¡Que vienen los ingleses!
Ignacio Ortega
Moscú, EFE
Todo el país estaba deseando que Rusia eliminara a Croacia, incluido las autoridades rusas. Lo nunca visto. En otros tiempos una semifinal entre Rusia e Inglaterra hubiera sido un partido de alto riesgo y una pesadilla para los organizadores.
Pero ahora hemos pasado del "¡que vienen los ingleses!" al "¿dónde están los hooligans?". Los hinchas ingleses apenas han protagonizado varios incidentes menores durante el torneo. Nada que ver con las batallas campales de la Eurocopa de Francia.
Uno de los aficionados ingleses pintarrajeó una estatua del legendario futbolista del Spartak Moscú, Fiódor Cherenkov, e incluso se disculpó después públicamente.
Las autoridades esperan que unos 20.000 extranjeros -entre ellos chinos y estadounidenses de origen hispano- asistan al partido en el estadio Luzhnikí. Los otros 60.000 serán rusos.
Según la prensa británica, unos 10.000 aficionados ingleses podrían acudir al estadio tras comprar entradas en el último momento en la página web de la FIFA, que abrió una nueva ventana el domingo.
Además, otros han recurrido a la reventa. Y es que aficionados alemanes y brasileños que esperaban que sus equipos llegaran a las semifinales están deseosos de librarse de sus boletos para recuperar el dinero desembolsado.
Esa cifra contrasta con los partidos disputados hasta ahora por los ingleses, en los que no había más de 5.000 hinchas en las gradas.
No se espera que repercuta en el interés de la hinchada inglesa el comunicado de última hora emitido por la Cancillería británica en la que recomienda evitar tanto participar en protestas como realizar comentarios políticos.
Sin duda, ha contribuido a la paz mundialista la actual tensión diplomática entre el Kremlin y el Reino Unido. El Gobierno británico y la Casa Real boicotearon el torneo. Además, recomendaron a los aficionados que no viajaran a Rusia.
Muchos les hicieron caso. De hecho, en los estadios donde juega Inglaterra apenas se ven unos pocos miles de aficionados procedentes de las islas, mucho menos que hace cuatro años en Brasil. Y nada que ver con las coloristas y pacíficas hordas latinoamericanas.
Además, las fuerzas de seguridad rusas se coordinaron con sus colegas occidentales para impedir la entrada en territorio ruso de individuos dados a protagonizar altercados violentos allá donde juegan sus equipos.
La exigencia del FAN ID o pasaporte de aficionado facilitó la tarea de la policía rusa. Muchos hinchas radicales -no sólo ingleses- no pasaron el corte.
Las autoridades rusas estaban avisadas. La prensa argentina incluso informó hace unos meses de una reunión secreta entre las Barras Bravas y los hinchas rusos más radicales para forjar una alianza contra los ingleses, a los que debían atacar en San Petersburgo.
Por suerte, hinchas rusos e ingleses no han llegado a cruzarse en ninguna ciudad. Los seguidores del actual semifinalista pusieron su granito de arena al visitar en Volgogrado el Memorial de Stalingrado dedicado a los caídos en la batalla más sangrienta de la historia.
A ese se sumaron las listas negras elaboradas por las autoridades rusas. Lo reconoció el domingo el líder de los aficionados radicales rusos, Alexandr Shpriguin, quien aseguró que los que asisten a los partidos mundialistas son los mismos que van al teatro.
Ni bengalas ni lanzamiento de objetos. Todos sentados, haciendo la ola y comiendo bocadillos. Así lo han hecho los 2,7 millones de personas que han pisados los estadios desde el 14 de junio, 390.000 de ellos en el Luzhnikí.
Decenas de miles de ingleses ya invadieron Moscú en 2008 con ocasión de la única final puramente inglesa en la historia de la Liga de Campeones. El Manchester United derrotó a los penaltis al Chelsea y no hubo ni un solo incidente.
Entonces, el encargado de deportes del Ayuntamiento era Alexéi Sorokin, el actual director del comité organizador de la Copa Mundial.
Con todo, no hay duda de que habrá miles de policías en torno al estadio Luzhnikí y los controles serán exhaustivos. Los aficionados croatas también han protagonizado incidentes en el pasado y no se puede olvidar la hermandad entre rusos y serbios.
Se esperan banderas serbias en el estadio. Más aún después del vídeo grabado por el central croata Domagoj Vida, en el que pronunció el "¡Gloria Ucrania!", lema aparentemente inocente, pero que es utilizado por los ultranacionalistas ucranianos.
La FIFA sólo le advirtió, aunque las redes sociales rusas demandaban una sanción, pero la federación croata contribuyó a rebajar la tensión al expulsar el lunes al exjugador Ognjen Vukojevic, que acompañaba a Vida en el vídeo.
La decisión de no sancionar a Vida sentó mal en Rusia al igual que ocurriera cuando los jugadores suizos Shaquiri y Xhaka, ambos de origen kosovar, hicieron el símbolo del águila de dos cabezas que figura en la bandera albanesa tras marcar sendos goles contra Serbia.
