La historia secreta de la ruptura entre Sampaoli, Beccacece y los jugadores argentinos

Los problemas futbolísticos quedaron a la vista de todos, pero también hubo discusiones, peleas y enojos que provocaron una grieta dentro del plantel.

Enrique Gastañaga
Clarín
Nada le quedará a Jorge Sampaoli después de esta frustrada aventura con la Selección Nacional. No rescató los resultados que esperaba. No logró el funcionamiento de equipo que proyectaba. No pudo conseguir que su idea futbolera revolucionaria bajara con la fuerza que imaginaba. Sin embargo, lo peor es que el epílogo menos deseado llegó envuelto en nervios, en tensiones, en contrapuntos... Al cabo, los rasgos del final de ciclo anticipado que distinguen a la pulseada que protagoniza con el presidente de la AFA, Claudio Tapia, son muy parecidos a los que caracterizaron su relación con los jugadores y hasta con Sebastián Beccacece, su ayudante de campo de las grandes hazañas con Chile. Hay una historia mundialista en Rusia de la Selección que es la observada en cancha, desequilibrada, pendiente siempre de los milagros. Pero también hay otra historia, la que no se vio, la de una vida íntima que se fue resquebrajando hasta provocar una grieta celeste y blanca imposible de cerrar.


A Beccacece, en especial, los dirigentes de la AFA siempre lo miraron con un cierto desagrado. Lo notaban participativo al extremo, con un vuelo demasiado alto. Por eso antes de fin de año se había instalado la posibilidad de sumar al cuerpo técnico a Pablo Aimar, quien además contaba con la aprobación de los jugadores. Después, esa intención se desinfló para no generar ruido dentro del cuerpo técnico y porque el mismo Aimar, ubicado como siempre, prefirió quedarse en Buenos Aires.

Charlando solo una vez un rato largo con Beccacece se comprueba que se trata de un apasionado de este juego, con una intensidad absoluta, con un gran poder explicativo. A veces, esas cualidades pueden resultar negativas. Aunque él lo niegue, ese afán por transmitir sus miradas le jugó en contra con un tal Lionel Messi. El quiebre con el 10, según pudo reconstruir Clarín, sucedió en una práctica en el complejo del Manchester City, en la previa del amistoso contra Italia, aquella gira que al final concluyó con la goleada histórica ante España en Madrid.

“Leo, así no. Te conviene enganchar para otro lado”, le habría dicho Beccacece a Messi en ese entrenamiento. Pero lo que más habría molestado a Leo fue que el ayudante de campo de Sampaoli le apoyó una mano en un hombro... En el momento el 10 no dijo nada, pero al rato, ya en la intimidad, se habría acercado al técnico casildense y le habría pedido que no se repitiera otra situación similar con su principal colaborador.

"El equipo es más de Messi que mío". Esa frase la había patentado Sampaoli. Y lo marcó a fuego. Ahora, con el Mundial a punto de irse y con todos los matices singulares que marcaron a la Selección, aquella definición se potenció. Quedó la sensación de que los jugadores terminaron armando el equipo. ¿Hasta dónde? ¿De qué modo? ¿Cómo?

Como hacen la mayoría de los entrenadores del mundo, Sampaoli apostaba por escuchar a los jugadores. Por algo aquellas giras eternas por Europa visitando uno por uno, semblanteando, intercambiando miradas. Messi era y es su devoción. "Un jugador como Messi ve cosas que los seres normales no vemos", declaró en pleno Mundial el DT. Y a Leo vaya si lo escuchaba.

Una fuente de la Selección, próxima al entrenador, presente en la preparación previa en Barcelona y durante todo el Mundial, le confesó a Clarín antes del debut contra Islandia: "Mirá, yo te doy una pista. Si vos ves algo que parecía afirmado y se cambia de repente es por algo que dijo el 10...".

¿Por qué Federico Fazio y Giovani Lo Celso, dos que se perfilaban como titulares en la etapa de entrenamientos en Barcelona, concluyeron con un nulo protagonismo mundialista, el defensor sólo jugando el tramo final contra Francia y el del PSG ni un minuto? Desde la intimidad de la Selección le atribuyen toda la responsabilidad a Messi y a un par de comentarios que le habría hecho al entrenador: por un lado, ciertas imperfecciones en la salida desde atrás del marcador central de la Roma; y por otra parte, un pase del zurdo ex Central que no le convencía para su juego.

También sobre la llamativa ausencia de Lo Celso existe otra versión que suena híper disparatada: el zurdo le habría ganado con absoluta facilidad un duelo de fútbol-tenis a Messi y, además, en una práctica le habría dibujado un túnel colosal. Esas situaciones habrían enojado al capitán hasta impulsarlo a pedir que Lo Celso no fuera titular.

Si esta bronca de Leo por esos dos supuestos episodios se encapsula dentro del potencial es directamente porque así lo contaron, en ese tono. Desde el entorno del futbolista lo desmienten con una fuerza brutal.

