Hazlo tú, si sabes
España parece dividida entre quienes saben qué tiene que hacer Hierro para ganar a Rusia, y quienes también saben qué tiene que hacer Hierro
Juan Tallón
El País
España parece dividida entre quienes saben qué tiene que hacer Hierro para ganar a Rusia, y quienes también saben qué tiene que hacer Hierro. Se trata de cosas muy distintas. Es una de tantas historias sobre quién lleva la razón. ¿Hay que mantener el rumbo? ¿Hay que cambiarlo antes de que sea tarde? Llevar razón es una vieja obsesión. La razón es la razón y la queremos. Nos agrada pensar que nos pertenece. Días atrás, de visita por España, Fran Lebowitz contaba a Inés Martín Rodrigo que mucha gente la considera una escritora, tal vez porque se espera desde hace treinta años que publique un libro, pero ella en realidad encuentra que “mi profesión es tener razón”. Vive de discutir. Tener la razón le encanta. No solo a ella. Todos hallamos estimulante acalorarnos, y si tenemos mangas, remangarnos, y explicar cómo son las cosas o cómo hay que hacerlas.
La alineación de España es un asunto muy relevante. Aunque, ¿qué no lo es? Hace años, en un pueblo de Rusia detuvieron a un profesor sospechoso de matar a un amigo tras una discusión sobre ¡géneros literarios! Habían estado bebiendo, felices, pero en un momento dado la víctima afirmó que “la única literatura verdadera es la prosa”. Su amigo, apasionado de la poesía, lo acuchilló. Quiero decir con esto que no existen las riñas menores. Hierro tiene opciones distintas para jugar contra los rusos. O la original o la nueva. Ambas presuponen incertidumbre, porque la primera no funcionó hasta la fecha, y la otra en cierto sentido aún no existe.
Todos tenemos las cosas clarísimas hasta que hay que hacerlas. Incluso el sentido de la vida, hasta que hay que vivirla. Hace unas semanas vi a un amigo usar un taladro modernísimo para agujerear una pared en la que colgar unos cuadros. Pan comido. Su hermano le daba indicaciones enormemente útiles desde abajo: “Así no”, “así”, “pero qué haces”, “mal, fatal”, “qué burro”. Harto, aquel bajó de la escalera y le entregó el taladro al hermano. “Hazlo tú, imbécil”, le dijo, sin amargura. Y vaya si lo habría hecho, pero no supo encender el taladro.
Nada evita que alrededor de la selección el debate esté clarísimo desde todas las partes. En fútbol, nos parece que algunas cosas tienen a su favor que se hacen con un dedo, chas. No pueden ser más fáciles. En contra, yo le veo que la gente, cuando llega la hora, a menudo no sabe hacer chas con el dedo. Es dificilísimo. En La fuga de Alcatraz, al compañero de celda de Frank Morris, Butts, le encargan que silbe cuando se acerque un vigilante, y así Morris podrá dejar de excavar el agujero por el que se fugará, y regresar a la cama para hacerse el dormido. Butts acepta el encargo. Es sencillo. Pero cuando el vigilante se acerca, y ha de alertar a Morris, junta los labios sin éxito. Nada. ¡No sabe silbar! ¡Es dificilísimo!
Juan Tallón
El País
España parece dividida entre quienes saben qué tiene que hacer Hierro para ganar a Rusia, y quienes también saben qué tiene que hacer Hierro. Se trata de cosas muy distintas. Es una de tantas historias sobre quién lleva la razón. ¿Hay que mantener el rumbo? ¿Hay que cambiarlo antes de que sea tarde? Llevar razón es una vieja obsesión. La razón es la razón y la queremos. Nos agrada pensar que nos pertenece. Días atrás, de visita por España, Fran Lebowitz contaba a Inés Martín Rodrigo que mucha gente la considera una escritora, tal vez porque se espera desde hace treinta años que publique un libro, pero ella en realidad encuentra que “mi profesión es tener razón”. Vive de discutir. Tener la razón le encanta. No solo a ella. Todos hallamos estimulante acalorarnos, y si tenemos mangas, remangarnos, y explicar cómo son las cosas o cómo hay que hacerlas.
La alineación de España es un asunto muy relevante. Aunque, ¿qué no lo es? Hace años, en un pueblo de Rusia detuvieron a un profesor sospechoso de matar a un amigo tras una discusión sobre ¡géneros literarios! Habían estado bebiendo, felices, pero en un momento dado la víctima afirmó que “la única literatura verdadera es la prosa”. Su amigo, apasionado de la poesía, lo acuchilló. Quiero decir con esto que no existen las riñas menores. Hierro tiene opciones distintas para jugar contra los rusos. O la original o la nueva. Ambas presuponen incertidumbre, porque la primera no funcionó hasta la fecha, y la otra en cierto sentido aún no existe.
Todos tenemos las cosas clarísimas hasta que hay que hacerlas. Incluso el sentido de la vida, hasta que hay que vivirla. Hace unas semanas vi a un amigo usar un taladro modernísimo para agujerear una pared en la que colgar unos cuadros. Pan comido. Su hermano le daba indicaciones enormemente útiles desde abajo: “Así no”, “así”, “pero qué haces”, “mal, fatal”, “qué burro”. Harto, aquel bajó de la escalera y le entregó el taladro al hermano. “Hazlo tú, imbécil”, le dijo, sin amargura. Y vaya si lo habría hecho, pero no supo encender el taladro.
Nada evita que alrededor de la selección el debate esté clarísimo desde todas las partes. En fútbol, nos parece que algunas cosas tienen a su favor que se hacen con un dedo, chas. No pueden ser más fáciles. En contra, yo le veo que la gente, cuando llega la hora, a menudo no sabe hacer chas con el dedo. Es dificilísimo. En La fuga de Alcatraz, al compañero de celda de Frank Morris, Butts, le encargan que silbe cuando se acerque un vigilante, y así Morris podrá dejar de excavar el agujero por el que se fugará, y regresar a la cama para hacerse el dormido. Butts acepta el encargo. Es sencillo. Pero cuando el vigilante se acerca, y ha de alertar a Morris, junta los labios sin éxito. Nada. ¡No sabe silbar! ¡Es dificilísimo!