Huracán-River: un penal errado y poco más en un empate áspero
Igualaron 0-0 en Parque Patricios, en un partido con poco brillo. El Pity Martínez erró un penal que podría haber cambiado la historia.
Clarín
La Copa Libertadores es esa obsesión que se dibuja sobre la banda roja. Pero levantar el “pagaré” doméstico, otro de los grandes objetivos que se plantea Marcelo Gallardo. Por eso este volver a empezar genera ilusión. Y como Boca ganó en el amanecer del domingo, crece la presión. Sin embargo, lo que deja la noche de Parque Patricios es un compendio de imprecisiones. Tuvo un penal para ganarlo, pero falló Gonzalo Martínez. Y terminó valorando el punto porque el debut pudo ser peor si ese tiro de Mauro Bogado que tapó a medias Franco Armani no pegaba en el travesaño. El rendimiento, en cambio, dejó unos cuántos interrogantes.
Hay una situación imposible de soslayar, indispensable para el análisis. Y como muestra bastó una jugada del primer tiempo. Exequiel Palacios encaró, se sacó de encima a un rival y la pelota picó en un pozo. No estaba viva, claro. No era playera. El balón sufría sobre un césped que parece un picadero. Hasta el círculo central estaba pintado como un garabato propio del jardín maternal. Bajo esta coyuntura, era difícil aspirar a un gran partido.
Y más allá de las buenas intenciones que mostró River, no fluyó el juego. La búsqueda del juego interno, con los atildados Nacho Fernández, el pibe Palacios y Pity Martínez, sucumbieron en los metros finales. River triangulaba, pero pocas veces encontraba el pase exacto. Sus delanteros quedaron una sola vez mano a mano con Marcos Díaz. Lucas Pratto habilitó a Ignacio Scocco y el arquero achicó a puro reflejo.
Después, hubo poco para destacar. El juego se hizo muy cortado y el penal que erró Martínez terminó por desinflar a River. No admite discusiones la mano de Juan Garro. Pity se tenía fe. Al punto de discutir con Scocco. La tiró a la tribuna. No hubo ley del ex. Y Carlos Tevez no fue el único que lamentó haber errado desde los once metros.
De pronto, el partido se disputó a pedir de Huracán. A la segunda pelota, ni más ni menos, que a los rebotes. Cortaba en el medio con sus blondos volantes centrales y en el juego largo sacaba ventaja. En el final de la primera etapa quedó claro. Despejó Saúl Salcedo, Lucas Gamba le ganó a Javier Pinola, pero chocó con Franco Armani. El delantero impidió que el número uno pudiera levantarse y el gol de Diego Mendoza terminó anulado. Las repeticiones le dieron la razón a Patricio Loustau, más allá de la bronca que bajó de las tribunas.
Gallardo no perdió demasiado tiempo. Cuando se había consumido un cuarto de hora del complemento, apostó a Juan Quintero y Enzo Pérez. El colombiano metió un par de pinceladas. Hubo un gol anulado a Scocco -otro acierto de Loustau- y un blooper de Marcos Díaz como situaciones más peligrosas. Huracán cortó circuitos y no tuvo volumen de juego. ¿Por qué no entró Toranzo? Gamba se fajó con los centrales. Y ganó el duelo Javier Pinola.
¿Tiene gusto a poco el punto para River? El recorrido en el campeonato dirá. Desabrido fue el nivel que mostró el equipo en el bautismo de la Superliga, más allá del lamentable estado del campo de juego.
Clarín
La Copa Libertadores es esa obsesión que se dibuja sobre la banda roja. Pero levantar el “pagaré” doméstico, otro de los grandes objetivos que se plantea Marcelo Gallardo. Por eso este volver a empezar genera ilusión. Y como Boca ganó en el amanecer del domingo, crece la presión. Sin embargo, lo que deja la noche de Parque Patricios es un compendio de imprecisiones. Tuvo un penal para ganarlo, pero falló Gonzalo Martínez. Y terminó valorando el punto porque el debut pudo ser peor si ese tiro de Mauro Bogado que tapó a medias Franco Armani no pegaba en el travesaño. El rendimiento, en cambio, dejó unos cuántos interrogantes.
Hay una situación imposible de soslayar, indispensable para el análisis. Y como muestra bastó una jugada del primer tiempo. Exequiel Palacios encaró, se sacó de encima a un rival y la pelota picó en un pozo. No estaba viva, claro. No era playera. El balón sufría sobre un césped que parece un picadero. Hasta el círculo central estaba pintado como un garabato propio del jardín maternal. Bajo esta coyuntura, era difícil aspirar a un gran partido.
Y más allá de las buenas intenciones que mostró River, no fluyó el juego. La búsqueda del juego interno, con los atildados Nacho Fernández, el pibe Palacios y Pity Martínez, sucumbieron en los metros finales. River triangulaba, pero pocas veces encontraba el pase exacto. Sus delanteros quedaron una sola vez mano a mano con Marcos Díaz. Lucas Pratto habilitó a Ignacio Scocco y el arquero achicó a puro reflejo.
Después, hubo poco para destacar. El juego se hizo muy cortado y el penal que erró Martínez terminó por desinflar a River. No admite discusiones la mano de Juan Garro. Pity se tenía fe. Al punto de discutir con Scocco. La tiró a la tribuna. No hubo ley del ex. Y Carlos Tevez no fue el único que lamentó haber errado desde los once metros.
De pronto, el partido se disputó a pedir de Huracán. A la segunda pelota, ni más ni menos, que a los rebotes. Cortaba en el medio con sus blondos volantes centrales y en el juego largo sacaba ventaja. En el final de la primera etapa quedó claro. Despejó Saúl Salcedo, Lucas Gamba le ganó a Javier Pinola, pero chocó con Franco Armani. El delantero impidió que el número uno pudiera levantarse y el gol de Diego Mendoza terminó anulado. Las repeticiones le dieron la razón a Patricio Loustau, más allá de la bronca que bajó de las tribunas.
Gallardo no perdió demasiado tiempo. Cuando se había consumido un cuarto de hora del complemento, apostó a Juan Quintero y Enzo Pérez. El colombiano metió un par de pinceladas. Hubo un gol anulado a Scocco -otro acierto de Loustau- y un blooper de Marcos Díaz como situaciones más peligrosas. Huracán cortó circuitos y no tuvo volumen de juego. ¿Por qué no entró Toranzo? Gamba se fajó con los centrales. Y ganó el duelo Javier Pinola.
¿Tiene gusto a poco el punto para River? El recorrido en el campeonato dirá. Desabrido fue el nivel que mostró el equipo en el bautismo de la Superliga, más allá del lamentable estado del campo de juego.