Hollywood, la fábrica de estrellas que fagocita a sus niños prodigio
Britney Spears, Justin Bieber, Shia LaBeouf o Demi Lovato son solo algunos de los nombres que forman parte de una lista demasiado larga de artistas que triunfaron muy jóvenes y no han sabido digerir la fama sin tropezar con las adicciones o el olvido
Rocío Ayuso
Los Ángeles, El País
Por cada Jodie Foster, por cada Natalie Portman, por cada Scarlett Johansson que consigue mantener el éxito en su paso de niña a adulta, existe un ejército que se queda en el olvido de las trincheras de Hollywood. Se trata de niños y niñas que llegaron a la ciudad de los sueños acompañados por su familia. Durmieron en el coche, en el sofá de un amigo o agente o en esos famosos apartamentos amueblados Oakwood –junto a los estudios Warner y a no muchos pasos de la factoría Disney– por ñ que pasan a cientos en la temporada de audiciones. Muchos consiguieron el papel. Otros incluso triunfaron: Britney Spears, Justin Bieber, Shia LaBeouf, Demi Lovato. Pero se pueden contar los dedos a aquellos que superan un último escollo antes de llegar a la meta: su propia adolescencia.
Lovato debía haberlo sabido. Llegó a Hollywood con dos ídolos en la mente: Shirley Temple y Amy Winehouse. La primera llegó a embajadora en Checoslovaquia y Ghana tras una meteórica carrera como estrella infantil que acabó igual de rápida. A los 22 años se había jubilado. Mejor final que el de Winehouse, fallecida a los 27 de una sobredosis. No aprendió la lección de ninguna de ellas: a sus 25 años, se recupera de su última recaída en su adicción a las drogas.
Como dijo sin remilgos un crítico de cine “el talento de las estrellas infantiles es como los pisos de alquiler, se devalúa con los años”. ¿Por qué les es tan difícil crecer? Las razones son tantas como las cifras del cheque. Miley Cyrus superó los ingresos de su padre para cuando tenía 16 años, con una fortuna que en la actualidad asciende a los 172 millones de euros. Y Millie Bobby Brown, como el resto de la serie Stranger Things, cobra cerca de 26.000 euros por episodio, más pagas extras. A los 14 años. “Es un peso que ningún adolescente tendría que soportar”, comentó Joe Jonas, el mediano de los Jonas Brothers, de la maldición que llega con esa fama buscada cuando el resto de los de su edad solo lidian con el acné.
Hay quien culpa a los padres. Otros, a la maquinaria de Hollywood, especialmente en el caso de Disney, estudios conocidos tanto por el resplandor de sus estrellas juveniles como por sus sonoras caídas. Más obvias entre las chicas. Lovato es solo el último ejemplo de la llamada “maldición Disney” por la que han pasado Cyrus, Britney Spears, Lindsay Lohan, Selena Gómez o Vanessa Hudgens, entre otras. “Habría que cuestionar el papel de los ejecutivos como apoyo psicológico a sus jóvenes talentos”, denunció en la prensa la psicóloga Alison Roy. La pregunta se extiende a los familiares de estas estrellas. Lovato es fruto de un hogar marcado por la bulimia (herencia de madre, cheerleader profesional) y el alcoholismo (del padre, músico). Al igual que sus hijos, sus guardianes se ven de la noche a la mañana cegados por el éxito de sus progenies, razón por la que los estudios Disney establecieron en 2014 unos cursos básicos de entrenamiento familiar sobre la fama.
En este intercambio de acusaciones pesa otra realidad como la de los intensos horarios de trabajo en los que se ven sumergidas las jóvenes estrellas. Según confirmó Cyrus en una entrevista, los rodajes de 12 horas diarias son la norma, un ritmo que le provocó ataques de ansiedad y náuseas. Una carga de la que muchos buscan salida en las drogas. Lovato comenzó a los 17. Jonas probó la marihuana por primera vez con ella y con Cyrus. Selena Gomez acabó en un programa de desintoxicación (supuestamente aquejada de lupus aunque otros hablan de su “experimentación con barbitúricos”) tras una de sus últimas rupturas con Justin Bieber. Según un estudio de la revista académica Child Development, los adolescentes que trabajan más de 20 horas a la semana son más dados a consumir drogas o alcohol.
También están más expuestos a otro tipo de influencias según relató Mara Wilson a la revista Elle. Wilson abandonó la interpretación a los diez años tras protagonizar éxitos familiares como Matilda, Señora Doubtfire o Milagro en la ciudad. Pero el caso de Allison Mack, protagonista de Smallville y compañera de generación ahora acusada de liderar una secta implicada en tráfico sexual y trabajos forzados le ha devuelto a Wilson el recuerdo de lo que fue ser una estrella infantil.
