La CSU lanza un órdago contra Merkel y exige el rechazo de refugiados en la frontera

La fractura del bloque conservador del Gobierno se agrava por la política de refugiados

Ana Carbajosa
Berlín, El País
La Unión Social Cristiana (CSU), el pequeño partido bávaro y conservador del Gobierno alemán, ha puesto este jueves en serios aprietos a la canciller Angela Merkel y ha sumido al Ejecutivo de Berlín en su primera crisis interna con apenas tres meses de vida a sus espaldas. Horst Seehofer, líder de la CSU y ministro de Interior representante del ala más conservadora del Gobierno, lanzó un órdago a la canciller, al exigir que Alemania rechace en sus fronteras a los refugiados que hubieran pedido asilo con anterioridad en otro país de la UE. Merkel se niega en rotundo a una medida potencialmente explosiva para la Unión Europea.


“La migración ilegal es uno de los grandes retos que afronta la UE. Por eso, pienso que no debemos actuar unilateralmente, que debemos coordinarnos con los demás [socios de la Unión]”, ha explicado Merkel tras la reunión.

La CDU, el partido de Merkel, gobierna en la llamada gran coalición con los socialdemócratas, u con su partido hermano bávaro, la CSU, con el que además comparte grupo parlamentario. El desencuentro pone en peligro la frágil estabilidad de un Ejecutivo alumbrado con fórceps a falta de otras alternativas viables. “Nos encontramos en una situación muy seria”, estimó el jefe parlamentario de la CSU, Alexander Dobrindt.

La bronca obligó a suspender el pleno del Bundestag el jueves durante la mayor parte del día y ambos partidos conservadores —la CDU de Merkel y la CSU— se reunieron excepcionalmente por separado con emisarios que corrían de una sala a otra del edificio. Sendas reuniones de urgencia de cuatro horas no lograron ablandar las posiciones ni de Merkel ni de Seehofer, que recibieron sin embargo el respaldo de sus respectivos partidos. La CSU exige una decisión ya, mientras que la canciller quiere ganar tiempo hasta el próximo Consejo Europeo. “No podemos esperar eternamente a Europa. Hay que decidir ahora y rápido”, estimó Markus Söder, el ministro presidente de Baviera. “El turismo de asilo debe terminar”.
Elecciones en Baviera

Hay una batería de motivos que explican la reciente crisis abierta en el Gobierno alemán, incluida la debilidad de la canciller. Angela Merkel ganó las elecciones de septiembre, aunque sin la mayoría suficiente para formar Gobierno, lo que le obligó a formar una coalición frágil, en la que conviven aspiraciones políticas muy diversas. Pero tal vez el motivo más evidente y a la vez más potente pasa directamente por Múnich. El 14 de octubre hay elecciones en Baviera, el feudo de la Unión Social Cristiana y por primera vez en décadas –salvo un breve paréntesis-, la CSU podría perder la mayoría absoluta, si las encuestas aciertan. Y la perdería debido al empuje de Afd y su discurso antiinmigración.

La noche del miércoles al jueves, Merkel y Seehofer ya negociaron hasta altas horas sin alcanzar un entendimiento. Ambos partidos se han dado de plazo hasta el lunes, cuando las ejecutivas de sendas formaciones conservadoras tienen previsto reunirse y cuando Seehofer, en calidad de ministro de Interior, podría incluso optar por poner en marcha las medidas fronterizas al margen de la voluntad de la canciller.

Merkel considera que Berlín no debe adoptar medidas unilaterales en materia de asilo y defiende que una medida que afecta a la libre circulación en la UE debe ser adoptada en Bruselas, en concreto en el próximo Consejo Europeo del 28 de junio. La canciller propone también firmar acuerdos bilaterales con los países con mayor presión migratoria para enviar de vuelta a aquellos solicitantes de asilo que hayan entrado a la UE por otros países. Estaría dispuesta en todo caso a rechazar a aquellos demandantes de asilo cuyo solicitud ya hubiese sido rechazada en Alemania.

La canciller defiende en Bruselas una política de asilo común y el establecimiento de cuotas de refugiados. Alemania ha recibido un número desproporcionado de refugiados respecto al resto de países de la UE —más de millón y medio durante dos años— y aspira a que los socios comunitarios asuman también su parte. Merkel es consciente de que resultaría contradictorio imponer en Alemania medidas unilaterales sin consultar con Bruselas y podría además animar a más socios a hacer lo mismo.

Por eso también, más allá de calendarios y arreglos políticos domésticos, la intensa jornada que este jueves se ha vivido en la sede del Bundestag refleja un dilema que afecta a Alemania, pero también a otros países de Europa como Austria. El florecimiento de formaciones populistas de derechas que viven de explotar las pulsiones xenófobas impacienta a partidos tradicionales como la CSU, que quieren demostrar a los votantes que son capaces de limitar la entrada de migrantes al margen de posibles consensos en europeos. Quieren demostrar que ellos, y no Bruselas, controlan los tiempos y las fronteras nacionales.

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