La UE acelera las ayudas a África para rebajar la tensión migratoria

Volcarse en la ayuda exterior para evitar que migrantes y refugiados lleguen a las costas europeas ha sido la principal receta aplicada desde la crisis de 2015

Lucía Abellán
Corresponsal en Bruselas
Bruselas, El País
Europa asume los primeros compromisos derivados de la minicumbre migratoria del pasado domingo. Los líderes de la UE acelerarán la financiación de los dos grandes instrumentos europeos para evitar que lleguen migrantes y refugiados a suelo comunitario. Se trata de la herramienta destinada a los asilados sirios en Turquía (los Estados aportarán 1.000 millones de euros) y del fondo fiduciario para África (se duplicarán con creces las aportaciones nacionales, con 500 millones más). El acuerdo —sin las cifras— figura en el borrador de conclusiones de la cumbre europea que comienza este jueves en Bruselas.




El dinero es, paradójicamente, el elemento más fácil de consensuar en el crispado debate migratorio. Y duplicar los desembolsos para África ha resultado la mejor manera de rebajar tensiones. El encuentro informal que reunió hace tres días a 16 mandatarios de la UE logró, al menos, apaciguar los ánimos entre los líderes. Pero además emergió este doble compromiso financiero, que pretende aliviar a la vez a Alemania, receptora de la mayor parte de los demandantes de asilo que accedieron a Europa desde Turquía, y a Italia, más afectada por los movimientos desde África.

Ese objetivo, condensado en una escueta frase, figura en el texto que refrendarán los jefes de Estado y de Gobierno durante la cumbre de dos días que empieza este jueves en Bruselas. Aunque el arreglo se pactó en ese grupo reducido de 16 Estados, el compromiso que preparan los Veintiocho “celebra el acuerdo alcanzado”. No se esperan objeciones de los ausentes, en particular del bloque del Este. Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia rechazan la acogida de refugiados, pero ven con buenos ojos aportar más fondos para frenar las llegadas irregulares.

Volcarse en la ayuda exterior para evitar que migrantes y refugiados lleguen a las costas europeas ha sido la principal receta aplicada desde la aguda crisis de 2015. En principio, todo el foco se puso en Turquía, principal punto de partida de demandantes de asilo, que recibió 3.000 millones de euros de la UE para atender a los 3,5 millones de refugiados que alberga en su territorio. Esa partida, una de las principales condiciones del acuerdo que firmaron los socios comunitarios con el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan en 2016, debía tener continuidad en 2018, con otros 3.000 millones.

Casi al mismo tiempo, Bruselas puso en marcha un fondo fiduciario para África, destinado a incidir en las causas de las migraciones (falta de empleo, cambio climático…). El presupuesto comunitario aportó 1.800 millones de euros iniciales, a la espera de que los Estados igualaran esa cantidad. Hasta el momento las contribuciones nacionales suman 419 millones (esencialmente de Alemania e Italia) y Bruselas reclama otros 1.200 millones para hacer frente a esas necesidades (la Comisión ha puesto casi 3.000 millones). Molesta con la mayor predisposición a contribuir a Turquía que a África, Italia ha obstaculizado la aprobación del fondo turco, en el que la Comisión aporta dos tercios y los países el tercio restante.

Tras la charla del domingo, el Consejo, que representa a los Estados, deberá poner fecha concreta para aportar esos 1.000 millones de euros nacionales al instrumento turco y un mínimo de 500 para el fondo africano, según explican fuentes comunitarias. Algún país del norte ya ha comprometido un desembolso, aunque las cifras concretas solo llegarán tras la cumbre que concluye este viernes. La ambición demostrada en la parte africana sigue siendo, pese a todo, inferior. Algunos Estados alegan reservas respecto al funcionamiento de ese fondo fiduciario, más pensado para aliviar las causas de las migraciones que para solventar crisis urgentes (no permite, por ejemplo, comprar material para los guardacostas libios que patrullan las zonas de donde salen los migrantes).

Está por ver que este pacto parcial allane el camino a un entendimiento europeo en migración. Un alto funcionario europeo implicado en las discusiones lo considera “un gran avance”. Supone, como mínimo, un primer paso tras varias semanas de desencuentros. Los choques políticos coinciden en el momento de menor presión de llegadas desde la crisis desatada en 2015. Desde octubre de ese año, el mes más crítico, han descendido un 95%, según datos de Frontex, la agencia europea de fronteras.
Ayuda a Marruecos

Pese a esa mejora global, los cruces de fronteras hacia Grecia y España crecen en lo que va de año. Conscientes de que es importante cuidar la llamada ruta del Mediterráneo occidental, que desemboca en España, los representantes de los países miembros abogan también por mejorar la atención a Marruecos. En los cinco primeros meses del año se detectaron 8.200 entradas irregulares, un 59% más que en el mismo periodo de 2017. La tendencia no ha mejorado en junio.

Con esa realidad como trasfondo, el texto de conclusiones alude a Marruecos —el punto de origen de casi todas las llegadas actuales a España— para que constara la necesidad de dar “apoyo financiero, o de otro tipo” a los esfuerzos “para prevenir la migración ilegal”. España defendía este reconocimiento a Marruecos y es partidaria de escuchar más las necesidades de este país para contener los flujos hacia Europa.

La gran incógnita de todo este engranaje es saber qué obtiene Alemania, cuya situación política pende de un hilo por la subida de tono del debate migratorio. El ministro del Interior y socio bávaro de la coalición de Gobierno germana, Horst Seehofer, amenazó con cerrar unilateralmente las fronteras a los demandantes de asilo que hubieran presentado su solicitud en otro Estado miembro.

De forma mucho menos explícita que en el caso de los fondos para contener la migración, el texto de conclusiones se refiere a esos movimientos secundarios de refugiados. De entrada, los Estados miembros constatan que esos flujos internos “ponen en peligro la integridad del sistema común de asilo y de Schengen”. Esta es la gran amenaza que blanden los Estados del norte para pedirles a los del sur que controlen las fronteras exteriores: si no se hacen esos chequeos externos, habrá que recurrir a los internos, con consecuencias económicas incalculables para el área de libre circulación.

Para evitarlo, la solución esbozada consiste en suscribir acuerdos bilaterales o multilaterales (por ejemplo entre Alemania, Francia, España y Grecia) para que estos tres países se comprometan a readmitir a todos los demandantes de asilo que hayan pasado antes por sus territorios y que luego hayan recalado en Alemania. Esas soluciones temporales contendrían la marea política hasta que los 28 países europeos sean capaces de pactar un nuevo sistema europeo de asilo, estancado desde 2016.

Entradas populares