La visita de Trump a Europa plasma el nuevo orden de Estados Unidos

Bruselas intentará evitar que la tensión arancelaria llegue al sector del automóvil

Amanda Mars
Lucía Abellán
Washington / Bruselas, El País
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, emprende mañana martes una gira que plasma el nuevo orden en Washington, en el que la defensa y el comercio se contemplan con el mismo prisma y los viejos aliados son hoy rivales. Acude a la cumbre de la OTAN en Bruselas para recalcar las exigencias de gasto; luego marcha a Londres, donde le aguardan grandes protestas debido a su retórica islamófoba, y acaba el lunes 16 en una cumbre en Helsinki con el presidente ruso, Vladímir Putin, presidente de la única potencia oficialmente rival de EE UU.


“La Unión Europea es posiblemente tan mala como China, solo que más pequeña. Es terrible cómo nos tratan”. Estas palabras pronunciadas por Trump hace apenas una semana quejándose de las relaciones comerciales con la UE suponen una buena muestra de la concepción del presidente del marco geopolítico global, en la que las autoridades europeas, las competentes en materia de comercio, son equiparables a las del régimen chino.

Las cartas de Trump respecto a la OTAN (en la que exige más inversión a los Estados miembros) y al comercio (en la que ha comenzado una batalla arancelaria en protesta por unas reglas que ahora juzga injustas) están sobre la mesa. Y si los miembros de la Administración suelen suavizar los mensajes en los encuentros informativos con la prensa, la esencia y las experiencias recientes evidencian que nada tiene por qué cambiar en este viaje.

Europa se dispone a recibir a Trump con el trauma aún latente de la última reunión del G7 en Canadá. Aquel encuentro, definido por uno de los presentes como “hostil, humillante, un momento dramático en la era de la posguerra”, convenció a los líderes europeos de que los puentes con su tradicional aliado están prácticamente derruidos. Aun así, los modos algo más firmes que mostró el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en esa reunión le procuraron una invitación a la Casa Blanca por parte de Donald Trump. Si nada se tuerce durante esta gira europea del líder estadounidense, Juncker acudirá a Washington en algún momento entre el 24 y el 27 de julio, según precisan fuentes del Ejecutivo comunitario.

Nadie ha encontrado la fórmula para mantener a Trump en la esfera del entendimiento internacional. La canciller Angela Merkel probó con el tono severo. Agua. El presidente francés, Emmanuel Macron, jugó al encantador de serpientes. Agua. Si algo ha demostrado el estadounidense a lo largo de estos meses es que, pese a lo visceral de su comportamiento como gobernante, su agenda exterior queda por encima de cualquier química personal. Abandonó el acuerdo del clima hace un año y esta primavera ha roto el pacto nuclear con Irán, además de iniciar una batalla comercial contra Europa.

Lo único que ha cambiado desde que se sentó en el Despacho Oval por primera vez es que se ha rodeado de más halcones: Mike Pompeo, un duro del grupo ultraconservador Tea Party, sucede al moderado Rex Tillerson como jefe de la Diplomacia; y John Bolton, un ultra de la era Bush, ocupa el puesto del general H. R. McMaster como consejero de Seguridad Nacional. Hoy queda el jefe del Pentágono, Jim Mattis, como la voz más conciliadora.

Pese al distanciamiento, Bruselas aprovechará esa cita para tratar de contener una deriva mucho más peligrosa de la guerra arancelaria iniciada por el gobernante estadounidense contra el acero y el aluminio: las trabas a la importación de coches europeos, una industria esencial en Europa, especialmente en Alemania. Si existe algún marco supranacional del que EE UU no vaya a retirarse bajo el mandato de Trump, ese es la OTAN. Pero eso no significa que la relación esté exenta de riesgos.

Los líderes occidentales comprobarán esta semana la fortaleza del vínculo trasatlántico, convencidos de que el mandatario estadounidense tensará la cuerda al máximo, con reproches categóricos a sus socios respecto a la falta de gasto militar. El secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, ha aireado estos días que ocho países de la OTAN (seis europeos más EE UU) destinan ya el 2% del PIB al capítulo militar. Está por ver que esa cifra (son 29 aliados) sirva para apaciguar el magnate.

“Básicamente, Trump no entiende la historia, lo que incluye el impulso que hubo para la creación de la Unión Europea; ni entiende las estructuras institucionales, ya que se centra únicamente en el gasto nacional en Defensa, en detrimento de la voluntad de defensa colectiva de la OTAN”, opina Amanda Sloat, investigadora para Europa y EE UU del Instituto Boorkings con una década de experiencia en el Departamento de Estado.

Trump, gasolina para la derecha en la UE

Más que los viejos aliados europeos puedan atemperar a Trump, lo que parece es que el trumpismo está dando fuelle al giro a la derecha en Europa. En una entrevista con el medio ultraconservador Breitbart, en junio, el embajador de EE UU en Alemania, Ric Grenell, contaba que muchos conservadores le habían estado contactando “para decir que sienten un resurgimiento en marcha”.

Reino Unido, que ha optado por la ruptura con la UE, algo celebrado por Trump, ofrece por tanto la vía de los acuerdos bilaterales de comercio que Washington quiere potenciar. Pero los ataques al alcalde de Londres, Sadiq Khan, y su forma de azuzar la islamofobia tras los atentados yihadistas le llevó incluso a aplazar esta visita por miedo a las protestas. Con Theresa May, discutirá sobre todo de comercio. Una gran manifestación le aguarda en la capital y sobre ella flotará un globo gigante que representa a un Donald Trump en pañales. Lo ha autorizado el alcalde.

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