Shaqiri tensa el Serbia-Suiza por sus orígenes kosovares

Los plavi consideran una provocación sus constantes guiños hacia esta independizada región serbia. La Federación ha pedido calma a sus hinchas.

J.Martín
As
Serbia es un país de fina piel. El corazón de la antigua Yugoslavia todavía digiere con dificultad la desmembración de aquella nación y más aún de la suya propia. En 2008 Kosovo, epicentro de su génesis como pueblo, se independizó. Diez años después el asunto sigue siendo capital para la ciudadanía serbia, de tradicional pasión nacionalista. Su sensibilidad es alta. Apenas un estímulo, por pequeño que sea, puede sacudir todo el territorio. Basta una foto, por ejemplo. Como la que el delantero Shaqiri colgó en su perfil de Instagram hace cosa de un mes, el 23 de mayo.


El internacional suizo, máxima estrella del rival al que mañana (20:00) se enfrentarán los plavi, mostró en aquella imagen el talón de sus botas. Revestidas en piel blanca, la izquierda lucía una gigantesca bandera de Suiza. La derecha, otra de igual tamaño, pero de Kosovo, la región en la que nació. Claro que cuando lo hizo, allá por 1991, aquello era Serbia. Siendo precisos, Yugoslavia.

Shaquiri siempre se ha sentido kosovar, no serbio. Vivió en Albania antes de instalarse con sus padres en Suiza, en Augst, dónde logró la nacionalidad que le permite hoy competir con los centroeuropeos. El futbolista del Stoke City porta el emblema helvético con orgullo, pero en su corazón comparte el mismo espacio, sino más, con su sentimiento kosovar. Lo espolea cuando puede. Como en la foto de la polémica.
Una previa caliente

La instantánea tuvo más de 9.000 comentarios, muchos de ellos de serbios indignados. La entendían como una provocación. Por entonces ya se sabía que Serbia jugaría contra Suiza en el Mundial. Los balcánicos interpretaron esta foto como una forma de calentar el ambiente a un mes de que los dos combinados se vieran las caras.

El tiempo ha pasado y la tensión, lejos de difuminarse, sigue latente. Un asunto que no tiene que ver sólo con Shaqiri. Hay otros. Xhaka, Behrami, Dzemaili, todos internacionales suizos, son de procedencia albano-kosovar y muestran con frecuencia su simpatía hacia esta independizada región serbia.

“Como ha dicho Mitrovic [delantero de Serbia], si tan patriotas son, que jueguen con esos países y no con Suiza”, comentó hace poco en una rueda de prensa Milivojevic, defensa de los plavi. Ayer sus compañeros Tosic y Tadic rebajaron el tono. “Se habla mucho, pero no entraremos en esas cosas. Nos fijamos en nosotros”, insistía el primero. “Lo que hagan ellos es su problema. Nosotros vamos a centrarnos en el fútbol”, afirmó el segundo.

Serbia pide calma

Mientras, por si acaso, la Federación Serbia de Fútbol (FSS) ha emitido un comunicado en el que ruega a los hinchas serbios que acudan al partido en Kaliningrado que no hagan caso a provocaciones. También les piden que no sean ellos las que las alienten.

“Debemos estar todos unidos como nuestros jugadores en el campo. No respondamos a posibles provocaciones. Mostremos al mundo que somos personas que no abusamos del fútbol para fines políticos o de otro tipo. ¡Por Serbia y para Serbia! ¡A por el éxito que todos perseguimos! ¡Os esperamos en Kaliningrado!”, reza el texto en el que se solicita que las únicas pancartas que entren sean de apoyo a Serbia. Nada de mensajes sobre Kosovo o Albania, país implicado en la independencia de Kosovo por vínculos étnicos con buena parte de la población kosovar.
El fantasma del dron albanés

Precisamente el fantasma de Albania planea sobre los temores de la FSS. En 15 de octubre de 2014, en la fase de clasificación para la Eurocopa, Serbia y Albania se midieron en Marakana, el estadio del Estrella Roja. En pleno corazón de Belgrado, y entre fortísimas medidas de seguridad, un dron se coló en el centro del estadio a poco de comenzar el partido.

Llevaba una bandera que reclamaba la Gran Albania, un sueño de los nacionalistas albaneses que incluye construir una gran nación con parte del territorio serbio. Precisamente Mitrovic, el delantero que reclamaba a los suizos que jugaran con sus países de procedencia, arrancó el emblema del aparato volador. Tras aquello, se montó una buena.

Los altercados que se produjeron en la grada y el césped le costaron caro a Serbia, que se vio fuera de la Euro por la pérdida de puntos que le infligió UEFA y la inestabilidad de aquel asunto. Albania, finalmente, sí logró el pase a la fase final.

“No sucederá lo que en ese partido de Belgrado cuando muchos éramos muy ingenuos. Todos sabemos cuál es la importancia de este partido, somos conscientes de ello y no permitiremos ninguna provocación. Lo que hagan es su problema”, zanjó Tadic ayer. El tiempo dirá si la herida está cerrada o si, como la que recorre toda Serbia tras la independencia de Kosovo, aún permanece fresca.

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