La caza del inmigrante en Italia
El asesinato de un jornalero africano en Calabria ilustra el clima de tensión que el nuevo ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, ha sabido explotar para el crecimiento de la Liga
Daniel Verdú
San Ferdinando (Calabria), El País
Un reguero de bicicletas atraviesa la nube de polvo y regresa al campamento de San Ferdinando (Calabria) por un camino de tierra. A las tres de la tarde los jornaleros africanos vuelven tras 12 horas en el campo por 25 euros. “Son como bestias”, masculla un policía con una colilla de puro en la boca. Pero Soumayla Sacko, un maliense de 29 años, no regresó el pasado sábado. Su barraca, una precaria estructura de madera al final de un camino de fango con excrementos y bidones de aceite tirados, había ardido y se fue con dos amigos a buscar algo de hojalata para reconstruirla. Iba a llegar a la fábrica abandonada, coger el material y volver. Pero un tipo bajó de un Fiat Panda blanco, sacó una escopeta de perdigones y empezó a dispararles. A Soumayla le voló la cabeza y lo dejó tirado en un charco de sangre. Luego se fue a por Fofana y Drame, que corrieron entre los olivos durante 20 minutos aterrorizados con el escozor de los perdigones en las piernas. Nadie les ayudó.
El asesinato de Soumayla Sacko, relatado a este periódico por los dos supervivientes, ha sacudido Italia y ha inflamado la barracópoli (como llaman al asentamiento). Un polvorín que ya explotó en 2010 con la revuelta de Rosarno cuando el hijo de un capo de la 'Ndrangheta disparó a dos inmigrantes con una escopeta de aire comprimido. Entonces se formaron sindicatos de jornaleros y el mundo miró hacia ese pequeño pueblo calabrés. Ocho años después no ha cambiado nada. Hoy hasta 3.000 personas de 13 nacionalidades viven hacinadas en condiciones inhumanas en lo que iban a ser los terrenos donde florecería una industria atraída por un puerto comercial que convertiría Calabria en la Róterdam del Mediterráneo. Los empresarios de la zona arrasaron los naranjos, urbanizaron 700 hectáreas de suelo agrícola y pusieron el cazo cuando llegaron los 1.200 millones en fondos europeos. Luego se esfumaron. El puerto de Gioia Tauro, inaugurado en 1995, terminó siendo el hub logístico del tráfico de cocaína de la 'Ndrangheta en Europa.
Hoy el campamento, construido con lonas de plástico y pedazos de hojalata como la que le costó la vida a Soumayla, es el lugar donde los agricultores de la zona obtienen la mano de obra que no encuentran entre los italianos. Los capataces aparecen de madrugada y seleccionan a los más fuertes. “Si no fuera por ellos, ya nadie trabajaría el campo”, señalan en privado en los sindicatos. Pero este lugar, en la fértil llanura de Gioia Tauro, también es la herida por la que sangra un conflicto que alimenta la política nacional. Don Roberto, el párroco de la zona conocía muy bien al jornalero asesinado y recuerda que tenía permiso de residencia y los papeles en regla. “Todo esto es fruto de un clima de tensión y división que se ha creado”. Su colega Don Pino va más allá. “La campaña ha generado un hostigamiento inaceptable. Salvini dice que se les 'ha terminado la buena vida'. Pero, ¿de quién habla?”.
Soumayla Sacko fue abatido de un disparo en la cabeza por un agricultor que vigilaba una finca abandonada
El sur es el nuevo campo de batalla político. Especialmente para las dos formaciones que gobiernan el país —Liga y Movimiento 5 Estrellas— que, tarde o temprano, volverán a verse las caras en las urnas y han centrado sus propuestas en este terreno. Y Calabria (1,9 millones de habitantes) es el premio gordo. Uno de cada tres habitantes vive en el umbral de la pobreza y la renta per cápita (16.500 euros), la más baja de Italia, es casi tres veces menor a la de Bolzano (41.100), la provincia más rica. Si uno nace aquí, tiene una expectativa de vida 4 años menor que en el norte. Una tormenta perfecta entre inmigración descontrolada (630.000 en los últimos cuatro años), agricultores y empresarios que braman contra Europa y un crimen organizado que controla con precisión militar la mano de obra africana y el sistema de ayudas para la acogida. “Aquí no hay nadie explotado. Esto es un pacto de solidaridad entre los trabajadores y los empresarios, que no pueden pagarles más que esos 25 euros si tienen que vender las naranjas a 0,3 euros el kilo. La culpa es de Europa y las cuotas”, señala Antonella, miembro de una asociación católica que asiste a inmigrantes. El mantra de la Liga cala en el sur de Italia.
