El momento que jamás se olvida
Las finales se sueñan de una manera y luego lo que no controlas las lleva por otro camino
Andrés Iniesta
El País
No se me olvidará en la vida la intensidad ni tampoco la impaciencia con la que se vive la final de un Mundial. La Copa del Mundo es una competición de momentos y cuando llega el último partido solo deseas que empiece, que corra la pelota, la única manera de que se te pasen los nervios, la tensión. Aunque cada uno lo vivirá a su manera, el juego te permite liberarte, incluso cuando el contexto es superlativo, diferente de cualquier otro, como pasa solo en el Mundial. Tienes la sensación de cumplir un sueño al que le falta el punto final; yo me sentí en plena forma antes de marcar el gol que nos dio el título en 2010. Tenía una fuerza interior tremenda, sabía que íbamos a ganar, una emoción que no sé si explica lo que hice antes del pitido inicial, como mandar que pintaran la dedicatoria a Jarque. La emoción es máxima e intentas recogerte, concentrarte para después activarte. Ahora, con el tiempo, lo vives con plenitud porque sabes que el relato acaba muy bien: ¡La selección española, campeona del Mundo!
También estaba convencido de que podíamos hacer un gran papel en Moscú. Teníamos muchas expectativas puestas, una gran selección, buenos jugadores, pero desde el inicio todo costó mucho, mucho, y nuestro equipo cree en la necesidad de jugar bien para que te salgan las cosas. Fue una pena porque cuando estás fuera de la Copa, te queda mucho tiempo para pensar, le das muchas vueltas a las cosas y te das cuenta de que esta era una oportunidad única y que por una cosa u otra pues ha pasado y ya no volverá. Así que me queda un sabor agridulce. Tienes el consuelo de haberlo intentado todo, de haber hecho lo posible, sin nada que reprocharte, aunque siempre permanece la decepción general, la de la gente, la del momento perdido, la de una posible final no alcanzada e imaginada en Moscú.
Las finales a veces uno las sueña de una manera y luego las circunstancias o las decisiones o, como digo, los momentos, lo que no controlas, las lleva por otro camino. Ahora sería muy injusto, con todos y conmigo mismo, si solamente me quedara con el último partido jugado hace pocos días contra Rusia: el no ser titular, los penaltis, la eliminación; hay que analizar la trayectoria. Y yo he tenido la suerte de defender muchos años la camiseta de España, la de mi país, representar a muchísima gente, y me llevo todo eso; haber vivido cosas únicas que el tiempo demuestra que son muy difíciles de conseguir.
No queda más remedio que ver la nueva final desde la distancia, a pesar de que duela no estar dentro, en el día a día del torneo. Pero tengo el deseo de que ojalá pronto podamos volver a estar en lo más alto como selección. Lo más importante es reencontrar la ruta adecuada, intentarlo otra vez, y estoy convencido de que con Luis Enrique el equipo va a tener un papel importante. Le deseo toda la suerte del mundo para que se vuelva a dar lo mejor para nuestra selección.
Habrá que mirar mientras la final que disputarán Francia y Croacia. No sé cuál es el favorito, y no lo digo por quedar bien. Puede pasar cualquier cosa. Los dos mejores equipos estarán ahí en Moscú, cada uno con sus características; ambos son sólidos, con gente importante y con jugadores en su mejor edad para poder competir al máximo nivel. A ver si se da una final disputada y podemos disfrutarla. No la viviré con la misma intensidad ni impaciencia que si estuviera en el campo, pero pensaré en lo difícil que resulta alcanzarla y lo felices que serán todos sus protagonistas.
Para mí, aquella final de Johannesburgo, me supuso un chute de adrenalina que todavía me dura.
Andrés Iniesta
El País
No se me olvidará en la vida la intensidad ni tampoco la impaciencia con la que se vive la final de un Mundial. La Copa del Mundo es una competición de momentos y cuando llega el último partido solo deseas que empiece, que corra la pelota, la única manera de que se te pasen los nervios, la tensión. Aunque cada uno lo vivirá a su manera, el juego te permite liberarte, incluso cuando el contexto es superlativo, diferente de cualquier otro, como pasa solo en el Mundial. Tienes la sensación de cumplir un sueño al que le falta el punto final; yo me sentí en plena forma antes de marcar el gol que nos dio el título en 2010. Tenía una fuerza interior tremenda, sabía que íbamos a ganar, una emoción que no sé si explica lo que hice antes del pitido inicial, como mandar que pintaran la dedicatoria a Jarque. La emoción es máxima e intentas recogerte, concentrarte para después activarte. Ahora, con el tiempo, lo vives con plenitud porque sabes que el relato acaba muy bien: ¡La selección española, campeona del Mundo!
También estaba convencido de que podíamos hacer un gran papel en Moscú. Teníamos muchas expectativas puestas, una gran selección, buenos jugadores, pero desde el inicio todo costó mucho, mucho, y nuestro equipo cree en la necesidad de jugar bien para que te salgan las cosas. Fue una pena porque cuando estás fuera de la Copa, te queda mucho tiempo para pensar, le das muchas vueltas a las cosas y te das cuenta de que esta era una oportunidad única y que por una cosa u otra pues ha pasado y ya no volverá. Así que me queda un sabor agridulce. Tienes el consuelo de haberlo intentado todo, de haber hecho lo posible, sin nada que reprocharte, aunque siempre permanece la decepción general, la de la gente, la del momento perdido, la de una posible final no alcanzada e imaginada en Moscú.
Las finales a veces uno las sueña de una manera y luego las circunstancias o las decisiones o, como digo, los momentos, lo que no controlas, las lleva por otro camino. Ahora sería muy injusto, con todos y conmigo mismo, si solamente me quedara con el último partido jugado hace pocos días contra Rusia: el no ser titular, los penaltis, la eliminación; hay que analizar la trayectoria. Y yo he tenido la suerte de defender muchos años la camiseta de España, la de mi país, representar a muchísima gente, y me llevo todo eso; haber vivido cosas únicas que el tiempo demuestra que son muy difíciles de conseguir.
No queda más remedio que ver la nueva final desde la distancia, a pesar de que duela no estar dentro, en el día a día del torneo. Pero tengo el deseo de que ojalá pronto podamos volver a estar en lo más alto como selección. Lo más importante es reencontrar la ruta adecuada, intentarlo otra vez, y estoy convencido de que con Luis Enrique el equipo va a tener un papel importante. Le deseo toda la suerte del mundo para que se vuelva a dar lo mejor para nuestra selección.
Habrá que mirar mientras la final que disputarán Francia y Croacia. No sé cuál es el favorito, y no lo digo por quedar bien. Puede pasar cualquier cosa. Los dos mejores equipos estarán ahí en Moscú, cada uno con sus características; ambos son sólidos, con gente importante y con jugadores en su mejor edad para poder competir al máximo nivel. A ver si se da una final disputada y podemos disfrutarla. No la viviré con la misma intensidad ni impaciencia que si estuviera en el campo, pero pensaré en lo difícil que resulta alcanzarla y lo felices que serán todos sus protagonistas.
Para mí, aquella final de Johannesburgo, me supuso un chute de adrenalina que todavía me dura.