ATLÉTICO 3-HUESCA 0 / Lanzado al derbi

Victoria cómoda del Atlético frente al Huesca: 30 minutos le bastaron. Marcaron Griezmann, Thomas y Koke. Jugó Carlos Isaac. Se fue tocado Giménez.

Patricia Cazón
As
Encara el Atleti el derbi con el estómago lleno de goles y a dos puntos de Madrid y Barça, dos al menos anoche, después de una de las tardes más plácidas que la corta historia del Metropolitano puede recordar. Dos asaltos duró el Huesca de Leo Franco antes de deshacerse como lágrima en la lluvia.


Comenzó el partido en los pies del Atlético tras una mirada al cielo y minuto de silencio emocionado en honor al socio 1.215, el padre Daniel. Su recuerdo llenó pantallas, pancartas y un sentido aplauso sólo roto por un rodar, el de la pelota. Las miradas se repartían entre el tercer anfiteatro, aquí y allá. Allá, donde se alzaba esa figura tan conocida, Leo Franco, banquillo visitante. Aquí, sobre Carlos Isaac, lateral derecho del B que volvía a jugar con el primer equipo, con nota. Salió valiente y ofensivo. Como su equipo. Era el plan del Cholo. Vertical y con circulación de balón F-1, se lanzaba hacia la portería de Werner, que jugaba, porque no tenía cláusula del miedo pero no contó con algo: nadie como esos de enfrente, compañeros hasta agosto, podían conocer mejor cómo descoser sus guantes.

Koke era el pase, Thomas la conducción, Griezmann y Lemar aceleraban el juego y Correa, por dentro, desmontaba al Huesca en cada trote. Lo había avisado el Cholo: “Es el mejor para hacer daño al rival”. Y por eso no dejaba de buscar la espalda a Musto y Melero. Y por eso supo cómo encontrar a Costa cuando, en esa jugada, enésimo toc-toc en la puerta de Werner, recibió de espaldas y vio como Semedo y Luisinho le cercaban. Pero al talento un resquicio le basta: balón al hueco para el desmarque de Costa que, en vez de cruzar o picar ante Werner, vio una sombra moverse y supo que era de Griezmann. A francés le cedió para que rematara a puerta vacía.

El Huesca, como respuesta, lo intentó una vez, carrera de Gallar, pero al llegar al área se topó con Godín y no volvería por allí. Tampoco al Atleti le haría mucha falta pisar el área: fue Lemar quien lanzó la primera piedra desde fuera. Su disparo se desvió demasiado pero trazó un camino: copiaría Correa, otro latigazo desde fuera del área, muy alto; calcaría Thomas para hacer el 2-0, de disparo tremendo, raso, por si alguien se había olvidado que tiene un kalashnikov por bota. El gol de Koke, tres minutos después, también llegaría desde fuera del área. Con suspense de VAR.

Porque no molestaba ni el césped. Disparaba el Atleti desde cualquier lugar. Lo de Koke en realidad nació como centro a Correa. Recibió en la frontal y elevó la pelota sobre la defensa, buscando al argentino, pero éste no llegó a tocar y Werner tampoco a tapar. El árbitro no lo dio, por fuera de juego de Correa: el VAR le sacó de su error. Ni estaba en fuera de juego ni había rozado el balón. El gol era de Koke, sin querer, para redondear otro partido con reloj. Pero ninguna felicidad es completa. Cinco minutos después un rojiblanco caía al suelo, quitándose la bota. Era Giménez: había sentido un mordisco en el sóleo y abandonaba el campo. Por precaución, y los ojos acuosos.

Salió mejor el Huesca tras el reposo, pero en ese momento el Cholo ya jugaba otro partido. Hubo minutos para Kalinic, también para Gelson, ni una falta rojiblanca, un posible penalti del Atleti por mano negado por el VAR y la mano de cada partido de Oblak, ante Aguilera. Pero todo después del 53’, cuando el Cholo ya había quitado a Grizi. Después del 64’, cuando ya no jugaba Costa. El Atleti ya estaba en el derbi del sábado, aunque su cuerpo siguiera en el Metropolitano. Ya jugaba en el Bernabéu, con cuatro días de adelanto. Y el estómago lleno de goles.

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