Así se desgastó la relación entre Bale y Zidane: gestos, desaires...
El galés acabó siendo suplente en el tramo final de la pasada temporada aunque fue decisivo en la final de Kiev saliendo desde el banquillo. Con Zidane, estaba más fuera que dentro.
Sergio Gómez / Edu Herrero
As
Gareth Bale no ha querido entrar en la polémica de comparar a Zidane con Lopetegui en una entrevista en Daily Mail, pero es obvio que el presente y futuro del galés ha pasado de muy negro a cielo abierto en apenas tres meses. Bale estaba sentenciado a final de la pasada temporada, ya no tenía la confianza de su técnico, y parecía que iba a ser ‘el vendido’ de la bbC en el mercado de verano. Así se desgastó la relación con Zidane, ferviente defensor de su tridente hasta que perdió la sintonía con el galés:
Primeras dudas
Zidane comenzó a recelar de la actitud de Bale en abril de 2016 tras perderse dos partidos por un edema en el sóleo derecho (Sporting y Bayern, en la vuelta de cuartos de la Champions), el galés se empeñó en jugar el Clásico a pesar de que los médicos aconsejaban que no acelerara. Sólo duró 35 minutos sobre el campo. Bale evidenció que no estaba totalmente recuperado de su lesión y se retiró con molestias en el sóleo izquierdo después de pedir el cambio. La lesión fue en la otra pierna, sobrecargada como consecuencia de no apoyar bien el pie derecho por falta de confianza. El empeño del galés, unido a la controvertida gestión de Zidane del caso (siempre que volvía de una lesión relegaba a quien brillaba en su ausencia: Lucas, Asensio, incluso James…), le llevó a recaer. "Él me dijo que estaba bien", se excusó el técnico. Bale no volvió a jugar hasta la final de la Champions, en su Cardiff natal, donde fue suplente…
La pasada temporada
En el comienzo de la pasada temporada, parecía que Zidane volvía a mostrarse impermeable a la fijación del palco con la bbC, pero paulatinamente fue abrazándose a un 4-4-2 que le aportaba más trabajo en la media y degradando el rol de Bale. El galés volvió a tener un inicio de campaña marcado por las lesiones (sufrió su enésimo problema en el sóleo y semanas después recayó). Se perdió 14 encuentros por lesión, reapareció en el Mundial de Clubes emitiendo señales de recuperación, pero fue una noria. Su irregularidad, unida al proteccionismo de Zidane con Benzema, le restó minutos y titularidades. Pasó de innegociable a accesorio. El 14 de febrero, contra el PSG, se escenificó el comienzo del desamor entre Zidane y Bale. El técnico le dejó en el banquillo en la noche más importante hasta entonces de la temporada, algo que molestó al jugador, como reveló su seleccionador. Su pasividad llamó la atención del vestuario. Bale fue captado por las cámaras bostezando en el banquillo. Después, estuvo lento a la hora de quitarse en chándal para entrar al campo. Y, finalmente, no atendió a la llamada de Ramos al final del partido para agradecer el apoyo al Bernabéu. Con la mirada abajo, se fue al vestuario. Un desaire que repitió en la vuelta del Parque de los Príncipes, donde también fue suplente.
Bale volvió al once al partido siguiente, contra el Betis, pero le sustituyó en el minuto 73: no recuperó ni una pelota, sólo completó un regate y tuvo mala suerte en dos remates en el área. "Ha hecho su partido", resumió Zidane de forma lacónica y con una respuesta cortante al periodista. El galés empezó a no disimular sus gestos de desconexión. En Butarque, siendo suplente, llegó a marcharse al vestuario mientras se estaba jugando la primera parte, reaccionó de forma muy tímida al primer gol de Cristiano en el Juventus Stadium y en el descanso de la vuelta contra la Juve, donde fue titular, respondió con una sonrisa cuando Cristiano le pidió más agresividad. Zidane le dejó en el banquillo por Lucas Vázquez. No fue convocado en el siguiente partido, ante el Málaga, y fue suplente ante el Athletic.
Residual pero decisivo en Champions
La pérdida de confianza de Zidane en Bale era evidente: cambios, suplencias… jugaba minutos en Liga, pero su mala situación se evidenció en la Champions. En octavos ante el PSG fue suplente en los dos partidos y sumó 36’; no jugó ni un minuto en la ida de cuartos ante la Juve y fue sustituido en el descanso del partido de vuelta (señalado del 0-2 de la primera parte); no jugó en la ida de semifinales ante el Bayern y fue suplente en la vuelta (18’).
Así llegó a la final de Kiev, con una presencia residual en los partidos importantes. Zidane había asentado el Isco-Cristiano-Benzema e incluso a veces Asensio y Lucas Vázquez entraban antes que él de refresco. En la final, ya la saben la historia: Bale salió en el 61’ por Isco y dio la decimotercera Champions League al Real Madrid con una chilena prodigiosa 2-1 y con un potente disparo que no supo despejar Karius. Pese a ganar su cuarta Champions, Bale denotaba desánimo en sus declaraciones después del partido y dejaba en el aire su futuro: “Necesito seguir jugando y eso no ha pasado esta temporada. Ahora necesito sentarme con mi representante este verano para tomar una decisión”, decía.
Pero el verano todo lo cambió. Se fue Zidane, inesperadamente, y Bale fue el único jugador de la plantilla que no le despidió públicamente en redes sociales. Y se fue Cristiano, el galés heredaba de un plumazo sus galones y se convertía en el jugador franquicia del Real Madrid. De estar casi fuera a ser el líder natural. Ahora cuenta con la confianza del nuevo técnico (Lopetegui), nadie le discute su puesto y, por el momento, muestra mejor salud que nunca ya que parece haber dejado atrás las lesiones que no le permitieron tener continuidad antaño. Este debe ser su momento.
