La mano ejecutora del Mosad se alarga por Oriente Próximo
La muerte en atentado de un general sirio es el último eslabón de cientos de acciones encubiertas atribuidas al espionaje israelí
Juan Carlos Sanz
Jerusalén, El País
El general Aziz Asbar regresaba el sábado por la noche a Hama, en el centro de Siria, cuando el coche en el que circulaba se desintegró por la explosión de una bomba lapa. Responsable científico de programas de armamento, Asbar sabía que su vida corría peligro. La muhabarat (seguridad interior) había desarticulado dos células locales reclutadas por un servicio de inteligencia exterior para seguir sus movimientos. Dos semanas atrás, se había librado por poco de perecer entre los escombros del Centro de Estudios e Investigación Científica —que dirigía en Masyaf, en el oeste de Hama—, en un ataque con misiles atribuido a Israel.
Todos los indicios apuntan al Mosad como autor del atentado. El Gobierno de Damasco ha acusado al servicio de inteligencia exterior hebreo a través del diario Al Watan, que desvela que hubo dos intentos previos de asesinar al jefe del plan de modernización del arsenal de cohetes para transformarlos en misiles de precisión. El canal iraní en lengua inglesa Press TV señalaba también al espionaje israelí como culpable.
Los corresponsales en Jerusalén y Tel Aviv de The New York Times han obtenido la confirmación de la implicación del Mosad en la muerte de Asbar —oficial de enlace entre Bachar el Asad y la Guardia Revolucionaria iraní— de “un alto cargo de una agencia de inteligencia de Oriente Próximo” que reclama anonimato.
Israel lo niega todo. “Cada día se producen cientos de explosiones en la región, y siempre nos echan la culpa a nosotros. No es serio”, argumentaba el titular de Defensa, Avigdor Lieberman. El ministro de Inteligencia, Yisrael Katz, hilaba más fino: “Si es cierto que Asbar estaba implicado en acciones terroristas, celebro que haya abandonado este mundo”.
Solo el primer ministro puede dar la orden de asesinar a un enemigo de Israel. Las acciones del espionaje permanecen siempre en secreto, aunque Benjamín Netanyahu reveló hace tres meses en televisión que el Mosad había logrado sacado de Teherán media tonelada de documentos (55.000 páginas y 183 discos compactos) tras infiltrarse en los archivos del programa nuclear iraní.
Desde la Operación Damocles, en la que fueron liquidados hace 50 años antiguos científicos nazis que desarrollaban un programa de misiles en Egipto, la mano ejecutora del Mosad no ha dejado de alargarse por Oriente Próximo.
Irán ha sido el principal objetivo de las acciones del Mosad en la última década
En su reciente libro Rise and Kill First (Levántate y mata primero), el periodista israelí Ronen Bergman asegura que, desde su creación —en 1948, con el nacimiento del Estado judío— hasta el cambio de siglo, los agentes del servicio exterior hebreo con licencia para matar actuaron en medio millar de casos. A partir de la Segunda Intifada (2000-2005) y en particular tras el 11-S, la cifra de asesinatos en el extranjero se ha multiplicado por tres.
Irán ha sido el principal objetivo de las acciones del Mosad en la última década. Seis científicos vinculados al proyecto nuclear de Teherán perdieron la vida en atentados atribuidos a la inteligencia israelí. El general Hasan Tehrani-Moghaddam, jefe del programa de cohetes de la Guardia Revolucionaria, murió junto con otros 15 militares en una explosión durante la prueba de un misil en 2012. Las autoridades negaron entonces que se tratara de un sabotaje.
Operaciones secretas en países árabes
Más recientemente, las milicias de Hamás, que controlan de facto la franja de Gaza, y de Hezbolá, desplegadas en Líbano y Siria, han ocupado el punto de mira de las acciones letales encubiertas israelíes. Dos expertos en drones vinculados al movimiento islamista palestino fueron abatidos a tiros, uno en Túnez, en 2016, y otro en Malasia este mismo año.
Al igual que ha ocurrido ahora con el general Asba, los jefes militares chiíes libaneses tampoco han hallado refugio seguro en Siria. Samir Kuntar, comandante del sector de los Altos del Golán, murió entre las ruinas de un edificio de la periferia de Damasco bombardeado por la aviación israelí. Lo mismo le ocurrió en 2016 a Mustafá Badrein, alto mando de Hezbolá, despedazado por un misil disparado contra una base aérea de la capital siria.
El asesinato en 2010 del jefe de las milicias de Hamás Mahmud al Mabhuh en Dubái mostró al mundo que no hay territorios vetados para el Mosad en Oriente Próximo. Un comando de 11 agentes le liquidó a plena luz del día en un hotel. No dejó ningún rastro.
Una lista en el letal punto de mira
Las operaciones del Mosad han tenido como objetivo a máximos dirigentes como el número dos palestino Jalil al Wazir (Abu Yihad), abatido en Túnez en 1988, o el jeque Ahmed Yasin, fundador de Hamás, alcanzado en 2004 por un misil en su silla de ruedas en Gaza. Imad Mugniyeh, jefe militar de Hezbolá, pereció a consecuencia de un atentado en Damasco en 2008: explotó el reposacabezas cuando iba en su coche. Nadie parece estar a salvo de los agentes secretos israelíes. Al experto en explosivos de Hamás Yahya Ayyash, El Ingeniero, le estalló el móvil en la cabeza en 1996.
