Pánico por Modric
Cierto o no, el rumor de que el croata quiere salir del Madrid es inexplicable
Óscar Sanz
El País
Andaba entretenido el aficionado de a pie con asuntos harto interesantes, tales como comprobar si Gareth Bale, ese individuo que no es capaz de marcar un gol sin que sea un golazo, está en condiciones de hacer olvidar (a quien no le haya olvidado ya) a Cristiano en el Madrid; o con el repentino fichaje de Arturo Vidal por el Barça, en lo que se antoja un cambio de discurso en el equipo azulgrana, pues el chileno parecerse, lo que se dice parecerse, al inolvidable Iniesta, pues va a ser que no. Y ello por no hablar de lo que supone para el VAR que Vidal y Luis Suárez convivan en el mismo equipo. Sin embargo, nada de lo dicho era comparable a la noticia de que Barack Obama, sí, han leído bien, aplaudía la decisión de Luis Rubiales de despedir a Julen Lopetegui como seleccionador días antes del pasado Mundial. Así lo desveló el propio presidente de la federación, que dejó estupefacto a su auditorio al asegurar que el expresidente de los Estados Unidos, hombre docto y, por tanto, conocedor de los problemas que acechan a la humanidad, y el de los designios de la selección española lo es, no se atrevan a negarlo, le había felicitado por su súbita decisión.
Y así andaba el pueblo, entretenido en tontunas de este jaez, cuando estalló la noticia: Modric quiere irse del Madrid. Ya no es que cueste creer esa afirmación, es que cuesta escribirla. Modric quiere irse del Madrid… Extraño asunto. La primicia saltó en los medios italianos, a menudo bien informados, que nos relataban cómo la esposa del futbolista croata, que además es su agente, se encontraba negociando el fichaje de su esposo y representado por el Inter. Con cuentagotas se nos fueron aportando detalles de la supuesta operación. Al parecer, Florentino Pérez habría llegado hace tiempo a un pacto con Modric según el cual si el jugador hiciera público su deseo de abandonar el Madrid se le facilitaría la salida. Resulta, pues, que el señor Pérez, otrora durísimo negociador, se ha convertido, quizá por la edad, en el Papá Noel del fútbol, que va repartiendo regalos de chimenea en chimenea. Porque resulta, y aquí reside otra de las claves de la, insistimos, supuesta operación, que el Inter, escaso como está de dineros, se llevaría cedido al mejor jugador del pasado Mundial a cambio de 15 millones de euros, a los que se añadirían otros 25 el próximo año para hacer efectiva la compra. No querría este que escribe dejar de compartir su creencia de que, tal y como está el mercado, 15 millones es lo que cuesta un cordón de la bota de Modric.
Estos son los detalles de la supuesta (y magra) operación Modric que tiene en vilo al madridismo. Ninguna respuesta ha dado el club blanco que no sea la de remitirse a la cláusula de rescisión del futbolista, que alcanza los 750 millones. Otras fuentes, no oficiales, aseguran que el Madrid ya tiene prevista una mejora de su contrato, que acaba en 2020, y que le situaría en el segundo peldaño de la escala salarial, igualado con Sergio Ramos y solo por detrás de Bale. Pero el Inter, por lo visto, no se arredra. Preguntado su entrenador, Luciano Spalleti, sobre el asunto, respondió: “Intentamos hacer todo lo que consideramos correcto para ficharle, pero tenemos los pies en el suelo. Aún quedan días de mercado, pero si en el último minuto se nos presenta la posibilidad de fichar a Messi, lo aceptaré de buen grado”. Y se quedó tan ancho.
Nada ha opinado al respecto Modric, que calla mientras apura sus vacaciones. Quizá sea cierto su deseo de irse, quién sabe. Para conquistar más títulos no será, y ahórrense la comparación entre lo que ha ganado el Madrid en los últimos años y lo que ha ganado el Inter. Para ganar más dinero tampoco, pues cuesta creer que el Inter llegue donde puede llegar el Madrid. Y respecto al cariño de la afición, un tema a veces trascendente, nada hay que decir, habiendo madridistas que guardan una foto del croata en una hornacina. Y mientras se resuelve el misterio, el aficionado cruza los dedos, aguanta la respiración y espera en estado de pánico que alguien le saque de esta pesadilla. Aunque sea Obama.
