Los árabes israelíes ante la nueva ley del Estado Nación: “Siempre hemos sido ciudadanos de segunda”

Los parlamentarios árabes de la Knesset y varias organizaciones árabes israelíes apelarán ante el Tribunal Supremo la polémica ley

Lourdes Baeza
Tel Aviv, El País
La vida en la vieja Jaffa transcurre como cualquier otro fin de semana pero con menos ambiente en las calles. Es como si fuese puente en Israel, porque al terminar el Sabbat, los judíos conmemoran el Tisha B´av, la fecha en que fueron destruidos el primero y el segundo templo en Jerusalén. Para ellos no es un día de festejos, sino de ayuno, aunque en Tel Aviv pocos lo hacen. Al sur, en la decadente Jaffa, aún menos, porque gran parte de la población es de origen árabe.


En las inmediaciones del Pishpishim, el mercado de las pulgas, uno de los rastrillos más populares del país, muchos comerciantes judíos han echado el cierre y los árabes israelíes siguen con su rutina. Suleiman es uno de ellos. Regenta una tienda en una de las calles principales del rastro donde pueden adquirirse todo tipo de cachivaches, kufiyas, cerámica armenia e incluso artículos de broma. El retrato de su abuelo preside el local. “Mi familia decidió quedarse cuando se declaró el Estado de Israel en 1948. Siempre hemos sido ciudadanos de segunda aquí, pero mi abuelo pensaba que mejor eso que ser refugiados en tierra extranjera”, dice Suleiman.

Para él, como para una gran parte de los árabes israelíes, la polémica ley del Estado Nación, aprobada el pasado jueves por la Knesset —parlamento— no viene más que a ratificar legalmente lo que hace tiempo es una realidad sobre el terreno. “Nunca hemos tenido realmente los mismos derechos. Los judíos siempre han recelado de los árabes israelíes. Nuestras fiestas religiosas no cuentan en Israel, no importa si se es cristiano o musulmán. No tenemos las mismas facilidades para comprar vivienda donde queramos, para que nuestros hijos estudien en colegios hebreos. No podemos hacer nada. Es así”, dice Suleiman.

Thabet Abu Ras, director ejecutivo de la Fundación Abraham, ratifica sus palabras. “ Netanyahu [el primer ministro israelí] siempre tiene en el punto de mira a la minoría árabe porque hay miedo a que el equilibrio demográfico nos coloque es una posición preponderante. Esta ley oficializa la discriminación”, asegura Abu Ras. Su organización lleva décadas trabajando para que el Estado reconozca los derechos de los árabes israelíes y por la integración. “No olvidemos que Israel no tiene fronteras oficiales reconocidas. La ley también abre la puerta a la futura anexión de la Cisjordania ocupada si, por ejemplo, se decidiese aplicar el artículo 7 de la nueva ley en el territorio palestino”, explica el activista pro derechos civiles.

Precisamente, ese es el artículo que retrasó la aprobación de la ley porque inicialmente permitía la creación de “comunidades separadas”. La cláusula 7b fue criticada hasta por el presidente Reuven Rivlin por considerarla "discriminatoria", y finalmente fue eliminada y sustituida por otra redacción tampoco exenta de polémica. "El Estado considera el desarrollo del establecimiento de los judíos como un valor nacional y actuará para alentar y promover su establecimiento y su consolidación", reza el texto aprobado.

“Ese artículo es una clara discriminación étnica hacia los ciudadanos árabes de Israel, por eso el lunes o el martes apelaremos a la Corte Suprema”, anuncia Yusef Jabarin, diputado de la Lista Conjunta Árabe. “Es difícil apelar contra la ley completa porque hay partes de ella que ya se recogen en el ordenamiento jurídico israelí, por eso nuestro objetivo principal será el artículo 7. Sabemos que es difícil echarla abajo, pero si al menos logramos congelar la aplicación de esa ley racista, habremos conseguido algo”, dice Jabarin en conversación con EL PAÍS.

Y para ello, asegura, cuentan con el apoyo del Comité de Seguimiento de los Ciudadanos Árabes de Israel, que también se personarán en la causa. Se trata de una organización de la que forman parte la mayoría de asociaciones árabes israelíes así como los alcaldes de las principales ciudades árabes de Israel.
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En Jaffa, donde la mayor parte de los negocios abren habitualmente en Sabbat, hoy las puertas cerradas delatan a los comerciantes judíos. Los pocos que han abierto saben que será multados si no cierran al atardecer, cuando empiece el Tisha B´Va. “Si no cerramos el Gobierno nos multa con 500 nis (unos 120 euros), pero aquí casi todos mantendremos abierto porque nos resulta mucho más rentable”, explica Michal, una de las camareras del Container, un local donde árabes y judíos comparten noches de ocio.

A unos metros de allí, numerosas familias musulmanas pasean por el histórico puerto pesquero de Jaffa. La mayoría son turistas, que vienen a esta parte de la costa desde otras ciudades árabe-israelíes para pasar el fin de semana. A pesar del revuelo que la aprobación de la ley del Estado Nación ha generado, algunos ni siquiera se han enterado. Como Abdul, marido de Fatma, que mira perplejo a su mujer mientras le explica que es cierto, que el árabe ya no será lengua oficial sino que queda relegado a un segundo plano bajo un estatus especial. Vienen de Wadi Ara, cerca de Umm al-Fahem, al norte de Israel. “Es otra manera de dejarnos claro que primero están ellos, y luego nosotros. Pero lo que no saben es que, por muchas leyes que aprueben, nosotros seguiremos aquí cuando ellos se vayan”, asegura Fatma.

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