Los jóvenes y las ansias de cambio, claves en las elecciones de Pakistán

De los casi 106 millones de potenciales votantes, 46 millones tienen menos de 35 años

ÁNGELES ESPINOSA (ENVIADA ESPECIAL)
Islamabad, El País
Hana tiene 19 años y vota por primera vez este miércoles en las elecciones de Pakistán. El chal con el que se tapa el rostro no logra ocultar su entusiasmo. “Para mí, como paquistaní, es muy importante hacer uso de mi derecho”, asegura mientras muestra el dedo entintado que prueba que ha votado. Como ella, casi 10 millones de jóvenes se han incorporado al nuevo censo electoral. De los casi 106 millones de potenciales votantes, 46 millones tienen menos de 35 años y son clave para determinar del resultado tras una campaña especialmente bronca. Acusado de estar favorecido por el Ejército, el populista Imran Khan disputa el Gobierno a la Liga Musulmana de Pakistán (PML) de Nawaz Sharif.


“Necesitamos mejoras en la educación. Que nos faciliten becas”, defiende Hana a la salida de un colegio electoral en Rawalpindi, la ciudad gemela de Islamabad, pero en la provincia de Punjab. Dos hermanas mayores y su madre, todas con la cara cubierta, la dejan hablar. Las cuatro han votado lo mismo. ¿Y su padre y hermanos? “También. Nos reunimos y decidimos quién merece nuestro apoyo”, explica esta universitaria como si fuera lo más natural.

Farah, una maestra de 43 años, que sale poco después, discrepa. “Yo elijo por mí misma; es mi derecho”, responde mientras espera a su marido. La cola de hombres es significativamente más larga en este centro de votación mixto, donde unos y otras votan en mesas separadas. “Lo que necesitamos es gente que no sea corrupta”, defiende revelándose como votante del Movimiento por la Justicia (PTI) de Imran Khan. Duda, sin embargo, de que eso sea posible en Pakistán. “Para llegar al poder hay que apoyarse en los malos”, apunta en referencia a los “elegibles”, terratenientes y señores feudales con el control de miles de votos en sus distritos que garantizan su elección sean cuales sean las siglas bajo las que se presenten.

“Sufrimos por la falta de infraestructuras. El agua, la electricidad… espero que haya un cambio y mejoremos”, declara Abdul Qayum, un profesor de química de 55 años. La idea de cambio y la lucha contra la corrupción se repiten entre los partidarios de Khan, que son mayoritarios entre los entrevistados jóvenes o con educación superior. Pero a pesar de las encuestas favorables, su partido no baja la guardia.

En Taufkiyan, en la provincia de Khyber-Pakhtunkhwa, la música de campaña del PTI ayuda a encontrar las urnas. A pesar de la prohibición de hacer campaña desde la víspera y durante la jornada electoral, muchos de sus simpatizantes se agolpan a la puerta de la Escuela Primaria para Niños (donde votan los hombres) portando gorros e insignias con los colores del partido (verde y rojo). Unas calles más allá, en el colegio electoral femenino, una elegante señora pastorea a media docena de aldeanas. “Esperamos un cambio en el país. Imran Khan es la persona adecuada”, responde a la periodista.

La Comisión Electoral ha rechazado la petición del partido de Sharif, que está en la cárcel y no ha podido votar, para extender una hora el escrutinio

No todas las mujeres se dejan mangonear. Marzan Bibi, una abuelita de 79 años, dice que el voto “es una responsabilidad nacional”. A su lado, Muntazer Bibi, de 57, asegura que quiere “un país fuerte que dé trabajo a las mujeres”. Ella, cuenta, no recibió educación y no puede trabajar, pero le hubiera gustado hacerlo “para ser independiente”. Sumbal Bukhari, una recién casada de 23 años, vota para que el Gobierno proteja a las mujeres de los matrimonios forzosos. Y Rubat Zahara, de 25, que cursa un máster en estudios islámicos, quiere que se mantengan las políticas de los últimos cinco años “porque con Nawaz ha mejorado mucho la electricidad y se nos dan nuestros derechos dentro del islam”.

También sorprende la ruidosa presencia de un puñado de simpatizantes del Partido Popular de Pakistán (PPP), que lidera Bilawal Zardari Bhutto, hijo de la asesinada Benazir Bhutto. Aunque tras perder las elecciones de 2013 el PPP se ha visto confinado a su feudo de la provincia de Sindh, sigue siendo la opción de las minorías y sectores progresistas preocupados por la desigualdad. En este rincón de la comarca de Khanpur, los chiíes rondan el 70% de los habitantes (en todo el país son una quinta parte de la población) y algunas familias les son fieles.

“Les apoyo porque ayudan a los pobres”, dice Rayan Javeed, un estudiante de mecánica de aviones de 24 años, antes de confesar que es sobrino del candidato. Su vecino, Riasat, un policía retirado de 65 años, defiende que necesitan una nueva cara, en referencia al líder del PTI.

En Islamabad, el sij Mohinder Kumar, un consultor financiero de 30 años, confirma que ha votado al PPP a la salida de la Escuela Modelo del G-9, uno de los barrios de la capital. Los sijes son apenas el 0,2% de la población. Sin embargo, los ahmadíes, unos tres millones de paquistaníes, han boicoteado las elecciones porque les parece discriminatorio que sus nombres aparezcan en listas separadas. Eso significa que el Estado sigue sin considerarles musulmanes, algo que ellos disputan. Los cristianos, que según el último censo son 1.625 millones, reclaman poder elegir sus propios representantes y uno de sus dirigentes, Sajid Ishaq, explicó a EL PAÍS que ha pedido que dónde no haya un candidato cristiano se boicoteen los comicios.

Un cuarto de hora antes del cierre de los colegios, previsto para las seis de la tarde, llega al móvil un mensaje pidiendo que, por favor, se vote por Imran Khan. La Comisión Electoral ha rechazado la petición del partido de Sharif, que está en la cárcel y no ha podido votar, para extender una hora el escrutinio. Aducían que las tormentas y las lluvias han dificultado el acceso a las urnas en Lahore y otras zonas de Punjab, la provincia más poblada de Pakistán y la que elige el mayor número de diputados (148 de los 272 en liza). Además, han denunciado la lentitud de las votaciones, dando a entender que se les intentaba perjudicar.

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