VALENCIA 1 - ATLÉTICO 1 / Dos aspirantes, un partidazo
Valencia y Atlético firman un partido vibrante en el que Rodrigo Moreno igualó el gol inicial de Correa tras un espectacular pase de Griezmann.
Patricia Cazón
As
Comenzó LaLiga para Valencia y Atleti con un pasillo y un estadio en pie. Uno campeón de Supercopa, otro iniciando su Centenario. La ceremonia de los himnos pasa, sorteo de campos, un capitán repite, Parejo, otro se estrena, Godín, año I después de Gabi. Los decibelios suben. El balón ya sí rueda. Los dos equipos vuelcan todas sus ambiciones sobre él. Son muchas, y altas, mirando a mayo. Lo demostraron con un espectáculo de fútbol y bravura ayer, a juego con las aspiraciones.
El primero en presentarse fue Costa, que trató de hacer en el 2’ lo que al Madrid le había hecho en 49 segundos. Esta vez no salió. Wass, debutante y titular, replicó en la jugada siguiente. Apertura de Rodrigo y trallazo a la escuadra de Oblak. Muy alto. El juego comenzó trepidante. Rodrigo y Wass tenían un mapa del tesoro, ese camino abierto entre los centrales y Koke y Saúl, que les invitaba al área de Oblak. Simeone, de negro impoluto, ejercía de recogepelotas para devolver cuanto antes al césped un balón que había salido. Fue ese que tocaron sus dedos el mismo con el que Correa haría su gol. Griezmann mediante.
Despertó el francés un rato, que aún arrastra verano, con una genialidad. Un pase que nadie esperaba y que sólo él vio que rompió al Valencia. Envió, sin mirar, a un Correa que definió de libro. El mapa del tesoro del Atleti era el de verdad. El del Valencia se había convertido en laberinto. El Atleti dominaba con balón, sin balón y esa solidez de frontón a la que el Valencia no encontraba resquicio. Ya sólo era Rodrigo.
Cada vez que Costa corría temblaba Garay, lentísimo. Una vez paró Neto; otra, cuando el descanso asomaba, fue amarilla del central. El partido regresó en ese punto: falta de Garay a Costa. Le pasó por encima esta vez. Sin sanción. Ni del árbitro ni del VAR. Hubiera sido roja y ocasión clara.
Disfrutó diez minutos el Atleti desequilibrando como antaño, con sus laterales. Buen partido de Juanfran. Serio de Filipe con la niebla en su futuro, como si añorar una vez la rojiblanca no hubiera sido lección suficiente. La niebla pareció cegar a Godín en la jugada que devolvió al Valencia al partido. Falló donde no suele hacerlo: midió mal un centro lateral y por ahí se le coló Rodrigo. Control de pecho, otra definición de libro, golazo. Poco después, cuando Paulista enviaba un balón al palo, se iba Lemar, que ayer sólo corrió mucho, y Gameiro esperaba en la banda. Debutaría él, debutaría Batshuayi, rugiría Mestalla.
Las cartas del Cholo eran Vitolo y una moto, las piernas de Gelson, todo regates. Desestabilizaron más. El final del partido fue precioso, eléctrico, de ida y vuelta, los dos equipos con los guantes en alto. Por bajo sacó el suyo Oblak ante Wass para la parada de siempre, esa que sujetó el empate cuando Batshuayi apretaba. Se acalambraba Parejo, tenía la última Gameiro. Escrito estaba. Que debía ser él. El Valencia le ha cambiado la cara, pero no la mirilla: sigue con ella desviada. Su remate, fácil, lo paró Oblak. A lo lejos, se oyó un silbido. Del árbitro. Los dos equipos que apuntan a todo caían extenuados, en tablas, con los guantes de boxeo puestos, tras un partidazo. Es agosto, pareció marzo.
Patricia Cazón
As
Comenzó LaLiga para Valencia y Atleti con un pasillo y un estadio en pie. Uno campeón de Supercopa, otro iniciando su Centenario. La ceremonia de los himnos pasa, sorteo de campos, un capitán repite, Parejo, otro se estrena, Godín, año I después de Gabi. Los decibelios suben. El balón ya sí rueda. Los dos equipos vuelcan todas sus ambiciones sobre él. Son muchas, y altas, mirando a mayo. Lo demostraron con un espectáculo de fútbol y bravura ayer, a juego con las aspiraciones.
El primero en presentarse fue Costa, que trató de hacer en el 2’ lo que al Madrid le había hecho en 49 segundos. Esta vez no salió. Wass, debutante y titular, replicó en la jugada siguiente. Apertura de Rodrigo y trallazo a la escuadra de Oblak. Muy alto. El juego comenzó trepidante. Rodrigo y Wass tenían un mapa del tesoro, ese camino abierto entre los centrales y Koke y Saúl, que les invitaba al área de Oblak. Simeone, de negro impoluto, ejercía de recogepelotas para devolver cuanto antes al césped un balón que había salido. Fue ese que tocaron sus dedos el mismo con el que Correa haría su gol. Griezmann mediante.
Despertó el francés un rato, que aún arrastra verano, con una genialidad. Un pase que nadie esperaba y que sólo él vio que rompió al Valencia. Envió, sin mirar, a un Correa que definió de libro. El mapa del tesoro del Atleti era el de verdad. El del Valencia se había convertido en laberinto. El Atleti dominaba con balón, sin balón y esa solidez de frontón a la que el Valencia no encontraba resquicio. Ya sólo era Rodrigo.
Cada vez que Costa corría temblaba Garay, lentísimo. Una vez paró Neto; otra, cuando el descanso asomaba, fue amarilla del central. El partido regresó en ese punto: falta de Garay a Costa. Le pasó por encima esta vez. Sin sanción. Ni del árbitro ni del VAR. Hubiera sido roja y ocasión clara.
Disfrutó diez minutos el Atleti desequilibrando como antaño, con sus laterales. Buen partido de Juanfran. Serio de Filipe con la niebla en su futuro, como si añorar una vez la rojiblanca no hubiera sido lección suficiente. La niebla pareció cegar a Godín en la jugada que devolvió al Valencia al partido. Falló donde no suele hacerlo: midió mal un centro lateral y por ahí se le coló Rodrigo. Control de pecho, otra definición de libro, golazo. Poco después, cuando Paulista enviaba un balón al palo, se iba Lemar, que ayer sólo corrió mucho, y Gameiro esperaba en la banda. Debutaría él, debutaría Batshuayi, rugiría Mestalla.
Las cartas del Cholo eran Vitolo y una moto, las piernas de Gelson, todo regates. Desestabilizaron más. El final del partido fue precioso, eléctrico, de ida y vuelta, los dos equipos con los guantes en alto. Por bajo sacó el suyo Oblak ante Wass para la parada de siempre, esa que sujetó el empate cuando Batshuayi apretaba. Se acalambraba Parejo, tenía la última Gameiro. Escrito estaba. Que debía ser él. El Valencia le ha cambiado la cara, pero no la mirilla: sigue con ella desviada. Su remate, fácil, lo paró Oblak. A lo lejos, se oyó un silbido. Del árbitro. Los dos equipos que apuntan a todo caían extenuados, en tablas, con los guantes de boxeo puestos, tras un partidazo. Es agosto, pareció marzo.