A medida que Venezuela se derrumba, una vieja amenaza reaparece en el Caribe: los Piratas
Anthony Faiola
Infobae
Mientras destellaba la luz del sol sobre el azul cobalto del mar Caribe, el buque aparecía en el horizonte. Navegaba cerca, pero la tripulación del Asheena no le hizo caso.
"Estábamos buscando peces como siempre, y pensábamos que ellos también lo harían", comentó Jimmy Lalla, de 36 años, que pescaba el pasado mes de abril a pocos kilómetros de la costa venezolana.
La otra nave se acercaba. "¿Necesitarán ayuda?", se preguntaba el hombre mientras sacaba su piragua de 8 metros. Un hombre bajo saltó a bordo gritando en español y apuntando con una pistola.
"En ese momento lo supimos, eran piratas", relató él.
Siglos después de que los cañones de Barbanegra guardaran silencio y que Jolly Roger dejara los puertos de ron en el Caribe, la región ahora se enfrenta a una nueva era de piratas mucho menos romántica.
La crisis política y económica está explotando desde Venezuela hasta Nicaragua o Haití, una situación que ha desatado la anarquía y la criminalidad. A medida que se desmorona el estado de derecho, ciertos lugares en el Caribe, dicen los expertos, son cada vez más peligrosos de lo que han sido en años.
A menudo, apuntan los observadores, los actos de villanía parecen estar sucediendo con la complicidad o la participación directa de funcionarios corruptos, particularmente en las aguas de Venezuela.
"Es un caos criminal, una lucha libre, a lo largo de la costa venezolana", comenta Jeremy McDermott, director de Insight Crime, una organización sin fines de lucro que estudia el crimen organizado en América Latina y el Caribe.
En esta zona no se cuentan con datos exhaustivos sobre la piratería. Pero un estudio de dos años de otra organización, Oceans Beyond Piracy, registró 71 incidentes importantes en 2017, incluidos robos de busques mercantes y ataques a yates, lo que supuso un aumento del 163 por ciento en comparación con el año anterior. La gran mayoría de acciones sucedieron en aguas del Caribe.
Los incidentes van desde asaltos en alta mar hasta ataques bárbaros dignos de piratas del siglo XVII.
En abril, por ejemplo, unos hombres enmascarados abordaron cuatro barcos de pesca guyaneses que estaban a unos 50 kilómetros de la costa de ese país sudamericano. Los miembros de las tripulaciones, según los relatos de los supervivientes, fueron rociados con aceite caliente, fueron atacados con machetes y fueron arrojados por la borda. Después, sus barcos fueron saqueados. De las 20 víctimas, cinco sobrevivieron. El resto murió o no dio señales de vida.
David Granger, el presidente de Guyana, denunció el ataque como una "masacre". Las autoridades guyanesas han sugerido que podría haber estado relacionado con la violencia de pandillas en la vecina Suriname.
"Nos indicaron que iban a tomar el bote y que todos deberían saltar por la borda", dijo a Reuters el sobreviviente Deonarine Goberdhan, de 47 años. Después de ser golpeado y arrojado al mar, él declaró: "Traté de mantener la cabeza fuera del agua para poder tomar aire. Bebí mucha agua salada. Miré las estrellas y la luna. Solo esperaba y rezaba".
Ha habido informes de piratería en los últimos 18 meses cerca de Honduras, Nicaragua, Haití y Santa Lucía. Pero en ninguna parte el aumento fue más notable que en las costas de Venezuela, según advierten los analistas.
Una crisis económica en el país sudamericano ha disparado la inflación hacia el millón por ciento, lo que hace que los alimentos y las medicinas escaseen. La malnutrición se está extendiendo. Las enfermedades no tienen freno. Las redes de agua y energía están fallando debido a la falta de personal capacitado y de repuestos. La policía y las fuerzas armadas están abandonando sus puestos de trabajo a medida que sus cheques se vuelven prácticamente inútiles. Bajo el gobierno socialista del presidente Nicolás Maduro, la represión y la corrupción han aumentado.
Las condiciones obligan a algunos venezolanos a tomar medidas desesperadas.
