La Copa Jules Rimet

Óscar González
Moscú, EFE
Si hay una intriga apasionante, un misterio sin resolver en la historia de la Copa del Mundo ése es el destino final de la Copa Jules Rimet, el trofeo que levantaron desde 1930 a 1970 los ganadores del Mundial.


La historia de la Copa Jules Rimet es un relato apasionante que incluye a nazis, perros, ladrones de medio pelo, traficantes de oro y versiones policiales, cuando menos, curiosas.

Su andadura comienza en 1928, cuando una vez aprobada la organización de la primera Copa del Mundo, el presidente de la FIFA, Jules Rimet, le encarga a un orfebre amigo, Abel Lafleur, la creación de un trofeo acorde con la magnitud del evento.

Lafleur recibe 50.000 francos y esculpe un trofeo de plata bañado en oro de 14 quilates, sobre una base de lapislázuli. Con 35 cms. de altura y 3'8 kilos de peso, representaba a Niké, la diosa de la victoria.

La copa viaja bajo el brazo de Rimet en barco hasta Montevideo, donde lo alzará por primera vez el capitán uruguayo José Nasazzi, tras la victoria celeste sobre Argentina en la final (4-2).

Italia será el siguiente destino del trofeo hasta 1950. Primero por la conquista azzurra de los mundiales de 1934 y 38. Después, porque el estallido de la Segunda Guerra Mundial provoca la suspensión de los Mundiales de 1942 y 1946.

El relato entra en el terreno de la leyenda desde ese momento y sitúa el trofeo en una caja de zapatos bajo la cama de Ottorino Barassi, quien sería presidente de la Federación Italiana y vicepresidente de la FIFA, que lo saca de un banco de Roma en 1941 y se lo lleva a su casa, tras comprobar que es objeto de deseo de los nazis.

Superada la Guerra Mundial, el Congreso de la FIFA celebrado en Luxemburgo adopta en 1946 dos decisiones; el Campeonato del mundo se volverá a jugar en 1950, en Brasil, y el torneo pasa a llamarse Copa Jules Rimet, en honor a su impulsor.

Sobre el terreno de juego del Maracaná, casi a escondidas, Rimet entregará el trofeo al uruguayo Obdulio Varela, una vez cancelada una ceremonia que sólo había previsto a los brasileños como campeones.

De Uruguay pasará a Alemania, campeona gracias al "Milagro de Berna" y, cuatro años después, vuelven las incógnitas. De acuerdo al libro de los periodistas británicos Jim Lynch y Joe Coyle, el estudio de las fotografías de la época permite deducir que el trofeo que levanta en 1958, en Suecia, el capitán brasileño Hilderaldo Bellini, es 5 centímetros más alto y muestra una evidencia; la base es octogonal y no cuadrada.

El misterio de la base fue resuelto. Tras comprobar que comenzaba a haber problemas de espacio para inscribir los nombres de los campeones en la base cuadrada (Uruguay 1930 y 50, Italia 1934 y 38), se sustituyó la original por otra octogonal.

La FIFA anunció en enero de 2015 que, había encontrado en los sótanos de su sede la base cuadrada original y ahora la expone en su museo, pero ¿sólo se sustituyó la base?.

El siguiente capítulo de las enigmáticas andanzas de este trofeo se escribe en 1966, en Inglaterra, cuando es robado cuatro meses antes del comienzo de la Copa del Mundo.

Expuesto en el Westminster Central Hall, como principal atractivo para realzar una exposición de sellos, su sustracción y posterior recuperación es el guión de una película que bien podría firmar el británico Guy Ritchie (Snatch: cerdos y diamantes).

La sala era propiedad de la iglesia metodista, que aquel domingo 20 de marzo celebraba sus oficios. Esto motivó que también se relajase la seguridad. El guardia que estaba encargado de su custodia directa tenía el día libre, otros cuatro que debían permanecer en la sala estaban tomando café y tan sólo quedaba allí un policía de 70 años, quien alertó del robo.

Tres días después, con todo Scotland Yard buscando pistas, la Federación inglesa recibió una llamada pidiendo 15.000 libras por el trofeo. Fue un fiasco, se trataba de un impostor, un ladrón de poca monta, Edward Betchley, que se convirtió en el único detenido, pese a asegurar que tan sólo era un intermediario.

En pleno drama nacional, un perro llamado "Pickles" (pepinillos) encontró la copa una semana después, envuelta en papel de periódico y semioculta en un jardín. "Pickles" se convirtió en un héroe y el capitán inglés Bobby Moore pudo alzarla tras imponerse a Alemania en la final.

Pero esta "película" también tuvo su epílogo: el presidente de la Federación Inglesa, Joe Mears, murió dos semanas antes de que comenzase la Copa del Mundo -por una angina de pecho provocada por la tensión-, el supuesto ladrón Edward Betchley, falleció por un enfisema pulmonar tres años después -al año de salir de prisión-, y "Pickles" apareció en 1967 ahorcado con su propia correa en el jardín de su dueño, al parecer tras engancharse con un árbol cuando perseguía a un gato.

El siguiente episodio de la azarosa vida de la Copa Jules Rimet se produce en 1983, en Río de Janeiro.

La Confederación Brasileña tiene el trofeo en propiedad desde 1970, cuando conquista su tercer Mundial, y un gerente de una entidad bancaria con la que trabaja la CBF, Sergio Pereyra, sabe cómo sustraerlo. En un bar de Santo Cristo, contacta con dos maleantes, José Luis "Bigote" Viera y Francisco "Barba" Rocha, quienes llevan a cabo el robo, aprovechando la exposición de la copa en la sede federativa. Estos lo llevan al taller del argentino Juan Carlos Hernández, quien tiene un negocio de compraventa de oro de dudosa procedencia.

Hernández, supuestamente, funde la Copa para venderla en lingotes, según confiesa tras ser apresado.

Años después, sin embargo, cambiará su versión y asegurará que el robo se produjo por encargo de un coleccionista italiano, que habría pagado 100.000 dólares. La policía brasileña no dará credibilidad a su historia y cerrará el caso.

No es el final del camino. El trofeo de la Victoria alada volverá a dar de qué hablar cuando en 1995 fallezca George Byrd, el joyero al que la federación inglesa había encargado una réplica tras producirse el robo en 1966.

La reproducción, en bronce con un baño de oro, fue subastada por Sotheby's por la familia del joyero bajo la denominación: "Copia de la Copa Jules Rimet". Sorprendentemente, un comprador anónimo la adquirió por 254.000 libras, un precio desorbitado.

La FIFA admitirá después que la compró ante la sospecha de que fuese la auténtica, puesto que tras entregársela a Bobby Moore en la ceremonia de premiación del Mundial de 1996, la original se había cambiado por la réplica durante los festejos en Londres.

Pese a que según la versión oficial, la copa fue fundida y desapareció para siempre, la búsqueda del trofeo creado por Abel Lafleur se ha convertido en la de un santo grial futbolístico, porque aún hay gente que se pregunta; ¿Qué fue de la Copa Jules Rimet?

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