Juan Carlos Sanz
Jerusalén, El País
El general Aziz Asbar regresaba el sábado por la noche a Hama, en el centro de Siria, cuando el coche en el que circulaba se desintegró por la explosión de una bomba lapa. Responsable científico de programas de armamento, Asbar sabía que su vida corría peligro. La muhabarat (seguridad interior) había desarticulado dos células locales reclutadas por un servicio de inteligencia exterior para seguir sus movimientos. Dos semanas atrás, se había librado por poco de perecer entre los escombros del Centro de Estudios e Investigación Científica —que dirigía en Masyaf, en el oeste de Hama—, en un ataque con misiles atribuido a Israel.
Todos los indicios apuntan al Mosad como autor del atentado. El Gobierno de Damasco ha acusado al servicio de inteligencia exterior hebreo a través del diario Al Watan, que desvela que hubo dos intentos previos de asesinar al jefe del plan de modernización del arsenal de cohetes para transformarlos en misiles de precisión. El canal iraní en lengua inglesa Press TV señalaba también al espionaje israelí como culpable.
Los corresponsales en Jerusalén y Tel Aviv de The New York Times han obtenido la confirmación de la implicación del Mosad en la muerte de Asbar —oficial de enlace entre Bachar el Asad y la Guardia Revolucionaria iraní— de “un alto cargo de una agencia de inteligencia de Oriente Próximo” que reclama anonimato.
Israel lo niega todo. “Cada día se producen cientos de explosiones en la región, y siempre nos echan la culpa a nosotros. No es serio”, argumentaba el titular de Defensa, Avigdor Lieberman. El ministro de Inteligencia, Yisrael Katz, hilaba más fino: “Si es cierto que Asbar estaba implicado en acciones terroristas, celebro que haya abandonado este mundo”.
Solo el primer ministro puede dar la orden de asesinar a un enemigo de Israel. Las acciones del espionaje permanecen siempre en secreto, aunque Benjamín Netanyahu reveló hace tres meses en televisión que el Mosad había logrado sacado de Teherán media tonelada de documentos (55.000 páginas y 183 discos compactos) tras infiltrarse en los archivos del programa nuclear iraní.
Desde la Operación Damocles, en la que fueron liquidados hace 50 años antiguos científicos nazis que desarrollaban un programa de misiles en Egipto, la mano ejecutora del Mosad no ha dejado de alargarse por Oriente Próximo.
Irán ha sido el principal objetivo de las acciones del Mosad en la última década
En su reciente libro Rise and Kill First (Levántate y mata primero), el periodista israelí Ronen Bergman asegura que, desde su creación —en 1948, con el nacimiento del Estado judío— hasta el cambio de siglo, los agentes del servicio exterior hebreo con licencia para matar actuaron en medio millar de casos. A partir de la Segunda Intifada (2000-2005) y en particular tras el 11-S, la cifra de asesinatos en el extranjero se ha multiplicado por tres.
Irán ha sido el principal objetivo de las acciones del Mosad en la última década. Seis científicos vinculados al proyecto nuclear de Teherán perdieron la vida en atentados atribuidos a la inteligencia israelí. El general Hasan Tehrani-Moghaddam, jefe del programa de cohetes de la Guardia Revolucionaria, murió junto con otros 15 militares en una explosión durante la prueba de un misil en 2012. Las autoridades negaron entonces que se tratara de un sabotaje.
Operaciones secretas en países árabes
Más recientemente, las milicias de Hamás, que controlan de facto la franja de Gaza, y de Hezbolá, desplegadas en Líbano y Siria, han ocupado el punto de mira de las acciones letales encubiertas israelíes. Dos expertos en drones vinculados al movimiento islamista palestino fueron abatidos a tiros, uno en Túnez, en 2016, y otro en Malasia este mismo año.
Al igual que ha ocurrido ahora con el general Asba, los jefes militares chiíes libaneses tampoco han hallado refugio seguro en Siria. Samir Kuntar, comandante del sector de los Altos del Golán, murió entre las ruinas de un edificio de la periferia de Damasco bombardeado por la aviación israelí. Lo mismo le ocurrió en 2016 a Mustafá Badrein, alto mando de Hezbolá, despedazado por un misil disparado contra una base aérea de la capital siria.
El asesinato en 2010 del jefe de las milicias de Hamás Mahmud al Mabhuh en Dubái mostró al mundo que no hay territorios vetados para el Mosad en Oriente Próximo. Un comando de 11 agentes le liquidó a plena luz del día en un hotel. No dejó ningún rastro.
Una lista en el letal punto de mira
Las operaciones del Mosad han tenido como objetivo a máximos dirigentes como el número dos palestino Jalil al Wazir (Abu Yihad), abatido en Túnez en 1988, o el jeque Ahmed Yasin, fundador de Hamás, alcanzado en 2004 por un misil en su silla de ruedas en Gaza. Imad Mugniyeh, jefe militar de Hezbolá, pereció a consecuencia de un atentado en Damasco en 2008: explotó el reposacabezas cuando iba en su coche. Nadie parece estar a salvo de los agentes secretos israelíes. Al experto en explosivos de Hamás Yahya Ayyash, El Ingeniero, le estalló el móvil en la cabeza en 1996.