Un funcionario portuario venezolano, que habló bajo la condición de anonimato, dijo que los oficiales de la guardia costera venezolana han estado abordando embarcaciones ancladas y exigiendo dinero y alimentos. Señaló que los barcos comerciales, como respuesta, están anclando cada vez más lejos de la costa y apagan sus motores y luces para evitar ser vistos por la noche.
No siempre funciona.
En julio, un barco de la compañía local Conferry, que ofrece servicios de carga a las cercanas islas venezolanas, fue allanado por tres hombres que portaban cuchillos y armas cerca del puerto de Guanta. Cuatro miembros de la tripulación estuvieron atados durante horas mientras ellos robaban alimentos y productos electrónicos.
En enero, en Puerto La Cruz, también en la costa noreste, siete ladrones armados abordaron un buque anclado. Ataron al guarda de seguridad que estaba de guardia y robaron varias cosas. Incidentes similares se han reportado en los meses posteriores, de acuerdo a la división de Servicios de Crimen Comercial de la Cámara de Comercio Internacional con sede en Londres.
Trinidad y Tobado, una nación insular de 1.4 millones de personas que queda frente a la costa venezolana, desde hace mucho tiempo se ha preocupado por el crimen que emana del país vecino. Desde la década de los noventa, los narcotraficantes enviaban marihuana y cocaína colombiana de Venezuela a través de Trinidad, y desde allí a otros países del Caribe y más allá.
El tráfico y la piratería, según dicen los lugareños, se han expandido recientemente y se están volviendo más violentos. Cinco pescadores trinitarios en el puerto sureño de Cedros, que hablaron bajo la condición de anonimato citando temor por su seguridad, confirmaron en varias entrevistas que habían sido testigos de un aumento de botes venezolanos que llegaron en los últimos meses contrabandeando armamento militar y drogas, además de mujeres y animales exóticos.
"A veces, esos venezolanos están dispuestos a intercambiar armas y animales por comida", comentó un pescador de 41 años.
Otro pescador explicó que, en enero, piratas de habla hispana lo encerraron y que contactaron a su hermano para que pagara USD 500 por su rescate.
Este año, un barco guardacostas de Trinidad y Tobago fue enviado a patrullar por las aguas después de varios incidentes con el contrabando y la piratería. Pero los residentes de ese lugar afirman que los delincuentes simplemente esperan hasta que pase la patrulla y que luego actúan.
Las autoridades de Trinidad y Tobago no respondieron a las repetidas solicitudes de comentarios.
Los políticos de la oposición, sin embargo, están denunciando un aumento en la piratería. También dicen que el flujo de armas automáticas desde Venezuela, algunas de las cuales parecen provenir de tiendas militares, está contribuyendo a una creciente tasa de homicidios en Trinidad.
"Esto me recuerda a cómo comenzaron los problemas en la costa del Este de África", dijo Roodal Moonilal, un legislador del grupo opositor Partido Nacional del Congreso, refiriéndose a un fuerte aumento de los secuestros de barcos frente a la costa de Somalia hace varios años. "Lo que estamos viendo, la piratería y el contrabando, es el resultado del colapso económico y político de Venezuela", agregó.
Para quienes se ganan la vida navegando en las cálidas aguas del Caribe, la piratería es una nueva fuente de miedo. En estos días, los lugareños están pescando más cerca de la costa, y algunas veces de noche, para evitar el riesgo de ataques.
En la tarde de abril, cuando Asheena fue abordado, Lalla dijo que estaba aterrorizado.
"El hombre que hablaba español me apuntó con el arma, y luego señaló el agua. Lo sabía. Quería que saltara", relató.
Entonces saltó por la borda. El primer oficial, Narendra Sankar, de 22 años, lo siguió después. Los hombres nadaban hacia una plataforma petrolera cuando Sankar sufrió un calambre.
"Ya había llegado a la plataforma, así que tuve que volver para ayudarlo. Iba a ahogarse", recuerda.
Vieron cómo los piratas se apoderaban de su buque, equipado con dos costosos motores fueraborda. Su capitán, Andell Plummer, todavía estaba a bordo. Los dos hombres fueron rescatados del agua por un barco pesquero que pasaba por ahí. Cuando informaron del ataque a las autoridades, los oficiales respondieron: "No tenemos un bote para ir tras ellos, no podemos hacer nada".
No ha habido noticias de Plummer desde entonces. El Ministerio de Seguridad Nacional de Trinidad no respondió a una solicitud de comentarios sobre el caso.
