Samuráis, diablos y cosacos

Santiago Aparicio
Rostov del Don, EFE
En la tierra de los cosacos se dan cita diablos y samuráis. A una y otra orilla del río Don que perfora Rostov. A un lado Europa. Al otro Asia. Dos continentes cara a cara en la misma ciudad.


El Rostov Arena es asiático. Una amplia pasarela ensambla las partes de la ciudad más joven de todas las designadas como sedes de este Mundial. Instalada en el suroeste de Rusia toda su estructura está relacionada con alusiones al modelo que echó raíces en la zona. Que desde el siglo X se estableció para siempre con el asentamiento de los guerreros, conformados en un grupo social y militar protector de sus vecinos.

Samuráis y diablos invaden durante horas esta tierra de cosacos. Samuráis sobre todo, que hora tras hora han aterrizado en esta ciudad de más de un millón de habitantes, pendiente cada domingo del resultado del Rostov en la primera división rusa y que presume de ser cuna de deportistas más que reputados.

Japón saca músculo a la hora de tirar de recursos. Seguidores en masa delatados por bandanas que rodean la frente, bandera en mano. Representantes sin fin de interminables medios de comunicación de todo tipo despuntan sobre los demás con tecnología futurista, artilugios inteligentes fuera aún del alcance de occidente pero que dentro de nada serán algo habitual.

Los vecinos de Rostov asumen con naturalidad la situación. Es Japón el imperio de Asia. Y algo tienen de eso también los ciudadanos de una ciudad que intenta pujar con los poderosos CSKA Moscú, Spartak, Lokomotiv o Zenit San Petersburgo, el dominio de la Premier rusa.

Cuatro años atrás el equipo de la ciudad ganó la Copa. una temporada después fue segundo en la Liga. Llegó a disputar la Liga de Campeones y también la Liga Europa.

La capital del sur de Rusia bendice la llegada de los nuevos inquilinos. Japoneses y belgas que retratan las dos almas que conforman el carácter de la ciudad. Asiáticos y europeos en la despedida de la localidad como sede.

El choque de octavos de final entre Japón y Bélgica echa el cierre a su condición de anfitrión. Cuatro de la primera fase (Brasil-Suiza, Uruguay-Arabia Saudí, Corea del Sur-México y Croacia-Islandia) más este de las eliminatorias. Se quedará aquí la contribución de este estadio gestado para el torneo, con capacidad para 45.000 espectadores y casi siempre poblado.

Bélgica no puede competir, seguramente, en la grada. Tal vez menos comprometido que el nipón transmite su aliento desde la distancia. No faltan en Rusia diablos que den calor. Aunque saben que su lucha, que la gran oportunidad, que la hora de la verdad está en el césped.

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