Terrorismo islamista en América Latina: ¿estamos expuestos?

Patricio Abramzon
Infobae
Latinoamérica parece haber quedado al margen de la ola de trágicos atentados que sacude a Europa. Sin embargo, la ausencia de estos lamentables desarrollos no debería llevarnos a asumir una falsa sensación de seguridad. Si bien los ataques islamistas con armas de fuego, cuchillos o furgonetas no son parte de la realidad cotidiana en nuestra región, Hezbollah y otras organizaciones de similar inspiración han montado células operativas que podrían pasar a la acción de un momento a otro.


Y esto no es solo una teoría. Ya ocurrió más de una vez. La semana pasada se conmemoró el 24° aniversario de dos de los ataques terroristas más sangrientos en América Latina: los atentados contra el centro comunitario judío AMIA en Argentina y un avión de pasajeros en Panamá. Hezbollah, siguiendo directivas de Irán, planificó y ejecutó estos actos execrables en los cuales más de cien latinoamericanos fueron asesinados y cientos resultaron heridos. Las redes locales de apoyo, construidas pacientemente durante años, fueron fundamentales para estos crímenes. Ya en 1992, la embajada de Israel en Buenos Aires fue blanco de otro ataque terrorista también a manos de Hezbollah, a instancias de Irán, que resultó en decenas de muertos y heridos.

Pese a que las agencias de inteligencia del hemisferio han estado alertas, la amenaza persiste. Los grupos islamistas han logrado establecer bastiones en zonas donde los controles son laxos y desde allí lavan dinero para financiar sus actividades terroristas. Esto es lo que debes saber.

Redes operativas y células dormidas

Interpol y numerosas fuerzas de seguridad han advertido repetidamente sobre la presencia de agentes ligados a Hezbollah en lugares difíciles de monitorear. Estas áreas incluyen la Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay; Iquique en Chile, Maicao en Colombia, Isla Margarita en Venezuela, y Trinidad y Tobago. Estos operativos recaudan fondos para financiar las actividades terroristas de la organización, lavan dinero, reclutan a nuevos miembros y fortalecen sus lazos con los cárteles de México y Colombia, y con el crimen organizado.

Días atrás, Argentina congeló los activos del llamado "clan Barakat", una poderosa familia de origen libanés afincada en Ciudad del Este, en Paraguay, por el supuesto intento de blanquear 10 millones de dólares a través del circuito de casinos en el lado argentino de la Triple Frontera. En 2004, Estados Unidos definió a Assad Ahmad Barakat, el líder del clan, como "uno de los miembros más prominentes e influyentes de Hezbollah". Adicionalmente, el clan usa sus redes de negocios mayoristas de electrónicos y ropa para enviar dinero a Hezbollah.

Comercio de pasaportes

Misael López, el exconsejero legal de la embajada de Venezuela en Irak, denunció a su país por vender pasaportes a gente afiliada con Hezbollah, permitiendo a potenciales terroristas circular libremente por América Latina y 26 países europeos. López dijo que el actual vicepresidente de Venezuela, Tareck El Aissami, dio la orden de emitir 173 pasaportes, cuyo costo por unidad era de 15 mil dólares, entre 2008 y 2012. Hoy, El Aissami es uno de los individuos más poderosos de Venezuela y mantiene fuertes vínculos con funcionarios afines al dictador sirio Bashar al Assad. El vicepresidente enfrenta en la actualidad acusaciones de participar en hechos de corrupción, lavado de dinero y narcotráfico.

El exmandatario venezolano Hugo Chávez es el responsable de haber abierto las puertas de América Latina a Irán y sus prosélitos. El fallecido líder populista forjó una alianza estratégica con el expresidente iraní Mahmoud Ahmadinejad y por años permitió un vuelo directo semanal entre Caracas y Teherán. Fuentes de inteligencia colombianas reportaron que agentes del Medio Oriente lograron acceso irrestricto a Venezuela y el resto de Sudamérica gracias a esos vuelos.

¿Qué quiere el radicalismo islamista?

La larga lista de grupos terroristas islamistas incluye a Hezbollah, Hamas, Yihad Islámica, ISIS, Al Qaeda, Boko Haram, los Hermanos Musulmanes, los Guardias Revolucionarios de Irán y muchos otros más. Estas organizaciones están imbuidas de una ideología fanática, basada en una interpretación distorsionada del islam.

Más allá de las históricas divisiones entre chiitas y sunitas, estos movimientos tienen una aspiración en común: transformar al Medio Oriente, Norte de África y partes de Europa en un califato gobernado por la versión más extrema de la ley de la sharía. Ellos también buscan la destrucción de Israel y pretenden que el resto del mundo se someta a su voluntad.

Para dichos grupos, la civilización occidental y todo lo que huele a libertad debe de ser erradicado. Aquellos que creen que Estados Unidos, Israel y otros países democráticos son los responsables de su comportamiento radical no tienen en cuenta que los propios musulmanes son el blanco número uno de los radicales islamistas.

Estado de derecho, vigilancia y coordinación: las armas contra el terrorismo

Con la excepción de Brasil, la legislación antiterrorista de América Latina no tiene los alcances necesarios para combatir este flagelo. Hasta el momento, solo la ley brasileña de 2016 probó ser una herramienta más efectiva para el combate al terrorismo islamista.

Con el nuevo marco legal, las agencias de seguridad del gigante sudamericano lograron evitar un ataque terrorista islamista durante los Juegos Olímpicos del 2016, y arrestaron a 16 miembros de un grupo ligado a ISIS en 2018. La norma no solo penaliza el acto terrorista per se, sino también los aspectos involucrados en la promoción y la preparación del terrorismo, el reclutamiento, el entrenamiento y el financiamiento del terrorismo.

La mayoría de los países latinoamericanos se han adherido a múltiples declaraciones y resoluciones de la Organización de Estados Americanos (OEA) que abordan la lucha coordinada contra el terrorismo en las Américas. Ya es hora de que nuestros gobiernos implementen nuevas políticas que identifiquen al terrorismo global, incluyendo al islamista, como una amenaza específica, publiquen un listado de grupos terroristas que incluya a Hezbollah y otras organizaciones afines, y optimicen la coordinación entre las agencias de seguridad e inteligencia regionales e internacionales para combatir a estos grupos y sus redes de apoyo.

El terrorismo islamista se opone a los valores con los que los latinoamericanos nos identificamos: la democracia, la paz, la inclusividad, la libertad y la vida. Debemos actuar mancomunadamente para defender estos principios.

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