Infobae
Mientras destellaba la luz del sol sobre el azul cobalto del mar Caribe, el buque aparecía en el horizonte. Navegaba cerca, pero la tripulación del Asheena no le hizo caso.
"Estábamos buscando peces como siempre, y pensábamos que ellos también lo harían", comentó Jimmy Lalla, de 36 años, que pescaba el pasado mes de abril a pocos kilómetros de la costa venezolana.
La otra nave se acercaba. "¿Necesitarán ayuda?", se preguntaba el hombre mientras sacaba su piragua de 8 metros. Un hombre bajo saltó a bordo gritando en español y apuntando con una pistola.
"En ese momento lo supimos, eran piratas", relató él.
Siglos después de que los cañones de Barbanegra guardaran silencio y que Jolly Roger dejara los puertos de ron en el Caribe, la región ahora se enfrenta a una nueva era de piratas mucho menos romántica.
La crisis política y económica está explotando desde Venezuela hasta Nicaragua o Haití, una situación que ha desatado la anarquía y la criminalidad. A medida que se desmorona el estado de derecho, ciertos lugares en el Caribe, dicen los expertos, son cada vez más peligrosos de lo que han sido en años.
A menudo, apuntan los observadores, los actos de villanía parecen estar sucediendo con la complicidad o la participación directa de funcionarios corruptos, particularmente en las aguas de Venezuela.
"Es un caos criminal, una lucha libre, a lo largo de la costa venezolana", comenta Jeremy McDermott, director de Insight Crime, una organización sin fines de lucro que estudia el crimen organizado en América Latina y el Caribe.
En esta zona no se cuentan con datos exhaustivos sobre la piratería. Pero un estudio de dos años de otra organización, Oceans Beyond Piracy, registró 71 incidentes importantes en 2017, incluidos robos de busques mercantes y ataques a yates, lo que supuso un aumento del 163 por ciento en comparación con el año anterior. La gran mayoría de acciones sucedieron en aguas del Caribe.
Los incidentes van desde asaltos en alta mar hasta ataques bárbaros dignos de piratas del siglo XVII.
En abril, por ejemplo, unos hombres enmascarados abordaron cuatro barcos de pesca guyaneses que estaban a unos 50 kilómetros de la costa de ese país sudamericano. Los miembros de las tripulaciones, según los relatos de los supervivientes, fueron rociados con aceite caliente, fueron atacados con machetes y fueron arrojados por la borda. Después, sus barcos fueron saqueados. De las 20 víctimas, cinco sobrevivieron. El resto murió o no dio señales de vida.
David Granger, el presidente de Guyana, denunció el ataque como una "masacre". Las autoridades guyanesas han sugerido que podría haber estado relacionado con la violencia de pandillas en la vecina Suriname.
"Nos indicaron que iban a tomar el bote y que todos deberían saltar por la borda", dijo a Reuters el sobreviviente Deonarine Goberdhan, de 47 años. Después de ser golpeado y arrojado al mar, él declaró: "Traté de mantener la cabeza fuera del agua para poder tomar aire. Bebí mucha agua salada. Miré las estrellas y la luna. Solo esperaba y rezaba".
Ha habido informes de piratería en los últimos 18 meses cerca de Honduras, Nicaragua, Haití y Santa Lucía. Pero en ninguna parte el aumento fue más notable que en las costas de Venezuela, según advierten los analistas.
Una crisis económica en el país sudamericano ha disparado la inflación hacia el millón por ciento, lo que hace que los alimentos y las medicinas escaseen. La malnutrición se está extendiendo. Las enfermedades no tienen freno. Las redes de agua y energía están fallando debido a la falta de personal capacitado y de repuestos. La policía y las fuerzas armadas están abandonando sus puestos de trabajo a medida que sus cheques se vuelven prácticamente inútiles. Bajo el gobierno socialista del presidente Nicolás Maduro, la represión y la corrupción han aumentado.
Las condiciones obligan a algunos venezolanos a tomar medidas desesperadas.
Un funcionario portuario venezolano, que habló bajo la condición de anonimato, dijo que los oficiales de la guardia costera venezolana han estado abordando embarcaciones ancladas y exigiendo dinero y alimentos. Señaló que los barcos comerciales, como respuesta, están anclando cada vez más lejos de la costa y apagan sus motores y luces para evitar ser vistos por la noche.