“No hay una carrera más incierta que la de actor”, explicó en su ensayo para la publicación. “Por eso necesitas algo en lo que creer”, añadió. Ese algo en su opinión quiere ser el sustituto del rígido régimen en el que se trabaja en Hollywood, donde los adolescentes crecen rodeados del apoyo de “familias” como las que se forman con cada rodaje que desaparecen al final de cada producción.
A Wilson, ahora de 31 años, le sirvieron de apoyo las clases de teatro que recibió tras su jubilación precoz y la carrera que encontró como escritora. A Jodie Foster le ayudaron sus estudios en Yale, cinco años en los que descubrió bastante más que un diploma: a sí misma. Sus estudios en Harvard también contribuyeron a la longeva carrera que mantiene Portman. Y en ambos casos sus estancias en el extranjero las ayudaron, al igual que a Scarlett Johansson, a superar ese momento de transición entre la adolescencia y su madurez tanto como actrices como personas.
David O. Selznick, uno de los productores clave de la era dorada de Hollywood, ya se lo dijo a Shirley Temple: "Vete una temporada a Europa, madura como actriz y cambiate el nombre para evitar ser encasillada o, aún peor, olvidada". Algunas estrellas más recientes deberían tomar nota de las palabras de alguien que sabía de lo que hablaba.
Cometas fugaces
Estos son algunos casos de triunfadores precoces que han sufrido el precio de la fama y todavía lidian con ella con desigual suerte.
Lindsay Lohan: Momento de triunfo, a los 12 años con Tú a Londres y yo a California. Punto más bajo, su paso por prisión a los 24 tras violar repetidas condenas por posesión de drogas y conducir bajo la influencia. Ahora se presenta como empresaria de restaurantes y discotecas en Grecia.
Shia LaBeouf: El actor que interpretó al hijo de Indiana Jones y el héroe de Transformers comenzó su carrera a los 14 años de la mano de los estudios Disney. Pero en la última década su descenso ha sido imparable, incluido un arresto por insultos racistas en 2017 que se hizo viral. Su último propósito: alejarse de la bebida.
Miley Cyrus: Despuntó a los 13 años interpretando a Hannah Montana en la serie del mismo nombre de Disney Channel. Pasó por una extraña época de provocación en un intento por desligarse de su personaje infantil y hacerse un hueco en el panorama artístico de los adultos, Ahora parace haber encontrado su lugar pero la actriz, que es pareja de Liam Hemsworth , ha sido siempre clara sobre los efectos de la fama a una edad temprana.
Zac Effron: A los 18 triunfó con High School Musical. Pero fuera de la factoría Disney acabó en clínicas de desintoxicación por culpa de la cocaína. Próxima parada: ser tomado en serio como el asesino Ted Bundy en Extremely Wicked, Shockingly Evil and Vile.
Rocío Ayuso
Los Ángeles, El País
Por cada Jodie Foster, por cada Natalie Portman, por cada Scarlett Johansson que consigue mantener el éxito en su paso de niña a adulta, existe un ejército que se queda en el olvido de las trincheras de Hollywood. Se trata de niños y niñas que llegaron a la ciudad de los sueños acompañados por su familia. Durmieron en el coche, en el sofá de un amigo o agente o en esos famosos apartamentos amueblados Oakwood –junto a los estudios Warner y a no muchos pasos de la factoría Disney– por ñ que pasan a cientos en la temporada de audiciones. Muchos consiguieron el papel. Otros incluso triunfaron: Britney Spears, Justin Bieber, Shia LaBeouf, Demi Lovato. Pero se pueden contar los dedos a aquellos que superan un último escollo antes de llegar a la meta: su propia adolescencia.
Lovato debía haberlo sabido. Llegó a Hollywood con dos ídolos en la mente: Shirley Temple y Amy Winehouse. La primera llegó a embajadora en Checoslovaquia y Ghana tras una meteórica carrera como estrella infantil que acabó igual de rápida. A los 22 años se había jubilado. Mejor final que el de Winehouse, fallecida a los 27 de una sobredosis. No aprendió la lección de ninguna de ellas: a sus 25 años, se recupera de su última recaída en su adicción a las drogas.
Como dijo sin remilgos un crítico de cine “el talento de las estrellas infantiles es como los pisos de alquiler, se devalúa con los años”. ¿Por qué les es tan difícil crecer? Las razones son tantas como las cifras del cheque. Miley Cyrus superó los ingresos de su padre para cuando tenía 16 años, con una fortuna que en la actualidad asciende a los 172 millones de euros. Y Millie Bobby Brown, como el resto de la serie Stranger Things, cobra cerca de 26.000 euros por episodio, más pagas extras. A los 14 años. “Es un peso que ningún adolescente tendría que soportar”, comentó Joe Jonas, el mediano de los Jonas Brothers, de la maldición que llega con esa fama buscada cuando el resto de los de su edad solo lidian con el acné.
