Una precaria tregua devuelve la calma a Gaza tras el peor enfrentamiento desde 2014

Israel y Hamás acatan el alto el fuego pese a las dificultades para alcanzar un acuerdo duradero

Juan Carlos Sanz
Jerusalén, El País
Una precaria tregua ha devuelto la calma este viernes a Gaza y a las poblaciones israelíes limítrofes tras los enfrentamientos armados más graves registrados desde la última guerra en la Franja palestina, hace ahora cuatro años. La aviación de combate hebrea había desencadenado desde la noche de miércoles más de 150 ataques y bombardeos sobre el enclave costero, en paralelo a los dos centenares de cohetes y proyectiles lanzados contra Israel.


El cese de hostilidades, que entró en vigor la pasada medianoche tras los esfuerzos de mediación de Egipto y de la ONU, fue ratificado por fuentes de Hamás, el movimiento islamista que controla el territorio palestino, pero no ha sido reconocido por el Gobierno israelí. Ambos bandos se limitan a reiterar extraoficialmente que habrá tranquilidad en Gaza mientras la otra parte mantenga la calma.

Las autoridades militares autorizaron el retorno a las actividades cotidianas en la periferia de la Franja, donde la población israelí ha tenido que dirigirse a los refugios antiaéreos durante los dos últimos días. Dos decenas de personas resultaron heridas por el impacto de los cohetes caídos en localidades como Sderot, situada a menos de dos kilómetros de la divisoria territorial.

En el enclave palestino la tranquilidad también era patente, aunque militantes de Hamás y de la Yihad Islámica animaban a la población a través de vehículos con altavoces, según informa la agencia Reuters, a acudir a las protestas semanales en la valla de separación con Israel, donde en los últimos cinco meses han perdido a vida muerto cerca de 160 manifestantes por disparos de francotiradores del Ejército israelíes.

Las oleadas de bombardeos contra posiciones militares de las milicias palestinas causaron la muerte de un miliciano, así como la de una mujer embarazada y de su hija de 18 meses y dejaron decenas de heridos. La destrucción de un edificio del norte de la capital gazatí en un ataque aéreo —que el Ejército israelí definió como una respuesta al lanzamiento de un misil que cayó cerca de la ciudad de Beersheba, la más importante del sur del país— marcó el final de los enfrentamientos.

Analistas militares de la prensa israelí, como Alex Fishman en Yedioth Ahronoth, interpretan que tanto Hamás como Israel intentan evitar que el deterioro de la situación de seguridad desemboque en una guerra generalizada sin control. Ambas partes estaban negociando en las últimas semanas, también con intervención de Egipto y Naciones Unidas, una tregua de larga duración que elimine la tensión y permita la reconstrucción de la economía de la Franja. Los dos bandos, sin embargo, experimentan dificultades para poder sellar un alto el fuego permanente.

La división política palestina bloquea en gran medida los avances de los mediadores. La Autoridad Palestina, que solo controla de facto Cisjordania con un Gobierno dominado por el partido Fatah —liderado por el presidente Mahmud Abbas—, rechazó que Hamás negocie con Israel por su cuenta sobre el futuro de Gaza.

En Israel, una decisión de Tribunal Supremo parece haber acortado la existencia de la actual coalición encabezada por Benjamín Netanyahu, quien suele guiar su política por cálculos electorales. El Ejecutivo tiene que revisar antes de fin de año la ley del servicio militar, en un paso que forzará previsiblemente la convocatoria de elecciones anticipadas si los partidos ultraortodoxos judíos cumplen su amenaza de romper el acuerdo de Gobierno. Los ultrarreligiosos exigen que se mantenga la exención al alistamiento de los jóvenes estudiantes de las escuelas rabínicas.

La grave situación humanitaria de los dos millones de palestinos confinados en el enclave costero no puede esperar, sin embargo, a que cuaje un pacto de cese de hostilidades que parece improbable. Dos terceras partes de la población sobreviven gracias a la ayuda internacional en un territorio donde tasa de desempleo roza el 45% y la electricidad apenas llega a los usuarios cuatro horas al día. Naciones Unidas prevé que la Franja dejará de ser habitable en 2020.

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