No siempre funciona.
En julio, un barco de la compañía local Conferry, que ofrece servicios de carga a las cercanas islas venezolanas, fue allanado por tres hombres que portaban cuchillos y armas cerca del puerto de Guanta. Cuatro miembros de la tripulación estuvieron atados durante horas mientras ellos robaban alimentos y productos electrónicos.
En enero, en Puerto La Cruz, también en la costa noreste, siete ladrones armados abordaron un buque anclado. Ataron al guarda de seguridad que estaba de guardia y robaron varias cosas. Incidentes similares se han reportado en los meses posteriores, de acuerdo a la división de Servicios de Crimen Comercial de la Cámara de Comercio Internacional con sede en Londres.
Trinidad y Tobado, una nación insular de 1.4 millones de personas que queda frente a la costa venezolana, desde hace mucho tiempo se ha preocupado por el crimen que emana del país vecino. Desde la década de los noventa, los narcotraficantes enviaban marihuana y cocaína colombiana de Venezuela a través de Trinidad, y desde allí a otros países del Caribe y más allá.
El tráfico y la piratería, según dicen los lugareños, se han expandido recientemente y se están volviendo más violentos. Cinco pescadores trinitarios en el puerto sureño de Cedros, que hablaron bajo la condición de anonimato citando temor por su seguridad, confirmaron en varias entrevistas que habían sido testigos de un aumento de botes venezolanos que llegaron en los últimos meses contrabandeando armamento militar y drogas, además de mujeres y animales exóticos.
"A veces, esos venezolanos están dispuestos a intercambiar armas y animales por comida", comentó un pescador de 41 años.
Otro pescador explicó que, en enero, piratas de habla hispana lo encerraron y que contactaron a su hermano para que pagara USD 500 por su rescate.
Este año, un barco guardacostas de Trinidad y Tobago fue enviado a patrullar por las aguas después de varios incidentes con el contrabando y la piratería. Pero los residentes de ese lugar afirman que los delincuentes simplemente esperan hasta que pase la patrulla y que luego actúan.
Las autoridades de Trinidad y Tobago no respondieron a las repetidas solicitudes de comentarios.
Los políticos de la oposición, sin embargo, están denunciando un aumento en la piratería. También dicen que el flujo de armas automáticas desde Venezuela, algunas de las cuales parecen provenir de tiendas militares, está contribuyendo a una creciente tasa de homicidios en Trinidad.
"Esto me recuerda a cómo comenzaron los problemas en la costa del Este de África", dijo Roodal Moonilal, un legislador del grupo opositor Partido Nacional del Congreso, refiriéndose a un fuerte aumento de los secuestros de barcos frente a la costa de Somalia hace varios años. "Lo que estamos viendo, la piratería y el contrabando, es el resultado del colapso económico y político de Venezuela", agregó.
Para quienes se ganan la vida navegando en las cálidas aguas del Caribe, la piratería es una nueva fuente de miedo. En estos días, los lugareños están pescando más cerca de la costa, y algunas veces de noche, para evitar el riesgo de ataques.
En la tarde de abril, cuando Asheena fue abordado, Lalla dijo que estaba aterrorizado.
"El hombre que hablaba español me apuntó con el arma, y luego señaló el agua. Lo sabía. Quería que saltara", relató.
Entonces saltó por la borda. El primer oficial, Narendra Sankar, de 22 años, lo siguió después. Los hombres nadaban hacia una plataforma petrolera cuando Sankar sufrió un calambre.
"Ya había llegado a la plataforma, así que tuve que volver para ayudarlo. Iba a ahogarse", recuerda.
Vieron cómo los piratas se apoderaban de su buque, equipado con dos costosos motores fueraborda. Su capitán, Andell Plummer, todavía estaba a bordo. Los dos hombres fueron rescatados del agua por un barco pesquero que pasaba por ahí. Cuando informaron del ataque a las autoridades, los oficiales respondieron: "No tenemos un bote para ir tras ellos, no podemos hacer nada".
No ha habido noticias de Plummer desde entonces. El Ministerio de Seguridad Nacional de Trinidad no respondió a una solicitud de comentarios sobre el caso.