Matteo Salvini, que no ha hablado en toda la semana del asesinato pese a ser el nuevo vicepresidente y ministro del Interior, se presentó por el colegio uninominal de Calabria a las elecciones y hoy es senador por dicha región. 49.797 votos. No hace tanto, sin embargo, su partido se llamaba Liga Norte y gritaba contra el sur de Italia. Pero la metamorfosis en un artefacto político nacional y lepenista funcionó tan bien que volvió tras las elecciones a Rosarno, un Ayuntamiento disuelto dos veces por infiltración mafiosa, para dar las gracias. Aquel día dos miembros el clan Bellocco de la 'Ndrangheta, según contó Repubblica, se sentaron en la primera fila para aplaudir. Aquí votaron a la Liga en 2013 el 0,07%. Cinco años después ya son el 13,82%.
Soumayla encontró en este pedazo de Europa su tumba después de cruzar media África y el Mediterráneo. Trabajó en los campos de naranjos, se partió el lomo recogiendo cebollas. Se unió al sindicato de jornaleros y peleó por los derechos de otros trabajadores. Los 25 euros al día, explican los dos amigos que sobrevivieron, no daban ni para mandar algo a su mujer y a su hija a Malí. Pero él y todos los que llegan son un negocio redondo. Además de la mano de obra reventada, las ayudas que el Gobierno destina a la acogida (35 euros día por adulto, 45 por menor) se han convertido en una manera de sortear la quiebra de determinados negocios.
Es fruto del clima de división creado en la campaña electoral”, denuncia el cura de la zona
Fofana y Drame no han vuelto al campo, donde sus compañeros buscan acomodo a la familia de Soumayla, recién llegada de Malí para encargarse del cadáver. Ellos no fían de nadie y esperan noticias en un centro social de un pueblo cercano a San Calogero, donde mataron a su amigo. Un agricultor emparentado con un clan de la 'Ndrangheta fue detenido el jueves acusado del crimen. Él lo niega todo, pero estaba a punto de fugarse a casa de unos familiares en el norte de Italia. Ahora deberán señalarlo en el juicio. Drame cree que su largo viaje no ha valido la pena. “Pensaba que esto era un país de ley. Creía que estas cosas solo sucedían en Libia, donde nos trataron como a animales”.
Daniel Verdú
San Ferdinando (Calabria), El País
Un reguero de bicicletas atraviesa la nube de polvo y regresa al campamento de San Ferdinando (Calabria) por un camino de tierra. A las tres de la tarde los jornaleros africanos vuelven tras 12 horas en el campo por 25 euros. “Son como bestias”, masculla un policía con una colilla de puro en la boca. Pero Soumayla Sacko, un maliense de 29 años, no regresó el pasado sábado. Su barraca, una precaria estructura de madera al final de un camino de fango con excrementos y bidones de aceite tirados, había ardido y se fue con dos amigos a buscar algo de hojalata para reconstruirla. Iba a llegar a la fábrica abandonada, coger el material y volver. Pero un tipo bajó de un Fiat Panda blanco, sacó una escopeta de perdigones y empezó a dispararles. A Soumayla le voló la cabeza y lo dejó tirado en un charco de sangre. Luego se fue a por Fofana y Drame, que corrieron entre los olivos durante 20 minutos aterrorizados con el escozor de los perdigones en las piernas. Nadie les ayudó.
El asesinato de Soumayla Sacko, relatado a este periódico por los dos supervivientes, ha sacudido Italia y ha inflamado la barracópoli (como llaman al asentamiento). Un polvorín que ya explotó en 2010 con la revuelta de Rosarno cuando el hijo de un capo de la 'Ndrangheta disparó a dos inmigrantes con una escopeta de aire comprimido. Entonces se formaron sindicatos de jornaleros y el mundo miró hacia ese pequeño pueblo calabrés. Ocho años después no ha cambiado nada. Hoy hasta 3.000 personas de 13 nacionalidades viven hacinadas en condiciones inhumanas en lo que iban a ser los terrenos donde florecería una industria atraída por un puerto comercial que convertiría Calabria en la Róterdam del Mediterráneo. Los empresarios de la zona arrasaron los naranjos, urbanizaron 700 hectáreas de suelo agrícola y pusieron el cazo cuando llegaron los 1.200 millones en fondos europeos. Luego se esfumaron. El puerto de Gioia Tauro, inaugurado en 1995, terminó siendo el hub logístico del tráfico de cocaína de la 'Ndrangheta en Europa.
