Chadli engrandece a Bélgica
Un gol del internacional belga en el 94' culmina la remontada de los 'diablos rojos'. Se adelantó Japón con un 0-2 y Bélgica, en 25 minutos, le dio la vuelta al partido.
Javier Sillés
As
Al borde del precipicio, ante una Japón estupenda, Bélgica se levantó con una remontada frenética. De perder 0-2 en el 69’ a abrazar el triunfo en un contraataque vertiginoso culminado por Chadli en la última jugada del partido. Parecía que otra vez no se podría despojar del sambenito de la eterna aspirante, pero se rehízo de sus ruinas para dejar en la lona a una selección nipona admirable.
Nunca fue inferior Japón. Salió apasionada, con las líneas adelantadas y arrinconando a Bélgica hacia su propio campo. Kagawa cosió el fútbol por dentro e Inui le secundó por fuera. Practica un estilo dinámico, que compagina asociaciones en corto y en largo que la convierten en una selección difícil de descifrar. Avisó Kagawa nada más comenzar tras un despeje equivocado de Carrasco, aunque su remate pecó de blandura.
La animosidad nipona tendió a los de Roberto Martínez, pero nunca le llegó a importunar del todo. Compensó el inicio Bélgica con la salida más fácil y efectiva. Lukaku como boya y primer generador. El delantero engaña por la extrañeza de sus movimientos. Parece un jugador de técnica reducida, pero su impronta física y entendimiento del juego desmienten sus limitaciones. Tuvo él la mejor ocasión en un centro clínico de Mertens, pero se atropelló en el área pequeña. Los diablos rojos rondaron la portería de Kawashima carentes de elocuencia. Japón, bien atornillada, resistió el envite casi sin rasguño alguno.
En un Mundial que ha puesto en duda la posesión de balón como filosofía victoriosa, Bélgica nunca ha disimulado sus intenciones. Le va la marcha más que a nadie. Ya era así con Wilmots. Roberto Martínez depuró el modelo con la presencia de Meunier y Carrasco como carrileros largos. El plan se le queda corto en ocasiones. Ni con De Bruyne en la medular ha podido rectificar sus deficiencias creativas. En transiciones pocas selecciones aúnan su talento y velocidad, pero palidece en los ataques posicionales.
Llegó la locura
Nadie esperaba una explosión como la que sucedió en la reanudación. En cuatro minutos Japón abrasó a Bélgica. Empezó por Inui y acabó en Inui. El fichaje del Betis, una operación redonda del club verdiblanco, robó en su campo y soltó para Shibasaki. El otro español lanzó en profundidad a Haraguchi, que cruzó ante Courtois previo error de Vertonghen en el corte. No se paró Japón ahí. Kompany rechazó al centro un balón, donde nunca se debe, y Kagawa habilitó con el tacón a Inui. Su disparo fue extraordinario. Entre medias, Hazard bordeó un empate que el palo le negó.
Contra las cuerdas, una situación nueva que afrontar, Bélgica emergió como un cohete. Lo hizo por las bravas. Un acto de fe y una reacción arrolladora. Por el aire encontró su salvación. Roberto Martínez recordó la ventaja en centímetros de su selección (1,85 de estatura media por 1,73 de los nipones) y acudió al rito tradicional de sacar a Fellaini cuando la tormenta arrecia. Donde no le alcanzó el juego le llegó con las cabezas de Vertonghen y Fellaini. Chadli y Lukaku, también por alto, cómo no, probaron a Kawashima.
La temeridad de Japón también cooperó. Los de Nishino no se conformaron con administrar el resultado y se despegaron de su área. No había razón para ello. De punta a punta, sin el mediocampo como zona de paso, la liturgia del partido enloqueció. Japón no se conformó con la prórroga y esa fue su perdición. Honda hizo volar a Courtois en el descuento, obligado a despejar a córner. El saque de esquina japonés degeneró en una contra de manual de Bélgica. De Bruyne afiló, Lukaku amagó y Chadli embocó. Un final grandioso para un partido único. Bélgica escapó de un escenario crítico cuando otros no hubiesen creído. Ansía este Mundial como nadie y ese es un valor incalculable. Brasil lo debe saber.