Óscar Sanz
El País
Andaba entretenido el aficionado de a pie con asuntos harto interesantes, tales como comprobar si Gareth Bale, ese individuo que no es capaz de marcar un gol sin que sea un golazo, está en condiciones de hacer olvidar (a quien no le haya olvidado ya) a Cristiano en el Madrid; o con el repentino fichaje de Arturo Vidal por el Barça, en lo que se antoja un cambio de discurso en el equipo azulgrana, pues el chileno parecerse, lo que se dice parecerse, al inolvidable Iniesta, pues va a ser que no. Y ello por no hablar de lo que supone para el VAR que Vidal y Luis Suárez convivan en el mismo equipo. Sin embargo, nada de lo dicho era comparable a la noticia de que Barack Obama, sí, han leído bien, aplaudía la decisión de Luis Rubiales de despedir a Julen Lopetegui como seleccionador días antes del pasado Mundial. Así lo desveló el propio presidente de la federación, que dejó estupefacto a su auditorio al asegurar que el expresidente de los Estados Unidos, hombre docto y, por tanto, conocedor de los problemas que acechan a la humanidad, y el de los designios de la selección española lo es, no se atrevan a negarlo, le había felicitado por su súbita decisión.
Y así andaba el pueblo, entretenido en tontunas de este jaez, cuando estalló la noticia: Modric quiere irse del Madrid. Ya no es que cueste creer esa afirmación, es que cuesta escribirla. Modric quiere irse del Madrid… Extraño asunto. La primicia saltó en los medios italianos, a menudo bien informados, que nos relataban cómo la esposa del futbolista croata, que además es su agente, se encontraba negociando el fichaje de su esposo y representado por el Inter. Con cuentagotas se nos fueron aportando detalles de la supuesta operación. Al parecer, Florentino Pérez habría llegado hace tiempo a un pacto con Modric según el cual si el jugador hiciera público su deseo de abandonar el Madrid se le facilitaría la salida. Resulta, pues, que el señor Pérez, otrora durísimo negociador, se ha convertido, quizá por la edad, en el Papá Noel del fútbol, que va repartiendo regalos de chimenea en chimenea. Porque resulta, y aquí reside otra de las claves de la, insistimos, supuesta operación, que el Inter, escaso como está de dineros, se llevaría cedido al mejor jugador del pasado Mundial a cambio de 15 millones de euros, a los que se añadirían otros 25 el próximo año para hacer efectiva la compra. No querría este que escribe dejar de compartir su creencia de que, tal y como está el mercado, 15 millones es lo que cuesta un cordón de la bota de Modric.
Estos son los detalles de la supuesta (y magra) operación Modric que tiene en vilo al madridismo. Ninguna respuesta ha dado el club blanco que no sea la de remitirse a la cláusula de rescisión del futbolista, que alcanza los 750 millones. Otras fuentes, no oficiales, aseguran que el Madrid ya tiene prevista una mejora de su contrato, que acaba en 2020, y que le situaría en el segundo peldaño de la escala salarial, igualado con Sergio Ramos y solo por detrás de Bale. Pero el Inter, por lo visto, no se arredra. Preguntado su entrenador, Luciano Spalleti, sobre el asunto, respondió: “Intentamos hacer todo lo que consideramos correcto para ficharle, pero tenemos los pies en el suelo. Aún quedan días de mercado, pero si en el último minuto se nos presenta la posibilidad de fichar a Messi, lo aceptaré de buen grado”. Y se quedó tan ancho.
Nada ha opinado al respecto Modric, que calla mientras apura sus vacaciones. Quizá sea cierto su deseo de irse, quién sabe. Para conquistar más títulos no será, y ahórrense la comparación entre lo que ha ganado el Madrid en los últimos años y lo que ha ganado el Inter. Para ganar más dinero tampoco, pues cuesta creer que el Inter llegue donde puede llegar el Madrid. Y respecto al cariño de la afición, un tema a veces trascendente, nada hay que decir, habiendo madridistas que guardan una foto del croata en una hornacina. Y mientras se resuelve el misterio, el aficionado cruza los dedos, aguanta la respiración y espera en estado de pánico que alguien le saque de esta pesadilla. Aunque sea Obama.