Moscú, EFE
Todo el país estaba deseando que Rusia eliminara a Croacia, incluido las autoridades rusas. Lo nunca visto. En otros tiempos una semifinal entre Rusia e Inglaterra hubiera sido un partido de alto riesgo y una pesadilla para los organizadores.
Pero ahora hemos pasado del "¡que vienen los ingleses!" al "¿dónde están los hooligans?". Los hinchas ingleses apenas han protagonizado varios incidentes menores durante el torneo. Nada que ver con las batallas campales de la Eurocopa de Francia.
Uno de los aficionados ingleses pintarrajeó una estatua del legendario futbolista del Spartak Moscú, Fiódor Cherenkov, e incluso se disculpó después públicamente.
Las autoridades esperan que unos 20.000 extranjeros -entre ellos chinos y estadounidenses de origen hispano- asistan al partido en el estadio Luzhnikí. Los otros 60.000 serán rusos.
Según la prensa británica, unos 10.000 aficionados ingleses podrían acudir al estadio tras comprar entradas en el último momento en la página web de la FIFA, que abrió una nueva ventana el domingo.
Además, otros han recurrido a la reventa. Y es que aficionados alemanes y brasileños que esperaban que sus equipos llegaran a las semifinales están deseosos de librarse de sus boletos para recuperar el dinero desembolsado.
Esa cifra contrasta con los partidos disputados hasta ahora por los ingleses, en los que no había más de 5.000 hinchas en las gradas.
No se espera que repercuta en el interés de la hinchada inglesa el comunicado de última hora emitido por la Cancillería británica en la que recomienda evitar tanto participar en protestas como realizar comentarios políticos.
Sin duda, ha contribuido a la paz mundialista la actual tensión diplomática entre el Kremlin y el Reino Unido. El Gobierno británico y la Casa Real boicotearon el torneo. Además, recomendaron a los aficionados que no viajaran a Rusia.
Muchos les hicieron caso. De hecho, en los estadios donde juega Inglaterra apenas se ven unos pocos miles de aficionados procedentes de las islas, mucho menos que hace cuatro años en Brasil. Y nada que ver con las coloristas y pacíficas hordas latinoamericanas.
Además, las fuerzas de seguridad rusas se coordinaron con sus colegas occidentales para impedir la entrada en territorio ruso de individuos dados a protagonizar altercados violentos allá donde juegan sus equipos.
La exigencia del FAN ID o pasaporte de aficionado facilitó la tarea de la policía rusa. Muchos hinchas radicales -no sólo ingleses- no pasaron el corte.
Las autoridades rusas estaban avisadas. La prensa argentina incluso informó hace unos meses de una reunión secreta entre las Barras Bravas y los hinchas rusos más radicales para forjar una alianza contra los ingleses, a los que debían atacar en San Petersburgo.
Por suerte, hinchas rusos e ingleses no han llegado a cruzarse en ninguna ciudad. Los seguidores del actual semifinalista pusieron su granito de arena al visitar en Volgogrado el Memorial de Stalingrado dedicado a los caídos en la batalla más sangrienta de la historia.
A ese se sumaron las listas negras elaboradas por las autoridades rusas. Lo reconoció el domingo el líder de los aficionados radicales rusos, Alexandr Shpriguin, quien aseguró que los que asisten a los partidos mundialistas son los mismos que van al teatro.
Ni bengalas ni lanzamiento de objetos. Todos sentados, haciendo la ola y comiendo bocadillos. Así lo han hecho los 2,7 millones de personas que han pisados los estadios desde el 14 de junio, 390.000 de ellos en el Luzhnikí.
Decenas de miles de ingleses ya invadieron Moscú en 2008 con ocasión de la única final puramente inglesa en la historia de la Liga de Campeones. El Manchester United derrotó a los penaltis al Chelsea y no hubo ni un solo incidente.
Entonces, el encargado de deportes del Ayuntamiento era Alexéi Sorokin, el actual director del comité organizador de la Copa Mundial.
Con todo, no hay duda de que habrá miles de policías en torno al estadio Luzhnikí y los controles serán exhaustivos. Los aficionados croatas también han protagonizado incidentes en el pasado y no se puede olvidar la hermandad entre rusos y serbios.
Se esperan banderas serbias en el estadio. Más aún después del vídeo grabado por el central croata Domagoj Vida, en el que pronunció el "¡Gloria Ucrania!", lema aparentemente inocente, pero que es utilizado por los ultranacionalistas ucranianos.
La FIFA sólo le advirtió, aunque las redes sociales rusas demandaban una sanción, pero la federación croata contribuyó a rebajar la tensión al expulsar el lunes al exjugador Ognjen Vukojevic, que acompañaba a Vida en el vídeo.
La decisión de no sancionar a Vida sentó mal en Rusia al igual que ocurriera cuando los jugadores suizos Shaquiri y Xhaka, ambos de origen kosovar, hicieron el símbolo del águila de dos cabezas que figura en la bandera albanesa tras marcar sendos goles contra Serbia.