Bruselas quiere eliminar el veto nacional en áreas clave de la política exterior común

Las sanciones y las misiones civiles de paz pasarían a decidirse por mayoría cualificada para ganar agilidad y potencia en la escena internacional

Bernardo de Miguel
Bruselas, El País
La descripción de la Unión Europea como un gigante económico y un alfeñique internacional puede quedar obsoleta o, al menos amortiguada, a partir de la primavera de 2019. El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, propuso este miércoles en su discurso sobre el estado de la Unión que la cumbre europea del próximo mayo en Sibiu (Rumania) pacte un histórico impulso a la política exterior de la UE, con la supresión del derecho de veto nacional en áreas cruciales de la actividad diplomática comunitaria.


Juncker propone, en concreto, que se cambie la unanimidad por la mayoría cualificada en la aplicación de sanciones a países terceros, en el despliegue de misiones civiles de paz y en los pronunciamientos de la UE sobre la situación de los derechos humanos a nivel internacional. “No puede ser que la Unión permanezca en silencio cuando el consejo de derechos humanos de Naciones Unidas condena los abusos en China”, señaló Juncker en su intervención en Estrasburgo. “No puede ser que un solo Estado pueda frenar la renovación del embargo de armas a Bielorrusia para chantajear al resto o que las sanciones a Venezuela se retrasen durante meses porque no se logra la unanimidad”, lamentó el presidente de la Comisión.

El discurso de Juncker apostaba por recuperar la “soberanía europea", un término impulsado por el presidente francés, Emmanuel Macron, y que pasaría por el fortalecimiento y la integración del continente en áreas como la política exterior, la defensa, la migración o los mercados financieros y digitales. El programa anunciado por Juncker este miércoles para su quinto y último año de mandato (expira en octubre de 2019) incluye 18 iniciativas políticas y legislativas en esos terrenos. Y hace especial hincapié en el fortalecimiento de la posición global de la UE. “Europa afronta un dilema muy claro: si los europeos decidirán su destino o si su destino será decidido por otros”, advierte la comunicación sobre eficiencia en política exterior aprobada ayer por la Comisión, un texto en el que propone utilizar la llamada “pasarela” del Tratado de Lisboa (artículo 31.3) para desembarazar a la diplomacia comunitaria del requisito de la unanimidad en ciertos asuntos clave.
Unanimidad previa

La propuesta no será fácil que salga adelante porque requiere como paso previo la temida unanimidad. Pero la Comisión recuerda que los Estados ya han aceptado en otras ocasiones dar ese paso (política comercial) y el balance siempre ha sido positivo. El documento subraya, además, que está en juego “si la UE quiere ser un pilar del mundo multipolar que está emergiendo o resignarse a ser un mero títere”.

El paso de la unanimidad a la mayoría cualificada coincidiría con la consumación de la salida de Reino Unido de la UE (marzo de 2019), un golpe al peso global del club que Bruselas espera compensar con creces gracias a una mayor capacidad de reacción y actuación en la cambiante escena internacional.

En la actualidad, la diplomacia europea, comandada por Federica Mogherini, vicepresidenta y Alta Representante de Política Exterior, se ve a menudo desbordada por los acontecimientos y su lenta o tardía reacción es interpretada a menudo como una señal de impotencia, indiferencia o torpeza por parte de Bruselas cuando el silencio o la pasividad solo es atribuible a un socio o reducido grupo de socios.

La Comisión recuerda ejemplos recientes y sangrantes que impidieron a la UE pronunciarse sobre la situación de Jerusalén (sacudida en 2017 por el reconocimiento de EE UU como capital de Israel), reaccionar a ciertas medidas represivas en Egipto o ampliar operaciones en el Sahel. En la mayoría de los casos, el consenso europeo era amplísimo pero los intereses particulares o coyunturales de algún Estado paralizaron al club y le hicieron perder o retrasar la oportunidad de influir en asuntos internacionales. En ocasiones, el veto solo pretendía arrancar concesiones en algún otro asunto.

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