Pyongyang acusa a EE UU de una actitud “gansteril” en la negociación nuclear
Las críticas del régimen llegan tras el viaje del secretario de Estado Pompeo a la capital norcoreana
Joan Faus
Washington, El País
Las divergencias latentes entre Estados Unidos y Corea del Norte sobre el alcance del desmantelamiento del programa nuclear del país asiático saltaron este sábado a la luz pública. El Ministerio de Exteriores norcoreano tildó de “lamentable” la actitud del secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, tras dos días de reuniones en Pyongyang, le acusó de buscar, como si fuera un “gánster” y un “ladrón”, concesiones unilaterales y amenazó con abandonar el compromiso con la desnuclearización.
En las antípodas, el jefe de la diplomacia estadounidense hizo un balance mucho más optimista. Dijo que las conversaciones fueron “muy productivas”, que el régimen mantiene su voluntad de acuerdo y que se han pactado nuevas reuniones. La incógnita es si la incendiaria reacción de Pyongyang -cuyo lenguaje hiperbólico y amenazante ya llevó a cancelar brevemente la reunión del 12 de junio entre el presidente estadounidense, Donald Trump, y el dictador norcoreano, Kim Jong-un- revela un escaso margen de éxito de las conversaciones y la ausencia de un verdadero compromiso. O responde a una estrategia para evitar hacer concesiones de calado de un país hermético que lleva décadas desarrollando un programa nuclear que considera clave para su supervivencia.
“La actitud y la posición de Estados Unidos mostrada en el primer encuentro de alto nivel fue sin duda lamentable”, dijo un portavoz del Ministerio de Exteriores en un comunicado difundido por la agencia oficial de noticias norcoreana. “Esperábamos que EE UU trajera una propuesta constructiva, pero el lado estadounidense solo vino con su demanda, unilateral y como de gánster, de una desnuclearización CVID [el acrónimo inglés de una desnuclearización completa, verificable e irreversible]”.
Fue el tercer viaje de Pompeo a Corea del Norte desde abril y el primero desde el encuentro que celebraron Trump y Kim en Singapur. En esa cita, la primera de los líderes de dos países enemistados durante décadas, se acordó un vago compromiso de Corea del Norte con la “completa desnuclearización de la península coreana”. No se pactó ningún calendario ni proceso de inspección. Los detalles se debían cerrar en negociaciones posteriores y ese era el objetivo de Pompeo en su visita a Pyongyang.
El secretario de Estado se reunió con Kim Yong Chol, considerado la mano derecha del líder supremo, pero no se vio con Kim Jong-un. Ambos se intercambiaron cartas de Kim y Trump. En la antesala del viaje, afloraron informaciones sobre el temor de los servicios de inteligencia estadounidenses de que Pyongyang trate de engañar a Washington, como ya hizo en negociaciones pasadas, y oculte parte de su arsenal nuclear, con el que el año pasado amenazaba con atacar a la primera potencia mundial.
Pompeo trató de disipar ese miedo, como ha hecho Trump en los últimos días al vender como un gran éxito su reunión con Kim. “Son asuntos complicados, pero hemos logrado avances en casi todos los asuntos centrales. En algunos lugares ha habido un gran progreso, en otros todavía hace falta más trabajo”, dijo Pompeo a la prensa antes de viajar a Tokio, donde se reunirá con sus homólogos japoneses y surcoreanos para abordar las conversaciones con Corea del Norte. “Están igual de comprometidos. Kim sigue comprometido”, agregó en alusión al pacto de Singapur.
El secretario de Estado explicó que se ha acordado celebrar un encuentro alrededor del 12 de julio en la frontera entre las dos Coreas de un equipo del Pentágono y otro de militares norcoreanos para hablar de la repatriación de los restos de soldados estadounidenses muertos en la guerra de Corea (1950-53). También aseguró que habrá negociaciones de delegaciones técnicas para abordar la destrucción de una instalación de prueba de misiles.
Pompeo, que habló el sábado con Trump tras las reuniones, afirmó que las conversaciones fueron de “buena fe”. Aunque declinó entrar en detalles, sugirió que hubo avances en fijar un calendario para la desnuclearización y una declaración del arsenal atómico.
La reacción norcoreana no pudo ser más antagónica. Las conversaciones han entrado, advirtió el portavoz, en una “fase peligrosa que podría alterar nuestra voluntad, que había sido firme, con la desnuclearización”. Sostuvo que Pyongyang esperaba “medidas constructivas” de Washington y que estaba dispuesto a ser recíproco. La fuente afirmó que, en las reuniones con Pompeo, se habló de una posible declaración oficial del fin de la guerra de Corea pero que EE UU respondió con “condiciones y excusas”. También minimizó la suspensión de los ejercicios militares entre EE UU y Corea del Sur al considerar que es un gestor menor a la decisión “irreversible” del Norte de supuestamente destruir centros de pruebas nucleares.
Hubo, sin embargo, un matiz relevante. El portavoz evitó criticar a Trump y destacó que Corea del Norte “mantiene plenamente su confianza” en el presidente estadounidense. Eso indica, a priori, el deseo de proseguir las conversaciones y la reticencia a entrar en detalles concretos sobre la desnuclearización, tal como ocurrió en Singapur, donde el régimen logró legitimarse al sentarse a hablar con el hombre más poderoso del mundo.