Hoy el campamento, construido con lonas de plástico y pedazos de hojalata como la que le costó la vida a Soumayla, es el lugar donde los agricultores de la zona obtienen la mano de obra que no encuentran entre los italianos. Los capataces aparecen de madrugada y seleccionan a los más fuertes. “Si no fuera por ellos, ya nadie trabajaría el campo”, señalan en privado en los sindicatos. Pero este lugar, en la fértil llanura de Gioia Tauro, también es la herida por la que sangra un conflicto que alimenta la política nacional. Don Roberto, el párroco de la zona conocía muy bien al jornalero asesinado y recuerda que tenía permiso de residencia y los papeles en regla. “Todo esto es fruto de un clima de tensión y división que se ha creado”. Su colega Don Pino va más allá. “La campaña ha generado un hostigamiento inaceptable. Salvini dice que se les 'ha terminado la buena vida'. Pero, ¿de quién habla?”.
Soumayla Sacko fue abatido de un disparo en la cabeza por un agricultor que vigilaba una finca abandonada
El sur es el nuevo campo de batalla político. Especialmente para las dos formaciones que gobiernan el país —Liga y Movimiento 5 Estrellas— que, tarde o temprano, volverán a verse las caras en las urnas y han centrado sus propuestas en este terreno. Y Calabria (1,9 millones de habitantes) es el premio gordo. Uno de cada tres habitantes vive en el umbral de la pobreza y la renta per cápita (16.500 euros), la más baja de Italia, es casi tres veces menor a la de Bolzano (41.100), la provincia más rica. Si uno nace aquí, tiene una expectativa de vida 4 años menor que en el norte. Una tormenta perfecta entre inmigración descontrolada (630.000 en los últimos cuatro años), agricultores y empresarios que braman contra Europa y un crimen organizado que controla con precisión militar la mano de obra africana y el sistema de ayudas para la acogida. “Aquí no hay nadie explotado. Esto es un pacto de solidaridad entre los trabajadores y los empresarios, que no pueden pagarles más que esos 25 euros si tienen que vender las naranjas a 0,3 euros el kilo. La culpa es de Europa y las cuotas”, señala Antonella, miembro de una asociación católica que asiste a inmigrantes. El mantra de la Liga cala en el sur de Italia.
Matteo Salvini, que no ha hablado en toda la semana del asesinato pese a ser el nuevo vicepresidente y ministro del Interior, se presentó por el colegio uninominal de Calabria a las elecciones y hoy es senador por dicha región. 49.797 votos. No hace tanto, sin embargo, su partido se llamaba Liga Norte y gritaba contra el sur de Italia. Pero la metamorfosis en un artefacto político nacional y lepenista funcionó tan bien que volvió tras las elecciones a Rosarno, un Ayuntamiento disuelto dos veces por infiltración mafiosa, para dar las gracias. Aquel día dos miembros el clan Bellocco de la 'Ndrangheta, según contó Repubblica, se sentaron en la primera fila para aplaudir. Aquí votaron a la Liga en 2013 el 0,07%. Cinco años después ya son el 13,82%.
Soumayla encontró en este pedazo de Europa su tumba después de cruzar media África y el Mediterráneo. Trabajó en los campos de naranjos, se partió el lomo recogiendo cebollas. Se unió al sindicato de jornaleros y peleó por los derechos de otros trabajadores. Los 25 euros al día, explican los dos amigos que sobrevivieron, no daban ni para mandar algo a su mujer y a su hija a Malí. Pero él y todos los que llegan son un negocio redondo. Además de la mano de obra reventada, las ayudas que el Gobierno destina a la acogida (35 euros día por adulto, 45 por menor) se han convertido en una manera de sortear la quiebra de determinados negocios.
Es fruto del clima de división creado en la campaña electoral”, denuncia el cura de la zona
Fofana y Drame no han vuelto al campo, donde sus compañeros buscan acomodo a la familia de Soumayla, recién llegada de Malí para encargarse del cadáver. Ellos no fían de nadie y esperan noticias en un centro social de un pueblo cercano a San Calogero, donde mataron a su amigo. Un agricultor emparentado con un clan de la 'Ndrangheta fue detenido el jueves acusado del crimen. Él lo niega todo, pero estaba a punto de fugarse a casa de unos familiares en el norte de Italia. Ahora deberán señalarlo en el juicio. Drame cree que su largo viaje no ha valido la pena. “Pensaba que esto era un país de ley. Creía que estas cosas solo sucedían en Libia, donde nos trataron como a animales”.