Aquí se vuelve a un lugar que Clarín había recorrido durante aquellos días tormentosos que la Selección transitaba en Bronnitsy: el problema de ser más messista que Messi. ¿Hasta dónde lo de Leo era un simple comentario en una charla con el técnico? ¿Hasta dónde Sampaoli tomaba como palabra sagrada a cada mirada de Messi tal vez pronunciada en forma liviana y casi al pasar? ¿Hasta dónde Sampaoli era más messista que el mismo Messi? Eso lo saben sólo Sampaoli y Messi.

La despedida entre Sampaoli y Messi en Bronnitsy cuentan que fue absolutamente respetuosa. "Messi es un chico que hacia afuera no demuestra nada, pero en la intimidad es de 10", siguen remarcando hoy desde el cuerpo técnico. Todavía Leo no reapareció en escena para decir qué pasó en el Mundial y qué hará de su futuro con la Selección.

Lo que sí está claro es que, a medida que el Mundial avanzaba, también se multiplicaba la influencia de los jugadores (Messi y Mascherano, en especial) en las resoluciones del entrenador. No podían entender las modificaciones rotundas de sistema y de intérpretes: el "volantazo" de Sampaoli contra Croacia con pésimos resultados.

Esperaban una mano del técnico que no llegaba ni siquiera con los cambios durante el juego. Y tampoco colaboraba el casildense con su locura al borde de la raya de cal. Por eso sabiéndose jugados, los futbolistas le marcaron la cancha a Sampaoli antes de Nigeria. Así salió la formación histórica, con los regresos de Banega, Di María y Rojo, quienes habían sido borrados luego del empate con Islandia.

Fueron esos días locos de audios, videos y rumores que en un momento hasta señalaron a Sampaoli afuera de la Selección en pleno Mundial, por un supuesto pedido de los jugadores al presidente de la AFA que no había existido. Así, apelando a porcentajes caprichosos, podría derivarse en que contra Nigeria la formación fue un 70% de los futbolistas y un 30% del DT.

Ya contra Francia, aquella formación con Messi como falso 9, fue más del entrenador que de los jugadores y terminó de enojar, por ejemplo, a Sergio Agüero, el centrodelantero que había marcado ante Islandia y que luego había sido mandado al banco sin argumentos convincentes. Ingresando desde el banco, el Kun también gritó ante Francia, en el último suspiro, y al despedirse en redes sociales enumeró montones de agradecimientos, pero no hubo ninguno para el cuerpo técnico.

La autoridad de Sampaoli empezó a erosionarse con mayor fuerza en una discusión que mantuvo con su ayudante Beccacece en una práctica previa a Croacia. ¡Ocurrió delante de los jugadores! Para calmar la situación, debió interceder Mascherano.

"Esos días fueron una pesadilla", rememora ante la consulta de Clarín un hombre que en aquel momento se mostraba desorientado y no entendía cómo todo lo que pasaba adentro se filtraba. Sospechaban del manager y ex campeón del mundo del 86, Jorge Burruchaga, muy cercano a Daniel Angelici, vicepresidente de la AFA... Ahora, con la historia ya consumada, esa fuente puntualiza: "Sampaoli y Beccacece discutían una vez por día, por un tema o por otro, a veces por cosas importantes y otras por boludeces, por cualquier cosa. Ya era insoportable. Hasta que aquel día lo hicieron delante de los jugadores. Fue un papelón".

Hay más: "Sampaoli y Beccacece son el día y la noche. Uno quería entrenar posesión y el otro, vértigo. Uno quería jugar con tres atrás y otro, con cuatro. Uno con un 9 y otro, con dos 9. Y así muchas cosas. Antes de Croacia, por ejemplo, uno quería poner a Pavón y el otro, no. Por eso estaban tan locos". Ahí la fuente redondea: "Son pensamientos totalmente opuestos. Entre Sampaoli y Beccacece hubo un quiebre después de Ecuador y nunca más fue igual".

Tan tensa terminó la relación entre Sampaoli y Beccacece como fue aquella noche en el vestuario de Nizhny Novgorod, tras la caída contra Croacia: no hubo trompadas porque un par de colaboradores intercedieron para calmarlos.

Este vínculo con rasgos singulares entre Sampaoli y Beccacece se había interrumpido luego del adiós del casildense a la selección de Chile. Aunque ellos siempre lo negaron, aquel epílogo también había sido tormentoso. Ahí Beccacece inició su camino como técnico. Después Sampaoli, reconociéndole sus innegables conocimientos, lo convocó para esta aventura celeste y blanca que de nuevo concluyó del peor de los modos. Por algo Beccacece ni siquiera esperó que Sampaoli finalizara su lazo con la Selección para apartarse y firmar a velocidad de F1 su regreso a Defensa y Justicia...

Así se entiende la frustración de la Selección. Un cuerpo técnico con sus principales líderes enfrentados; muchos jugadores de edad elevada sin respuestas físicas para semejante intensidad; un crack de nuevo abandonado por un equipo que nunca lo fue; y dirigentes desbordados ante una realidad demasiado pesada. Aquí se dijo desde un principio: Argentina venía a esta aventura rusa a desafiar a la lógica. Lo hizo hasta en su vida secreta. Así terminó.

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