La última barrera de Silva

Roberto Morales
Krasnodar, EFE
La suerte le es esquiva a David Silva en los Mundiales. En Rusia disputa su tercero y último. Tan indiscutible como falto de influencia en el juego, alejado del prota
gonismo que tuvo en la etapa de Julen Lopetegui y sintiendo su figura cuestionada en una nueva gran cita.


Ya lo vivió en su primer Mundial en el 2010. La derrota del estreno ante Suiza le costó el puesto a Silva. Había sido titular con Vicente del Bosque y duró 61 minutos en el terreno de juego hasta que dejó su sitio a Jesús Navas. No volvió a aparecer hasta las semifinales, entrando los últimos cuatro minutos frente a Alemania en una cita en la que se instaló en la intrascendencia.

De siete partidos participaba en dos y, pese al título, una espina quedaba clavada que aún no ha conseguido sacarse Silva. Cuatro años después su peso en el grupo había crecido y en Brasil 2014 de nuevo el primer partido lo dejó marcado. Ganaba España 1-0 a Holanda y en las botas de Silva estuvo la opción de un segundo tanto que podía haber cambiado la triste defensa de la corona. Falló y la Roja cayó con estrépito, golpeada en una remontada feroz de la que ya no se levantó.

Al jugador isleño esta vez no le costó caro el error. Del Bosque le mantuvo como titular y le dio los 90 minutos frente a Chile. No hubo reacción. Un nuevo disgusto para Silva en un Mundial, que despedía con apenas siete minutos ante Australia.

Lejos del foco de los Mundiales la figura de Silva ha marcado el caminar de la selección española en los últimos años. Cuarto máximo goleador de su historia con 35 goles, de la etapa de Lopetegui con once, el jugador más utilizado por el técnico cuya despedida marcaba el estreno en Rusia. David ha sido igual de intocable para Fernando Hierro pero sus números de los tres partidos, siempre titular y completando un 92% del torneo (269 minutos), le señalan como uno de los candidatos al banquillo en octavos de final.

Su brillantez se ha evaporado entre movimientos en los últimos metros que no generaron peligro con balón, algo reservado tan solo a Isco e Iniesta. Silva ha corrido en vano 29.63 kilómetros en los partidos del grupo porque nunca se acercó al gol -un solo disparo a puerta y de falta- ni conectó con los jugadores de ataque -153 pases buenos de 174 intentos y ninguno dentro del área-, perdiendo su chispa en los últimos metros donde solo intentó un regate sin éxito y una única entrada a área rival con conducción de balón.

A sus 32 años es el último Mundial de Silva. La última oportunidad de sacarse la mayor espina de su carrera, repleta de éxitos y como figura respetado en Inglaterra tras convertirse en un referente durante años en el Manchester City. Con Pep Guardiola dio el paso al frente que le hacía falta hacia el gol. Le inventó una posición con mayor libertad en labores defensivas y de elección en la faceta ofensiva para dañar las defensas rivales.

El año más difícil de su vida, por las dificultades pasadas con su pareja por el nacimiento de su hijo Mateo con tan solo seis meses de gestación, han hecho a madurar a Silva que encara con mayor perspectiva otro momento de crítica en la selección. Su brillantez en las Eurocopas conquistadas, pieza clave de Luis Aragonés en el 2008 marcando precisamente a Rusia en semifinales, y para Del Bosque en 2012 con el gol que abrió el camino a la goleada a Italia en la final de Kiev, la quiere trasladar a un Mundial y derribar su última barrera. Es la asignatura pendiente de Silva.

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