Italia sacude el tablero de la UE
La coalición entre Liga y Movimiento 5 Estrellas altera las alianzas históricas del país en una estrategia de confrontación que busca notoriedad
Lucía Abellán
Daniel Verdú
Bruselas / Roma, El País
Italia se mueve. Y ese realineamiento impacta en el frágil equilibrio de la Unión Europea. El nuevo Gobierno populista formado por la Liga y Movimiento 5 Estrellas (M5S), pero liderado indisimuladamente por el ministro del Interior, Matteo Salvini, ha sacudido en las últimas semanas el tradicional esquema de alianzas en Europa. La crisis migratoria —política, no de cifras— reavivada por el caso Aquarius coloca a Roma en busca de nuevos socios en el tablero comunitario. Las disonancias exhibidas en política exterior amenazan también tormenta. Las próximas semanas serán clave para calibrar el alcance del giro italiano en los encajes de la UE.
El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, se estrenaba la semana pasada en el G7 celebrado en Canadá. Se le vio descolocado, algo descolgado de sus socios. Era su primera vez, hasta ahí todo normal. En el momento de tomar posición, sin embargo, mostró las cartas que traía elegidas de casa: cercanía al líder estadounidense, Donald Trump, y apertura a la Rusia de Vladímir Putin. Justo lo que habían pactado las formaciones euroescépticas en su acuerdo de Gobierno.
La cuestión rusa estaba cantada. Tanto M5S como la Liga habían tejido ya alianzas con el Gobierno de Putin. Como contraargumento a las sanciones económicas que la UE aplica a Rusia desde 2014 por la anexión de la península ucrania de Crimea, la Liga alega que han costado a Italia alrededor de 5.000 millones de euros. Pero más que la repercusión económica, la realidad, señalan a este diario fuentes del partido, es que se busca un aliado potente: “No es ninguna novedad. Berlusconi ya tuvo ese canal directo con Putin y funcionó”.
La tradición marca que cada Consejo Europeo de junio discuta, a petición de Italia, la pertinencia de mantener esas sanciones. Así lo hizo el anterior dirigente italiano, Matteo Renzi. Está por ver si este año el debate será un mero trámite o si Roma chocará con la mayoría al defender un levantamiento del castigo.
De momento, no es este el capítulo que más preocupa en Bruselas. El nivel de tensión alcanzado en la disputa migratoria resulta más acuciante. La pérdida de pudor político que ha mostrado Italia, al llegar incluso a negar sus puertos a un barco cargado con más de 600 personas, ha abierto paso a las posturas más radicales. “Lo más curioso es que este aumento de la crispación se produce cuando las cifras de llegadas de migrantes son más moderadas, lo que demuestra que las soluciones europeas aplicadas han funcionado”, reflexionan fuentes diplomáticas de uno de los grandes países de la UE.
Concluir esa cumbre europea con cierta unidad frente un mundo cada vez más turbulento constituye ahora la principal meta de las instituciones comunitarias. Con ese propósito, el presidente del Consejo Europeo —representa a los Estados—, Donald Tusk, emprende la próxima semana una gira por diversas capitales, entre las que figuran Roma, Madrid, Budapest, Viena y Berlín. Tusk, que instó a los Estados a tener resuelto el dosier de asilo este mes, tratará al menos de forjar un mínimo compromiso respecto al paquete migratorio.
Esa sigue siendo también la esperanza de la canciller alemana, Angela Merkel, a la que sus socios bávaros de la CSU asedian estos días con postulados más similares a los de la Italia de Salvini que a la ortodoxia germana.
“La posición italiana crea inquietud e incomodidad en la UE, especialmente por el momento en que ocurre, con Trump en Estados Unidos, Brexit en el calendario y la presidencia austriaca de la UE a punto de llegar. Lo peor es que Italia es ahora mismo imprevisible”, resume otra fuente diplomática, un análisis que condensa bien el sentir de Bruselas.
