Benzema tampoco quiere un 9

Doblete del francés en un partido de dos caras: el Madrid fracasó al principio, empezó a enmendarlo con dos penaltis y acabó dando un recital.


Luis Nieto
As
Se acerca el final del mercado y los resultados se ponen más del lado de Florentino, apologista de la austeridad y de Benzema, que de Lopetegui, suplicante del desembolso. Pero lo cierto es que el Madrid se vio en un apuro y sólo fue el que se esperaba después de recibir el empujón de dos penaltis, justísimos. A partir de ahí se descamisó, pero desde el espacio y no desde el juego posicional. A campo abierto resultaron imparables Asensio, Benzema y Bale. Y acabó desembocando en la goleada coral que debe remediar la marcha de Cristiano.


Más allá de la victoria, la falta de un goleador, hecho probado, simplificaría erróneamente el problema que se alza ante Lopetegui. Cierto es que en el megadivorcio ha perdido más goles Cristiano que el equipo (líder y máximo anotador del campeonato), pero el verano ha tenido un efecto nocivo en parte de los jugadores del equipo blanco.

Asensio, que está en edad de crecer, no encuentra la regularidad pese a que su final de partido fue espectacular. Isco sólo es un hecho diferencial de cuando en cuando. Marcelo ha empeorado dramáticamente en la ida y en la vuelta. Kroos fue el que se volvió del Mundial casi sin pisarlo. Benzema es Benzema, aforado eterno aunque ahora con argumentos ahora para ahorrarse la competencia. En Montilivi estuvo soberbio. Y a Bale le cuesta hacerse lo que no es, el líder de un equipo de máximo nivel, aunque delante de la portería resulta inmisericorde. Y no hay banquillo que apriete, más allá de Courtois en el cogote de Keylor, titular contra pronóstico, pelea sin ningún efecto sobre el juego colectivo.

Ese arranque en frío le puso en peligro en Girona, donde Eusebio, a ratos, fue capaz de cuadrar el círculo. Porque durante media hora su equipo fue bueno con la pelota y sin ella, con pares y nones, con criterio e intensidad a partes iguales. El mismo jeroglífico en el que se perdió el Madrid el curso pasado.
Marcelo flaquea

El Girona arrancó por el lado fácil, Portu, su futbolista con más filo frente a un Marcelo abandonado. Y todo empezó a irle bien. Incluso en el marcador. El gol comenzó en un golpe de fortuna y acabó en obra de arte, porque el tiro de Lozano lo rechazó Nacho y dejó a la zaga descolocada y a Keylor por los suelos. Un panorama favorable para Borja García, que lo resolvió con torería: recorte a Casemiro y pelotazo a la escuadra.

Aún le duró al equipo catalán la inercia del tanto y pudo doblar su ventaja en otra incursión de Portu que sobre la línea salvó Carvajal. Isco ya había perdonado el 0-1 antes de que marcara Borja García y Ramos se dejó ir luego dos cabezazos francos. Y de pronto, al partido quedó enganchado el Madrid casi milagrosamente por dos penaltis a Asensio, el primero evitable de Muniesa, el segundo imprudente de Pere Pons. Ramos, a lo Panenka, y Benzema los convirtieron.

Fue el fin del Girona y el tiempo de esplendor de Benzema y de Bale. Con la ventaja llegaron también los espacios, donde el galés es indefendible. Ayudó que Lopetegui quitara a un Marcelo en la inopia para cerrar la herida con Nacho. Quedó un Madrid más seguro y mejor, un equipo que se desató de Asensio a Isco, que le sirvió el tercer gol al galés supersónico, de Kroos a Benzema, en el que se adivina la enmienda. Y aquel Girona del comienzo, deprimido por la falta de fuerzas y por el marcador, no volvió.

Cuando al partido llegó Modric, al que Lopetegui aún ve prendido con alfileres, no había ya nada que reparar. O para ser exactos, lo poco que había lo arreglaron Benzema, con otro gol, y Keylor, con dos paradones. Su problema es que se avecina parón y cuenta nueva.

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