La mano de Nigeria y el juramento todavía no se notan en las caras de Argentina

El clima tenso dominó la práctica, a tres días del partido que definirá el futuro del equipo en Rusia 2018.

Enrique Gastañaga
Clarín
Parece que como dijo Javier Mascherano después de la paliza histórica sufrida contra Croacia, la Selección sigue "tragando veneno". Tan fuerte resultó ese golpe que no se digiere ni siquiera con un par de señales positivas posteriores ni tampoco con el correr de los días. Al menos eso dijeron los rostros de los jugadores argentinos en el primer contacto con el periodismo desde la noche oscura del jueves.


No alcanzaron el triunfo de Nigeria contra Islandia, el mejor resultado que podía darse para ir a cerrar el grupo en un escenario no tan negativo. Habrá que ganar, por supuesto. Pero casi seguro no será necesario golear.

Tampoco hasta ahora sirvió para que los semblantes lucieran más distendidos la reunión del viernes a la noche solicitada por los jugadores con las restantes partes en cuestión: Jorge Sampaoli, sus ayudantes Sebastián Beccacece y Lionel Scaloni, más el presidente de la AFA, Claudio Tapia. Una charla para juramentarse todos tirar hacia delante en esta última oportunidad que surge más despejada luego del triunfo nigeriano.

El día después de la derrota, en la primera práctica, no había existido ninguna posibilidad de observar cara a cara a los jugadores. Fueron quince minutos de observación. Fue ese ratito de acceso a los ensayos estipulado por la FIFA.

Llamó la atención la llegada de los jugadores en el carrito de golf que los traslada desde el complejo donde se alojan hasta la última cancha del Bronnitsy Training Centre. Se buscaba alguna sonrisa, algún gesto relajado. Pero nada. Antes de Croacia, varios en esa misma situación arribaban riéndose...

"Son seis minutos. Divertirse. Jugar", les pidió el profe Jorge Desio a todos los jugadores de campo, menos a Gabriel Mercado, Nicolás Otamendi y Lucas Biglia, quienes se habían quedado realizando tareas diferenciadas por diversos problemas físicos que no les impedirán estar a disposición del técnico el martes, en San Petersburgo. Jugaron, pero no parecían divertirse.

Los menos tensos en ese breve lapso parecieron los arqueros, que se entrenaron por separado junto a Martín Tocalli. Ahí, después de uno de los ejercicios, se vio a Wilfredo Caballero, el villano de la caída ante Croacia, chocando palmas con Nahuel Guzmán y sonriendo.

Trata Willy de eludir esa desgracia futbolera, a la que se le sumaron las desagradables réplicas en redes sociales. Busca hacerlo con naturalidad. Y tiene la mejor ayuda: luego del ensayo lo visitaron su esposa y sus dos hijas. Vaya caricia para combatir semejante dolor deportivo. Ellas arribaron al complejo de la Selección al mediodía porque a la tarde debían tomarse un vuelo. Los restantes familiares y amigos empezaron a ingresar a partir de las 17: los de Pavón, Higuaín, Salvio, Di María, Armani, Acuña y Guzmán. Ahí los jugadores sí respiraron un clima más distendido.

Ya hacía un rato que había concluido la práctica. Ya se había ido ese ratito ínfimo entregado a la prensa para observar. Son apenas flashes, pero valen para semblantear.

No hay grises: no les interesa que se sepa que ya se recuperaron o aún sienten el impacto. Así se muestra esta Selección que volvió a elegir otro día de silencio. Hoy hablarán dos jugadores. Se supone que, en un clima tan espeso, dirá algún referente.

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