El cambio de posición no debería sorprender. Pero ¿hasta qué punto tiene margen el país para cambiar sus alianzas? La exministra de Exteriores y actual senadora de +Europa Emma Bonino no tiene claro que la amenaza sea real. “Lo veremos en los próximos meses. Todavía no he entendido si son mensajes sustanciales o los últimos estertores de la campaña electoral. No hay duda de que, sobre todo la Liga, tiene como modelo los sistemas de gobierno de Putin, Orbán… Si se produce este cambio, sería un error político enorme. El objetivo ha de ser reforzar Europa y consolidar los valores occidentales de la UE”, señala en una entrevista telefónica.
Traspasar la línea roja
El nuevo eje migratorio de mano dura activado esta semana con los ministros del Interior alemán, austriaco y húngaro sí constituye una novedad para Italia. Federico Niglia, profesor de Historia de las Relaciones Internacionales de la universidad italiana Luiss, cree que es lo más peligroso. “Los Gobiernos precedentes fueron muy cautos. Berlusconi hizo muchas cosas, pero nunca creó estas alianzas. Nadie pasó la línea roja. Se arriesgan a aislar Italia. Y el diálogo con países como Hungría o Polonia, con inclinaciones antirrusas, podría perjudicar a la relación con Putin. Ahí hay una incoherencia que saldrá. Además, los intereses de Italia están en Francia y Alemania. El futuro de la industria de la defensa europea, y el negocio que comporta, pasan por ahí. Sobre todo después del Brexit”, argumenta.
Las turbulencias italianas alcanzan otros ámbitos sensibles para la UE. Los grandes tratados de libre comercio están también en la diana. Gian Marco Centinaio, ministro de Agricultura y uno de los hombres fuertes de la Liga, dijo el jueves que pedirá que no se ratifique el CETA, el tratado de libre comercio con Canadá que tantas suspicacias despertó en varias capitales europeas. “Las dudas son compartidas con otros colegas europeos. No es solo la posición de la Liga”, advirtió. Una jugada nacida de la presión de algunos productores italianos, pero cada vez más alejada de la visión de sus socios tradicionales.
Lucía Abellán
Daniel Verdú
Bruselas / Roma, El País
Italia se mueve. Y ese realineamiento impacta en el frágil equilibrio de la Unión Europea. El nuevo Gobierno populista formado por la Liga y Movimiento 5 Estrellas (M5S), pero liderado indisimuladamente por el ministro del Interior, Matteo Salvini, ha sacudido en las últimas semanas el tradicional esquema de alianzas en Europa. La crisis migratoria —política, no de cifras— reavivada por el caso Aquarius coloca a Roma en busca de nuevos socios en el tablero comunitario. Las disonancias exhibidas en política exterior amenazan también tormenta. Las próximas semanas serán clave para calibrar el alcance del giro italiano en los encajes de la UE.
El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, se estrenaba la semana pasada en el G7 celebrado en Canadá. Se le vio descolocado, algo descolgado de sus socios. Era su primera vez, hasta ahí todo normal. En el momento de tomar posición, sin embargo, mostró las cartas que traía elegidas de casa: cercanía al líder estadounidense, Donald Trump, y apertura a la Rusia de Vladímir Putin. Justo lo que habían pactado las formaciones euroescépticas en su acuerdo de Gobierno.
La cuestión rusa estaba cantada. Tanto M5S como la Liga habían tejido ya alianzas con el Gobierno de Putin. Como contraargumento a las sanciones económicas que la UE aplica a Rusia desde 2014 por la anexión de la península ucrania de Crimea, la Liga alega que han costado a Italia alrededor de 5.000 millones de euros. Pero más que la repercusión económica, la realidad, señalan a este diario fuentes del partido, es que se busca un aliado potente: “No es ninguna novedad. Berlusconi ya tuvo ese canal directo con Putin y funcionó”.
