Temer despliega las Fuerzas Armadas en la frontera de Brasil con Venezuela

El presidente de Brasil llama a los militares para "ofrecer seguridad" a brasileños e inmigrantes entre tensiones por la crisis migratoria

Tom C. Avendaño
São Paulo, El País
El presidente brasileño Michel Temer ha pasado finalmente a la acción. Tras 12 largos días de silencio e incertidumbre, en los que la grave crisis migratoria en la frontera con Venezuela se ha ido recrudeciendo sin una sola medida de peso del Gobierno, el mandatario ha escenificado un salto a los mandos. Ayer desplegaba las Fuerzas Armadas en la frontera con Venezuela: "Para ofrecer seguridad a brasileños y a venezolanos". Y hoy ha amagado la posibilidad de asignar números de llegada a los inmigrantes según crucen la frontera para limitar dramáticamente su entrada.


"Cada día pasan 700 u 800 venezolanos por la frontera y eso está creando muchos problemas para su vacunación y para la organización", ha dicho el presidente durante la entrevista en Radio Jornal. "Están pensando distribuir números de llegada, de tal manera que entren 100, 150 o 200 al día, lo que organizaría un poco más las entradas". Horas después desecharía esa idea.

El despliegue del Ejército es la medida más contudente del Gobierno desde el recrudecimiento de las tensiones en la frontera con Venezuela en el Estado de Roraima, cuando, hace casi dos semanas, miles de ciudadanos atacaron un campamento de refugiados y expulsaron a 1.200 de ellos. Aquello fue la explosión de meses de fricciones entre algunos habitantes de Roraima y los casi 60.000 venezolanos que desde enero de 2017 han llegado hasta allí huyendo de su país, lo que ha convertido a Roraima, un Estado de poco más de medio millón de habitantes, pobre y mal comunicado con el resto del país, en una auténtica bomba de relojería. Los brasileños, exasperados, recriminan a los inmigrantes el haber colapsado sus ya de por sí precarios servicios públicos, sobre todo los sanitarios. Al Gobierno, le reprochan su escandaloso desinterés.

Ese descontento con el Ejecutivo se ha ido extendiendo al resto del país tras el ataque al campamento. Temer, un presidente aislado, profundamente impopular (solo un 3% del país ve su gestión con buenos ojos) y con nada en juego ya porque su presidencia acaba tras las elecciones de este octubre, ha optado por desaparecer justo cuando el país más andaba necesitado de un líder. Pasaban los días, crecían las especulaciones sobre qué hacer en Roraimia y él seguía sin dar noticias. Ni una postura oficial, ni una reprimenda si quiera a los políticos roraimenses que exigían el cierre de la frontera con Venezuela, lo que violaría el derecho internacional. La primera potencia de América Latina estaba descabezada en el peor momento de la crisis migratoria más grave de la memoria reciente.

Este vacío ha resultado ser pasto para algunos políticos de Roraima, que buscan ser reelegidos este octubre. Hacía tiempo ya que habían encontrado en la xenofobia una piedra filosofal capaz de convertir una situación de difícil arreglo en votos. Pero los ataques al Gobierno y su laxa actitud ante la crisis les han llevado aún más lejos y han acabado siendo el centro de algunas de sus campañas. Ni por esas Temer reaccionaba. Como mucho, insinuó que los militares eran una buena una solución temporal al problema: en una réplica a las muchas críticas de la gobernadora Suely Campos le sugirió que solicitase la intervención de las tropas.

La escena más inesperada y quizá representativa de la crisis y el papel de Temer en ella la protagonizó otro político de Roraima: el senador Romero Jucá, quien hasta el lunes era uno de los más fieles y poderosos aliados del mandatario. Preside su agrupación, el Movimiento Democrático Brasileño y, hasta hace poco, tenía el puesto clave de representar a su Gobierno en el Senado. El lunes anunció que dimitía de esa última posición en protesta por la gestión de la crisis de los inmigantes, lo que da buena muestra del nuevo grado de toxicidad de Temer.

Las tropas están desplegadas por decreto, según el cual deberán quedarse en las zonas norte y este de la fronteras, así como en las autopistas, las próximas dos semanas. Es menos de lo que habían pedido en el pasado Jucá y la gobernadora de Roraima, Suely Campos, que en momentos distintos llegaron hasta a exigir el cierre de la frontera. Pero sí es más de lo que ha hecho el Gobierno hasta ahora. Es decir: decretar la "situación de vulnerabilidad" de Roraima en 2016, prever medidas "de asesitencia" a los venezolanos y trasladar a algunos cientos de ellos a otros Estados en la llamada Operación Acogida.

El presidente ha sido abiertamente crítico con el gobierno venezolano. "Brasil respeta la sobería de los estados, pero tenemos que recordar que solo es soberano un país que respeta y cuida de su pueblo", ha dicho. También ha descrito la situación venezolana como "dramática", un "desastre humanitario".

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