El sur de la UE promueve un pacto para compartir la gestión migratoria

Fuentes gubernamentales niegan que España vaya a albergar alguno de los nuevos centros para migrantes donde se evaluará si son refugiados o irregulares

Claudi Pérez
Bruselas, El País
Europa esboza los primeros compromisos para rebajar la tensión migratoria. Tras las amenazas que lanzó Italia de bloquear la cumbre europea que arrancó este jueves en Bruselas, cinco países mediterráneos —la propia Italia con Francia, España, Grecia y Malta— hilvanaron esta noche un principio de acuerdo para compartir la gestión de los flujos migratorios. Estos Estados abogan por crear lo que denominan centros controlados dentro de Europa para transferir a los extranjeros irregulares llegados a las zonas de mayor presión. La idea despierta recelos en el bloque del Este.


Francia y España lideran una propuesta para desbloquear el laberinto de la crisis migratoria, con un compromiso que permitiría despejar el futuro político de la canciller alemana Angela Merkel y rebajar las presiones del Gobierno populista en Italia. Los cinco países mediterráneos promueven la creación de centros a los que deberían ser transferidos los migrantes llegados a Europa para evaluar si son refugiados o irregulares (que podrían ser devueltos a sus países de origen). Ese plan contempla que algunos países, voluntariamente, acepten acoger algunos de estos nuevos centros para desatascar la situación en Italia y Alemania.

Algunas fuentes diplomáticas apuntaban a España y Grecia como candidatos, pero no hay nada cerrado. Fuentes gubernamentales niegan que España vaya a albergar un centro de ese tipo. Lo que sí aceptará el Ejecutivo español es hacerse cargo de algunos refugiados venidos de Alemania gracias a un acuerdo bilateral limitado. La iniciativa tendría “pleno apoyo de la UE”, según el borrador provisional que esta noche negociaban los Veintiocho. Ese documento también recoge un apoyo explícito —también de tipo financiero— del club comunitario a Marruecos por la cooperación en gestión migratoria, según adelantó este diario.

La migración sacude la agenda europea en el momento de menor presión de flujos desde la crisis de 2015: aquel año entraron en Europa más de un millón de inmigrantes; en lo que va de 2018 apenas 43.000, según los datos de Acnur. Da igual: las tensiones políticas en Alemania, con un Gobierno que pende de un hilo por el movimiento de refugiados, y el ardor del discurso antiinmigración en Italia caldearon este jueves el ambiente de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno, centrada principalmente en este conflicto. El arranque fue rotundo. “La migración puede decidir el destino de la Unión Europea”, advirtió la canciller Angela Merkel, consciente de que también su propio destino está en el alero. Merkel está fraguando los primeros acuerdos con países europeos —entre ellos, España— para que compartan parte de la responsabilidad sobre este colectivo. Italia, entretanto, amenazó con vetar el resultado del Consejo Europeo si no lograba su propósito: que otros Estados atiendan también a los extranjeros llegados irregularmente a su territorio.

En esa cumbre del todo o nada, los líderes se aferraron a una de las pocas ideas que suscita —con matices— consenso. Se trata de las plataformas de desembarco que la Unión Europea quiere financiar fuera de sus fronteras para llevar allí a los migrantes que se embarquen en el peligroso camino hacia suelo europeo. Los gobernantes pretenden dar el mandato político para que esta idea, sobre la que hay muchas más preguntas que certezas, comience a concretarse. Lo único seguro es que solo se podrá trasladar hasta allí a las personas rescatadas en aguas ajenas al territorio europeo. Si el migrante llega a aguas comunitarias, deberá ser conducido a un puerto de la UE.
El sur de la UE promueve un pacto para compartir la gestión migratoria

Merkel aludió ya a ese modelo nada más llegar a la cumbre. “Podemos hablar sobre el desembarco de buques en otros países, por ejemplo en África del norte. Pero tenemos que hablar con esos países, no lo podemos hacer a sus espaldas”, razonó. La dirigente germana trataba así de anticiparse a posibles recelos de esos países candidatos —los diplomáticos los sitúan en el norte de África— a acoger las plataformas. Marruecos ya ha rechazado de plano esa posibilidad. El Consejo, que representa a los Estados miembros, pretende iniciar conversaciones “cuanto antes” para encontrar posibles aliados.