Javier Sillés
As
Al borde del precipicio, ante una Japón estupenda, Bélgica se levantó con una remontada frenética. De perder 0-2 en el 69’ a abrazar el triunfo en un contraataque vertiginoso culminado por Chadli en la última jugada del partido. Parecía que otra vez no se podría despojar del sambenito de la eterna aspirante, pero se rehízo de sus ruinas para dejar en la lona a una selección nipona admirable.
Nunca fue inferior Japón. Salió apasionada, con las líneas adelantadas y arrinconando a Bélgica hacia su propio campo. Kagawa cosió el fútbol por dentro e Inui le secundó por fuera. Practica un estilo dinámico, que compagina asociaciones en corto y en largo que la convierten en una selección difícil de descifrar. Avisó Kagawa nada más comenzar tras un despeje equivocado de Carrasco, aunque su remate pecó de blandura.
La animosidad nipona tendió a los de Roberto Martínez, pero nunca le llegó a importunar del todo. Compensó el inicio Bélgica con la salida más fácil y efectiva. Lukaku como boya y primer generador. El delantero engaña por la extrañeza de sus movimientos. Parece un jugador de técnica reducida, pero su impronta física y entendimiento del juego desmienten sus limitaciones. Tuvo él la mejor ocasión en un centro clínico de Mertens, pero se atropelló en el área pequeña. Los diablos rojos rondaron la portería de Kawashima carentes de elocuencia. Japón, bien atornillada, resistió el envite casi sin rasguño alguno.
En un Mundial que ha puesto en duda la posesión de balón como filosofía victoriosa, Bélgica nunca ha disimulado sus intenciones. Le va la marcha más que a nadie. Ya era así con Wilmots. Roberto Martínez depuró el modelo con la presencia de Meunier y Carrasco como carrileros largos. El plan se le queda corto en ocasiones. Ni con De Bruyne en la medular ha podido rectificar sus deficiencias creativas. En transiciones pocas selecciones aúnan su talento y velocidad, pero palidece en los ataques posicionales.
Llegó la locura
Nadie esperaba una explosión como la que sucedió en la reanudación. En cuatro minutos Japón abrasó a Bélgica. Empezó por Inui y acabó en Inui. El fichaje del Betis, una operación redonda del club verdiblanco, robó en su campo y soltó para Shibasaki. El otro español lanzó en profundidad a Haraguchi, que cruzó ante Courtois previo error de Vertonghen en el corte. No se paró Japón ahí. Kompany rechazó al centro un balón, donde nunca se debe, y Kagawa habilitó con el tacón a Inui. Su disparo fue extraordinario. Entre medias, Hazard bordeó un empate que el palo le negó.
Contra las cuerdas, una situación nueva que afrontar, Bélgica emergió como un cohete. Lo hizo por las bravas. Un acto de fe y una reacción arrolladora. Por el aire encontró su salvación. Roberto Martínez recordó la ventaja en centímetros de su selección (1,85 de estatura media por 1,73 de los nipones) y acudió al rito tradicional de sacar a Fellaini cuando la tormenta arrecia. Donde no le alcanzó el juego le llegó con las cabezas de Vertonghen y Fellaini. Chadli y Lukaku, también por alto, cómo no, probaron a Kawashima.
La temeridad de Japón también cooperó. Los de Nishino no se conformaron con administrar el resultado y se despegaron de su área. No había razón para ello. De punta a punta, sin el mediocampo como zona de paso, la liturgia del partido enloqueció. Japón no se conformó con la prórroga y esa fue su perdición. Honda hizo volar a Courtois en el descuento, obligado a despejar a córner. El saque de esquina japonés degeneró en una contra de manual de Bélgica. De Bruyne afiló, Lukaku amagó y Chadli embocó. Un final grandioso para un partido único. Bélgica escapó de un escenario crítico cuando otros no hubiesen creído. Ansía este Mundial como nadie y ese es un valor incalculable. Brasil lo debe saber.