Hay quien culpa a los padres. Otros, a la maquinaria de Hollywood, especialmente en el caso de Disney, estudios conocidos tanto por el resplandor de sus estrellas juveniles como por sus sonoras caídas. Más obvias entre las chicas. Lovato es solo el último ejemplo de la llamada “maldición Disney” por la que han pasado Cyrus, Britney Spears, Lindsay Lohan, Selena Gómez o Vanessa Hudgens, entre otras. “Habría que cuestionar el papel de los ejecutivos como apoyo psicológico a sus jóvenes talentos”, denunció en la prensa la psicóloga Alison Roy. La pregunta se extiende a los familiares de estas estrellas. Lovato es fruto de un hogar marcado por la bulimia (herencia de madre, cheerleader profesional) y el alcoholismo (del padre, músico). Al igual que sus hijos, sus guardianes se ven de la noche a la mañana cegados por el éxito de sus progenies, razón por la que los estudios Disney establecieron en 2014 unos cursos básicos de entrenamiento familiar sobre la fama.
En este intercambio de acusaciones pesa otra realidad como la de los intensos horarios de trabajo en los que se ven sumergidas las jóvenes estrellas. Según confirmó Cyrus en una entrevista, los rodajes de 12 horas diarias son la norma, un ritmo que le provocó ataques de ansiedad y náuseas. Una carga de la que muchos buscan salida en las drogas. Lovato comenzó a los 17. Jonas probó la marihuana por primera vez con ella y con Cyrus. Selena Gomez acabó en un programa de desintoxicación (supuestamente aquejada de lupus aunque otros hablan de su “experimentación con barbitúricos”) tras una de sus últimas rupturas con Justin Bieber. Según un estudio de la revista académica Child Development, los adolescentes que trabajan más de 20 horas a la semana son más dados a consumir drogas o alcohol.
También están más expuestos a otro tipo de influencias según relató Mara Wilson a la revista Elle. Wilson abandonó la interpretación a los diez años tras protagonizar éxitos familiares como Matilda, Señora Doubtfire o Milagro en la ciudad. Pero el caso de Allison Mack, protagonista de Smallville y compañera de generación ahora acusada de liderar una secta implicada en tráfico sexual y trabajos forzados le ha devuelto a Wilson el recuerdo de lo que fue ser una estrella infantil.
“No hay una carrera más incierta que la de actor”, explicó en su ensayo para la publicación. “Por eso necesitas algo en lo que creer”, añadió. Ese algo en su opinión quiere ser el sustituto del rígido régimen en el que se trabaja en Hollywood, donde los adolescentes crecen rodeados del apoyo de “familias” como las que se forman con cada rodaje que desaparecen al final de cada producción.
A Wilson, ahora de 31 años, le sirvieron de apoyo las clases de teatro que recibió tras su jubilación precoz y la carrera que encontró como escritora. A Jodie Foster le ayudaron sus estudios en Yale, cinco años en los que descubrió bastante más que un diploma: a sí misma. Sus estudios en Harvard también contribuyeron a la longeva carrera que mantiene Portman. Y en ambos casos sus estancias en el extranjero las ayudaron, al igual que a Scarlett Johansson, a superar ese momento de transición entre la adolescencia y su madurez tanto como actrices como personas.
David O. Selznick, uno de los productores clave de la era dorada de Hollywood, ya se lo dijo a Shirley Temple: "Vete una temporada a Europa, madura como actriz y cambiate el nombre para evitar ser encasillada o, aún peor, olvidada". Algunas estrellas más recientes deberían tomar nota de las palabras de alguien que sabía de lo que hablaba.
Cometas fugaces
Estos son algunos casos de triunfadores precoces que han sufrido el precio de la fama y todavía lidian con ella con desigual suerte.
Lindsay Lohan: Momento de triunfo, a los 12 años con Tú a Londres y yo a California. Punto más bajo, su paso por prisión a los 24 tras violar repetidas condenas por posesión de drogas y conducir bajo la influencia. Ahora se presenta como empresaria de restaurantes y discotecas en Grecia.
Shia LaBeouf: El actor que interpretó al hijo de Indiana Jones y el héroe de Transformers comenzó su carrera a los 14 años de la mano de los estudios Disney. Pero en la última década su descenso ha sido imparable, incluido un arresto por insultos racistas en 2017 que se hizo viral. Su último propósito: alejarse de la bebida.
Miley Cyrus: Despuntó a los 13 años interpretando a Hannah Montana en la serie del mismo nombre de Disney Channel. Pasó por una extraña época de provocación en un intento por desligarse de su personaje infantil y hacerse un hueco en el panorama artístico de los adultos, Ahora parace haber encontrado su lugar pero la actriz, que es pareja de Liam Hemsworth , ha sido siempre clara sobre los efectos de la fama a una edad temprana.
Zac Effron: A los 18 triunfó con High School Musical. Pero fuera de la factoría Disney acabó en clínicas de desintoxicación por culpa de la cocaína. Próxima parada: ser tomado en serio como el asesino Ted Bundy en Extremely Wicked, Shockingly Evil and Vile.