próximos cinco años $ 46 millones en campañas educativas que enseñen sobre los riesgos del consumo, especialmente en jóvenes, ya que diversos estudios marcan que el cerebro está en desarrollo hasta los 25 años de edad.
El 75% de los impuestos recaudados por la producción y el consumo irá a las provincias canadienses y el resto al gobierno federal. El negocio de la marihuana legal es una bomba cuyas secuelas positivas en el mercado Canadá ya las conoce gracias a su instancia de legalidad en el uso medicinal.
Muchas de las empresas productoras ya cotizan en Wall Street. El valor de Tilray, una de las compañías que fabrica aceites (y que hasta hace unos meses, al menos, estaba interesada en ingresar al mercado argentino) tiene un valor bursátil de 20 mil millones de dólares. Coca-Cola, según publicó la agencia Bloomberg días atrás, mantuvo negociaciones con la compañía Aurora Cannabis ya que está interesada en producir una bebida sin alcohol basada en el CBD, uno de los componentes químicos de la planta, que ayuda en determinadas enfermedades y no genera psicoactividad.
Las empresas del sector de la marihuana están en plena expansión y las ofertas de empleo se multiplican, al punto de que ya existen compañías de búsqueda de trabajo específicamente relacionadas a este mercado. Una de ellas es Cannabis at Work, que recluta candidados por todo el país para distintos puestos, desde la siembra hasta la producción, el marketing o las ventas.
"La estigmatización que rodea la producción y la venta de marihuana ha impedido a muchas personas postular para trabajar en esta industria, pero las precepciones han cambiado y las personas son ahora más entusiastas frente a todas la posibilidades que se ofrecen", explicó Alison McMahon, directora de Cannabis at Work. Para un director de producción puede esperarse a un sueldo de 100.000 dólares anuales, mientras que un cultivador podría ganar alrededor de 50.000.
Canadá se convertirá el 17 de octubre en un país vanguardista en su política de drogas. Es parte de la parábola de su historia. Fue uno de los primeros estados en prohibir la planta, en 1923, 14 años antes que Estados Unidos, que desde 1937 se puso al frente de la campaña de demonización de la sustancia, motivado por razones económicas, raciales e industriales.
En 1923, el entonces gobierno liberal del primer ministro canadiense William Lyon Mackenzie King introdujo una ley para prohibir el uso indebido de opio y otras drogas. El ministro de salud federal en ese momento, Henri Beland, dijo que el proyecto de ley era una consolidación de otra legislación que se había aprobado en los años anteriores, con algunos cambios.
Casi un siglo más tarde, el país del extremo norte del continente revoluciona el paradigma actual y vuelve a las fuentes, al naturalizar el consumo de una planta que desde hace 10 mil años acompaña al hombre. "La legislación es transformadora. Marca un cambio total en la forma en que nuestro país aborda el cannabis, dejando atrás un modelo de prohibición fallido", comentó Wilson-Raybould.