Ampliando un poco el espectro, el presidente francés, Emmanuel Macron, señaló: “Hay trabajo que hacer fuera de las fronteras de Europa, en las fronteras y dentro de Europa, basado en dos principios: responsabilidad y solidaridad”, resumió. También el presidente español, Pedro Sánchez, aludió a estos dos pilares y pidió practicar la solidaridad con Alemania, destino del grueso de refugiados llegados a Europa entre 2015 y 2016. Algo que Berlín solo hizo con cuentagotas a lo largo de la crisis del euro.

París y Madrid, el nuevo núcleo duro de Europa, pretenden así salvar la cabeza de Merkel. Roma, sin embargo, parece dispuesta a torpedear la cumbre si no se escuchan sus propuestas. “La UE debe transformar las declaraciones de solidaridad en hechos concretos; de lo contrario, el veto es una posibilidad”, afirmó el primer ministro italiano, Giuseppe Conte.

La UE ha contemplado varias veces en el pasado la posibilidad de establecer alguna instalación exterior para contener a los migrantes al otro lado del Mediterráneo. Sin llegar a fijarla, ese es el espíritu que ha inspirado las políticas migratorias de la UE en los últimos años, con fondos extraordinarios para financiar políticas de retornos voluntarios de los migrantes a sus países de origen y también para contención directa de flujos por ejemplo, al entrenar a la guardia costera libia y suministrarle material).

Pero el bloque comunitario ha encontrado ahora la llave para poder profundizar en esa posible infraestructura: el aval de Naciones Unidas. Dos agencias de esa organización —la de refugiados, Acnur, y la de migraciones, OIM— escribieron el miércoles a los presidentes de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y del Consejo Europeo, Donald Tusk, para avalar ese proyecto. Pese a todo, estos organismos siguen abogando por realizar los desembarcos en el sitio más seguro de la UE “y potencialmente también en otros sitios”.
Plataformas y mafias

Más que crear un macrocentro para atender a los migrantes y dilucidar allí quiénes tienen derecho a asilo y quiénes no, Bruselas tiene la expectativa de que la mención de esa plataforma, incluso antes de construirla, desincentive a las mafias que trafican con migrantes. El motivo es que, al no haber perspectivas de llegar al club comunitario, la ruta pierda interés, confían los promotores de esta idea. Fuentes del Consejo citan como ejemplo el pacto suscrito con Turquía en 2016, que redujo drásticamente las llegadas de refugiados sirios de las costas turcas a las griegas porque se anunció que todos serían devueltos al país vecino, donde gozaban supuestamente de una protección equivalente a la europea.

Consciente de que todas las propuestas que generan adhesiones son más de contención migratoria que de gestión de los flujos, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, se escudó en el riesgo de que triunfen los discursos más radicales. “Puede que algunos piensen que soy muy duro en mis propuestas. Pero créanme, si no nos ponemos de acuerdo en eso, verán propuestas verdaderamente duras de tipos verdaderamente duros”, deslizó.

De entre todas las intervenciones, ninguna tan dura como la del primer ministro húngaro, el ultraconservador Viktor Orbán. “Haremos lo que la gente realmente pide: no más migrantes dentro de la UE y los que hay, deben ser expulsados”, proclamó tras mantener su afirmación de que Europa vive una “invasión” con la llegada de irregulares.

La Unión Europea ha sido siempre una idea en busca de una realidad. Durante los 10 últimos años la realidad era muy cruda: una crisis prácticamente existencial que estuvo a punto de hacer añicos el proyecto europeo. Pero las grandes crisis son al final políticas: indefectiblemente políticas. Y ahí, en la política, ha terminado la policrisis europea: la histeria política de líderes como Orbán no tiene base real. Los flujos han caído a plomo desde el millón largo de entradas de 2015 a los menos de 50.000 en lo que va de 2018.

Entradas populares