Mario Mandzukic, leyenda

Moscú, EFE
Le tocó a Mandzukic erigirse en leyenda. A él, un tipo discutido, controvertido, que no vuelve la cara a la pelea. Que transita por el área con pinta desagradable, incordio para los rivales y odioso para el seguidor.


Comparado en sus inicios con el mítico Alen Boksic supera ya casi todos los registros de su antecesor. Mantiene en común la similitud en la estatura, 190 centímetros, y la experiencia en el fútbol internacional. Igual que el que fuera referente croata en la segunda década de los 90, Mandzukic se gana ahora la vida en Italia, en el Juventus.

Sin embargo, súper Mario ha dejado muy atrás las meritorias cifras de su predecesor, que vistió la camiseta ajedrezada en 40 partidos, con los que marcó diez goles.

Mandzukic, uno de los reputados representantes de la vigente generación de Croacia, la que está en la final del Mundial, ya acumula 88 encuentros internacionales con su equipo nacional. Su cosecha anotadora alcanza los treinta y dos tantos, el último en la prórroga ante Inglaterra.

No disimuló el futbolista de Slavonski Brod, de ya 32 años, ningún aspecto de la carta de presentación que le define como futbolista. Lejos del talante y de la delicadeza y finura que delata el centro del campo de su equipo representado sobre todo por Luka Modric e Ivan Rakitic, Mandzukic ofrece una visión feroz, incansable y batalladora sobre el césped.

Mario Mandzukic apareció de entre los centrales. De improviso. Para llevar a la red un centro por la izquierda de Ivan Perisic, el otro hombre del partido. Cruzó el disparo. Al lado contrario de donde estaba el meta inglés Jordan Pickford, que se tiró al azar, a lo loco.

El segundo máximo goleador de Croacia de todos los tiempos, solo superado por su actual presidente, Davor Suker, manejó después el partido a su antojo. Fue reprendido por Harry Kane, por Delle Ali, por casi todos. Mario no quiso jugar y no se jugó. Fundido por el esfuerzo, se tumbó una y otra vez sobre el césped hasta que fue sustituido.

Nadie discute a Mandzukic su espíritu ni su trabajo. Ni el esfuerzo ni la velocidad. Genera debate su brillantez, su talento en medio de un equipo que convierte en virtud casi cada pelota que maneja.

Es el lastre con el que transita 'súper Mario' en su larga carrera. Nadie puso nunca en duda su rendimiento. Pero cada club casi siempre pensó que podía haber algo mejor.

Asentado en el Juventus, donde cuenta con la complicidad de su técnico Alessandr Allegri, nunca ha logrado echar raíces en ninguna otra entidad. Desde que salió de Zagreb, club donde creció, permaneció dos temporadas en el Wolfsburgo y otras tantas en el Bayern Múnich, con Pep Guardiola de entrenador.

De él dijo el preparador español que era el mejor en rematar de cabeza dentro del área de penalti. Sin embargo, Guardiola no se resistió a la marcha dos temporadas después de llegar, al Atlético Madrid.

Mandzukic se comprometió por cuatro años para ocupar el vacío dejado por hombres como Diego Forlán, Sergio Agüero, Radamel Falcao o Diego Costa. Fue el segundo máximo anotador de aquél año del conjunto rojiblanco con Diego Pablo Simeone al frente, pero no desechó la opción de venderle al Juventus.

Se siente cómodo en Turín donde ha completado su tercer ejercicio y donde va a seguir. Tres títulos de la Serie A y una final de la Liga de Campeones, que jugó con el Real Madrid, al que le marcó el gol, y de muy bella factura. Aunque seguirá bajo sospecha.

Disfruta Mandzukic en Rusia 2018 de su segundo Mundial. Vivió el de Brasil 2014, donde Croacia acabó como decepción. Pero se mantiene en Rusia, a donde llegó como goleador y se marcha como leyenda.

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