Joan Faus
Washington, El País
Las divergencias latentes entre Estados Unidos y Corea del Norte sobre el alcance del desmantelamiento del programa nuclear del país asiático saltaron este sábado a la luz pública. El Ministerio de Exteriores norcoreano tildó de “lamentable” la actitud del secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, tras dos días de reuniones en Pyongyang, le acusó de buscar, como si fuera un “gánster” y un “ladrón”, concesiones unilaterales y amenazó con abandonar el compromiso con la desnuclearización.
En las antípodas, el jefe de la diplomacia estadounidense hizo un balance mucho más optimista. Dijo que las conversaciones fueron “muy productivas”, que el régimen mantiene su voluntad de acuerdo y que se han pactado nuevas reuniones. La incógnita es si la incendiaria reacción de Pyongyang -cuyo lenguaje hiperbólico y amenazante ya llevó a cancelar brevemente la reunión del 12 de junio entre el presidente estadounidense, Donald Trump, y el dictador norcoreano, Kim Jong-un- revela un escaso margen de éxito de las conversaciones y la ausencia de un verdadero compromiso. O responde a una estrategia para evitar hacer concesiones de calado de un país hermético que lleva décadas desarrollando un programa nuclear que considera clave para su supervivencia.
“La actitud y la posición de Estados Unidos mostrada en el primer encuentro de alto nivel fue sin duda lamentable”, dijo un portavoz del Ministerio de Exteriores en un comunicado difundido por la agencia oficial de noticias norcoreana. “Esperábamos que EE UU trajera una propuesta constructiva, pero el lado estadounidense solo vino con su demanda, unilateral y como de gánster, de una desnuclearización CVID [el acrónimo inglés de una desnuclearización completa, verificable e irreversible]”.
Fue el tercer viaje de Pompeo a Corea del Norte desde abril y el primero desde el encuentro que celebraron Trump y Kim en Singapur. En esa cita, la primera de los líderes de dos países enemistados durante décadas, se acordó un vago compromiso de Corea del Norte con la “completa desnuclearización de la península coreana”. No se pactó ningún calendario ni proceso de inspección. Los detalles se debían cerrar en negociaciones posteriores y ese era el objetivo de Pompeo en su visita a Pyongyang.
El secretario de Estado se reunió con Kim Yong Chol, considerado la mano derecha del líder supremo, pero no se vio con Kim Jong-un. Ambos se intercambiaron cartas de Kim y Trump. En la antesala del viaje, afloraron informaciones sobre el temor de los servicios de inteligencia estadounidenses de que Pyongyang trate de engañar a Washington, como ya hizo en negociaciones pasadas, y oculte parte de su arsenal nuclear, con el que el año pasado amenazaba con atacar a la primera potencia mundial.
Pompeo trató de disipar ese miedo, como ha hecho Trump en los últimos días al vender como un gran éxito su reunión con Kim. “Son asuntos complicados, pero hemos logrado avances en casi todos los asuntos centrales. En algunos lugares ha habido un gran progreso, en otros todavía hace falta más trabajo”, dijo Pompeo a la prensa antes de viajar a Tokio, donde se reunirá con sus homólogos japoneses y surcoreanos para abordar las conversaciones con Corea del Norte. “Están igual de comprometidos. Kim sigue comprometido”, agregó en alusión al pacto de Singapur.
El secretario de Estado explicó que se ha acordado celebrar un encuentro alrededor del 12 de julio en la frontera entre las dos Coreas de un equipo del Pentágono y otro de militares norcoreanos para hablar de la repatriación de los restos de soldados estadounidenses muertos en la guerra de Corea (1950-53). También aseguró que habrá negociaciones de delegaciones técnicas para abordar la destrucción de una instalación de prueba de misiles.
Pompeo, que habló el sábado con Trump tras las reuniones, afirmó que las conversaciones fueron de “buena fe”. Aunque declinó entrar en detalles, sugirió que hubo avances en fijar un calendario para la desnuclearización y una declaración del arsenal atómico.
La reacción norcoreana no pudo ser más antagónica. Las conversaciones han entrado, advirtió el portavoz, en una “fase peligrosa que podría alterar nuestra voluntad, que había sido firme, con la desnuclearización”. Sostuvo que Pyongyang esperaba “medidas constructivas” de Washington y que estaba dispuesto a ser recíproco. La fuente afirmó que, en las reuniones con Pompeo, se habló de una posible declaración oficial del fin de la guerra de Corea pero que EE UU respondió con “condiciones y excusas”. También minimizó la suspensión de los ejercicios militares entre EE UU y Corea del Sur al considerar que es un gestor menor a la decisión “irreversible” del Norte de supuestamente destruir centros de pruebas nucleares.
Hubo, sin embargo, un matiz relevante. El portavoz evitó criticar a Trump y destacó que Corea del Norte “mantiene plenamente su confianza” en el presidente estadounidense. Eso indica, a priori, el deseo de proseguir las conversaciones y la reticencia a entrar en detalles concretos sobre la desnuclearización, tal como ocurrió en Singapur, donde el régimen logró legitimarse al sentarse a hablar con el hombre más poderoso del mundo.