Turbulencias en el imperio de los Agnelli, la ‘familia real’ de Italia

Suicidios, tragedias e historias de éxito de la última gran dinastía industrial europea, agitada por el millonario fichaje de Cristiano Ronaldo y los recientes cambios en su cúpula

Lorena Pacho
Roma, El País
Cada cierto tiempo la saga de los Agnelli, lo más parecido a una familia real en la república transalpina, sacude Italia. El reciente fichaje de Cristiano Ronaldo por la Juventus de Turín, propiedad del clan, revolucionó el mercado inmobiliario en Turín, agitó las plazas futbolísticas y provocó turbulencias en el imperio. El precio desmesurado de la compra del jugador desató el pasado julio el enfado de los trabajadores de una fábrica de Fiat en el sur del país que se quejaban de los sacrificios que les exigían a ellos.


El reciente cambio de gestión en los principales pilares del conglomerado familiar después del fallecimiento del histórico gerente único Sergio Marchionne copó la actualidad italiana durante días. La historia de la estirpe Agnelli, la última gran dinastía industrial europea, está inexorablemente ligada a la del país y viceversa. Quienes mueven los hilos son personajes singulares.

A la cabeza está John Elkann, el heredero por excelencia del viejo Gianni Agnelli. Después de la muerte de Umberto Agnelli, hermano de su abuelo, tomó las riendas, con 30 años recién cumplidos, de un imperio que se asomaba al precipicio. Llevaba desde los 24 preparándose específicamente para ello. Por sus manos pasa un conglomerado de compañías automovilísticas, varios periódicos, el club de fútbol Juventus de Turín, viñedos en Burdeos, edificios de prestigio, cadenas de hoteles, grandes almacenes, compañías de seguros, fábricas de papel, propiedades en Roma, Turín, Nueva York o París y un interminable etcétera. Ahora acaba de estrenarse al frente también de Ferrari.

A él le ha tocado, además de relanzar las finanzas de la estirpe con más poder de Italia, recomponer los maltrechos lazos familiares y poner fin a las guerras internas entre hermanos, primos y madres e hijos por la herencia del patriarca. Algo que poco después de la desaparición de Gianni parecía una misión imposible, en una dinastía de seis generaciones y 170 herederos. En el árbol genealógico de los Agnelli se entrecruzan descendientes de la aristocracia medieval del Piamonte, grandes apellidos de la élite estadounidense, como los Miller, y parentescos con la nobleza europea. Desde niño ha sabido lo que es la presión. Siempre comedido y alejado del foco público, sigue una única doctrina desde que llegó al timón de la dinastía: trabajar y callar.

Nació en Nueva York y creció entre Reino Unido, Brasil y Francia. Era casi un desconocido en el bel paese hasta que su opulenta boda en 2004 con la princesa lombarda Lavinia Borromeo —hermana de Beatrice, la mujer de Pierre Casiraghi— en la Capilla Blanca de la isla Madre del lago Maggiore lo puso en el reflector de los italianos, que hasta entonces apenas habían oído hablar de él.

En cambio su hermano Lapo Elkann, el nieto díscolo, siempre ha estado en boca de todos. Después de varios escándalos con drogas de por medio ahora asegura estar rehabilitado y centrado en su faceta de empresario. La familia siempre ha cerrado filas en torno a él. Sus peripecias no eran, ni mucho menos, lo peor que habían vivido los Agnelli.

Ninguno de los dos se habla con su madre Margherita, que inició una batalla sin cuartel por la herencia de su padre, que en Italia se considera una especie de Dallas transalpina.
Gianni Agnelli en un acto en París el 15 de octubre de 1991. ampliar foto
Gianni Agnelli en un acto en París el 15 de octubre de 1991. Antonio Ribeiro Getty

En la cumbre del imperio sigue dominando la figura omnipresente y excesiva de Gianni, el abogado, que no lo tuvo fácil para elegir a su sucesor. Sabía que solo lo buscaría entre los hijos de su hija predilecta. El patriarca veía su impronta en John: riguroso, discreto, buen gestor y eficiente. Pero se reconocía aún más en Lapo: simpático, seductor, intrépido y chispeante —las palabras “independiente” e “indomable” que tiene tatuadas en ambos brazos son una declaración de intenciones— y con el tenía una relación más estrecha.

Su biografía exorbitante encaja con la de su abuelo: playboy indómito y vanidoso; hombre intenso, empresario intuitivo e ingenioso.

El patriarca Gianni dio un impulso renovado al imperio fundado por el senador Giovanni Agnelli en 1899. El país transalpino y medio mundo se rindieron ante "El auténtico rey de Italia", como le llamaba el director Federico Fellini, que solía decir: “Ponle un casco y móntalo en un caballo. Tiene la cara de un rey”. Durante mucho tiempo reinó sin corona en las finanzas, en la sociedad y hasta en la política del país transalpino, que no lo olvida. Cuando falleció en enero de 2003, 150.000 personas pasaron por la capilla ardiente que se instaló en la antigua fábrica de la Fiat en Turín para despedirse del eterno príncipe de Italia.

Con él se iba una vida intensa y particular. Su padre, Edoardo, murió en 1935, decapitado por una hélice en un accidente de avión flotante cuando él tenía 14 años. Su madre, la princesa Virginia Bourbon del Monte, desapareció trágicamente diez años después, estrangulada por su pañuelo en un accidente automovilístico. Al final de una trayectoria disoluta encontró a Marella Caracciolo di Castagneto, su primera y única esposa pero ni de lejos la única mujer de su vida. En su autobiografía, la aristócrata recuerda el primer encuentro con la dinastía de los Agnelli: “Eran todos iguales, se reían de los mismos chistes, parecían estar de acuerdo en todo. Emanaba de ellos un aura tribal. Cuando nos comprometimos a finales del verano de 1953, pensé que nunca encontraría mi lugar en una familia tan cercana”. Durante mucho tiempo, el matrimonio, conocido como los Kennedy italianos, mostró la imagen de una familia feliz. Sobrevivieron al suicidio de su hijo Edoardo y mantuvieron unido al clan, pero las sombras de las infidelidades de él nunca se desvanecieron.

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