Sergio Gómez / Edu Herrero
As
Gareth Bale no ha querido entrar en la polémica de comparar a Zidane con Lopetegui en una entrevista en Daily Mail, pero es obvio que el presente y futuro del galés ha pasado de muy negro a cielo abierto en apenas tres meses. Bale estaba sentenciado a final de la pasada temporada, ya no tenía la confianza de su técnico, y parecía que iba a ser ‘el vendido’ de la bbC en el mercado de verano. Así se desgastó la relación con Zidane, ferviente defensor de su tridente hasta que perdió la sintonía con el galés:
Primeras dudas
Zidane comenzó a recelar de la actitud de Bale en abril de 2016 tras perderse dos partidos por un edema en el sóleo derecho (Sporting y Bayern, en la vuelta de cuartos de la Champions), el galés se empeñó en jugar el Clásico a pesar de que los médicos aconsejaban que no acelerara. Sólo duró 35 minutos sobre el campo. Bale evidenció que no estaba totalmente recuperado de su lesión y se retiró con molestias en el sóleo izquierdo después de pedir el cambio. La lesión fue en la otra pierna, sobrecargada como consecuencia de no apoyar bien el pie derecho por falta de confianza. El empeño del galés, unido a la controvertida gestión de Zidane del caso (siempre que volvía de una lesión relegaba a quien brillaba en su ausencia: Lucas, Asensio, incluso James…), le llevó a recaer. "Él me dijo que estaba bien", se excusó el técnico. Bale no volvió a jugar hasta la final de la Champions, en su Cardiff natal, donde fue suplente…
La pasada temporada
En el comienzo de la pasada temporada, parecía que Zidane volvía a mostrarse impermeable a la fijación del palco con la bbC, pero paulatinamente fue abrazándose a un 4-4-2 que le aportaba más trabajo en la media y degradando el rol de Bale. El galés volvió a tener un inicio de campaña marcado por las lesiones (sufrió su enésimo problema en el sóleo y semanas después recayó). Se perdió 14 encuentros por lesión, reapareció en el Mundial de Clubes emitiendo señales de recuperación, pero fue una noria. Su irregularidad, unida al proteccionismo de Zidane con Benzema, le restó minutos y titularidades. Pasó de innegociable a accesorio. El 14 de febrero, contra el PSG, se escenificó el comienzo del desamor entre Zidane y Bale. El técnico le dejó en el banquillo en la noche más importante hasta entonces de la temporada, algo que molestó al jugador, como reveló su seleccionador. Su pasividad llamó la atención del vestuario. Bale fue captado por las cámaras bostezando en el banquillo. Después, estuvo lento a la hora de quitarse en chándal para entrar al campo. Y, finalmente, no atendió a la llamada de Ramos al final del partido para agradecer el apoyo al Bernabéu. Con la mirada abajo, se fue al vestuario. Un desaire que repitió en la vuelta del Parque de los Príncipes, donde también fue suplente.
Bale volvió al once al partido siguiente, contra el Betis, pero le sustituyó en el minuto 73: no recuperó ni una pelota, sólo completó un regate y tuvo mala suerte en dos remates en el área. "Ha hecho su partido", resumió Zidane de forma lacónica y con una respuesta cortante al periodista. El galés empezó a no disimular sus gestos de desconexión. En Butarque, siendo suplente, llegó a marcharse al vestuario mientras se estaba jugando la primera parte, reaccionó de forma muy tímida al primer gol de Cristiano en el Juventus Stadium y en el descanso de la vuelta contra la Juve, donde fue titular, respondió con una sonrisa cuando Cristiano le pidió más agresividad. Zidane le dejó en el banquillo por Lucas Vázquez. No fue convocado en el siguiente partido, ante el Málaga, y fue suplente ante el Athletic.
Residual pero decisivo en Champions
La pérdida de confianza de Zidane en Bale era evidente: cambios, suplencias… jugaba minutos en Liga, pero su mala situación se evidenció en la Champions. En octavos ante el PSG fue suplente en los dos partidos y sumó 36’; no jugó ni un minuto en la ida de cuartos ante la Juve y fue sustituido en el descanso del partido de vuelta (señalado del 0-2 de la primera parte); no jugó en la ida de semifinales ante el Bayern y fue suplente en la vuelta (18’).
Así llegó a la final de Kiev, con una presencia residual en los partidos importantes. Zidane había asentado el Isco-Cristiano-Benzema e incluso a veces Asensio y Lucas Vázquez entraban antes que él de refresco. En la final, ya la saben la historia: Bale salió en el 61’ por Isco y dio la decimotercera Champions League al Real Madrid con una chilena prodigiosa 2-1 y con un potente disparo que no supo despejar Karius. Pese a ganar su cuarta Champions, Bale denotaba desánimo en sus declaraciones después del partido y dejaba en el aire su futuro: “Necesito seguir jugando y eso no ha pasado esta temporada. Ahora necesito sentarme con mi representante este verano para tomar una decisión”, decía.
Pero el verano todo lo cambió. Se fue Zidane, inesperadamente, y Bale fue el único jugador de la plantilla que no le despidió públicamente en redes sociales. Y se fue Cristiano, el galés heredaba de un plumazo sus galones y se convertía en el jugador franquicia del Real Madrid. De estar casi fuera a ser el líder natural. Ahora cuenta con la confianza del nuevo técnico (Lopetegui), nadie le discute su puesto y, por el momento, muestra mejor salud que nunca ya que parece haber dejado atrás las lesiones que no le permitieron tener continuidad antaño. Este debe ser su momento.