La tradición marca que cada Consejo Europeo de junio discuta, a petición de Italia, la pertinencia de mantener esas sanciones. Así lo hizo el anterior dirigente italiano, Matteo Renzi. Está por ver si este año el debate será un mero trámite o si Roma chocará con la mayoría al defender un levantamiento del castigo.
De momento, no es este el capítulo que más preocupa en Bruselas. El nivel de tensión alcanzado en la disputa migratoria resulta más acuciante. La pérdida de pudor político que ha mostrado Italia, al llegar incluso a negar sus puertos a un barco cargado con más de 600 personas, ha abierto paso a las posturas más radicales. “Lo más curioso es que este aumento de la crispación se produce cuando las cifras de llegadas de migrantes son más moderadas, lo que demuestra que las soluciones europeas aplicadas han funcionado”, reflexionan fuentes diplomáticas de uno de los grandes países de la UE.
Concluir esa cumbre europea con cierta unidad frente un mundo cada vez más turbulento constituye ahora la principal meta de las instituciones comunitarias. Con ese propósito, el presidente del Consejo Europeo —representa a los Estados—, Donald Tusk, emprende la próxima semana una gira por diversas capitales, entre las que figuran Roma, Madrid, Budapest, Viena y Berlín. Tusk, que instó a los Estados a tener resuelto el dosier de asilo este mes, tratará al menos de forjar un mínimo compromiso respecto al paquete migratorio.
Esa sigue siendo también la esperanza de la canciller alemana, Angela Merkel, a la que sus socios bávaros de la CSU asedian estos días con postulados más similares a los de la Italia de Salvini que a la ortodoxia germana.
“La posición italiana crea inquietud e incomodidad en la UE, especialmente por el momento en que ocurre, con Trump en Estados Unidos, Brexit en el calendario y la presidencia austriaca de la UE a punto de llegar. Lo peor es que Italia es ahora mismo imprevisible”, resume otra fuente diplomática, un análisis que condensa bien el sentir de Bruselas.
El cambio de posición no debería sorprender. Pero ¿hasta qué punto tiene margen el país para cambiar sus alianzas? La exministra de Exteriores y actual senadora de +Europa Emma Bonino no tiene claro que la amenaza sea real. “Lo veremos en los próximos meses. Todavía no he entendido si son mensajes sustanciales o los últimos estertores de la campaña electoral. No hay duda de que, sobre todo la Liga, tiene como modelo los sistemas de gobierno de Putin, Orbán… Si se produce este cambio, sería un error político enorme. El objetivo ha de ser reforzar Europa y consolidar los valores occidentales de la UE”, señala en una entrevista telefónica.
Traspasar la línea roja
El nuevo eje migratorio de mano dura activado esta semana con los ministros del Interior alemán, austriaco y húngaro sí constituye una novedad para Italia. Federico Niglia, profesor de Historia de las Relaciones Internacionales de la universidad italiana Luiss, cree que es lo más peligroso. “Los Gobiernos precedentes fueron muy cautos. Berlusconi hizo muchas cosas, pero nunca creó estas alianzas. Nadie pasó la línea roja. Se arriesgan a aislar Italia. Y el diálogo con países como Hungría o Polonia, con inclinaciones antirrusas, podría perjudicar a la relación con Putin. Ahí hay una incoherencia que saldrá. Además, los intereses de Italia están en Francia y Alemania. El futuro de la industria de la defensa europea, y el negocio que comporta, pasan por ahí. Sobre todo después del Brexit”, argumenta.
Las turbulencias italianas alcanzan otros ámbitos sensibles para la UE. Los grandes tratados de libre comercio están también en la diana. Gian Marco Centinaio, ministro de Agricultura y uno de los hombres fuertes de la Liga, dijo el jueves que pedirá que no se ratifique el CETA, el tratado de libre comercio con Canadá que tantas suspicacias despertó en varias capitales europeas. “Las dudas son compartidas con otros colegas europeos. No es solo la posición de la Liga”, advirtió. Una jugada nacida de la presión de algunos productores italianos, pero cada vez más alejada de la visión de sus socios tradicionales.